Ellie no tomo a mal que interrumpiera su meditacion una mujer rubia y corpulenta, con un vestido de flores azules. La cara le resultaba familiar. Sobre su voluminoso busto, una tarjeta de identificacion donde se leia: «H. Bork, Goteborg».

— Doctora, lamento el dolor que debe de sentir usted… y yo tambien. David me hablo mucho de usted.

?Pero claro! La legendaria Helga Bork, la companera de buceo de Drumlin en aquellas insoportables sesiones de diapositivas. ?Quien — se pregunto por vez primera — habia tomado esas fotos? ?O acaso los acompanaba siempre un fotografo en sus citas romanticas subacuaticas?

— Me comento el afecto que se tenian.

?Que me esta diciendo esta mujer? ?Drumlin no le habra insinuado…? Se le llenaron los ojos de lagrimas.

— Disculpeme, doctora Bork, pero no me siento bien.

Se alejo de prisa, con la cabeza gacha.

Le hubiera gustado estar con muchos de los asistentes al sepelio: Vaygay, Arkhangelsky, Gotsridze, Baruda, Yu, Xi, Devi. Tambien con Abonneba Eda, cuyo nombre se mencionaba con insistencia como posible quinto tripulante. Sin embargo, no tenia animo para el trato social, y tampoco podria soportar reuniones largas. Ademas, no se tenia confianza. Si se atrevia a hablar, ?en que medida sus palabras servirian para beneficio del proyecto o para satisfacer sus propias necesidades? Todos la comprendieron. Al fin y al cabo, era ella la que habia estado mas cerca de Drumlin cuando la clavija de erbio le ocasiono la muerte.

Capitulo dieciseis — Los antepasados del ozono

El Dios que reconoce la ciencia debe ser un Dios de leyes universales exclusivamente, un Dios que se dedique a un negocio mayorista, no al por menor. El no puede adaptar sus procesos a la conveniencia de cada individuo.

WILLIAM JAMES Las variedades de la experiencia religiosa (1902)

Desde una altitud de pocos cientos de kilometros, la Tierra ocupa la mitad de nuestro cielo, y la franja azul que se extiende desde Mindanao hasta Bombay, que nuestros ojos pueden abarcar de una sola mirada, conmueve por su infinita belleza. Ese es mi mundo, piensa uno. Es el lugar de donde provengo, donde se encuentran todas las personas que conozco; alli es donde me crie, bajo ese exquisito e inexorable azul.

Podemos desplazarnos hacia el este, de horizonte a horizonte, de amanecer a amanecer, y rodear el planeta en una hora y media. Al cabo de un tiempo llegariamos a conocerlo plenamente, con todos sus rasgos tipicos y sus anomalias. Es tanto lo que puede observarse a simple vista. Pronto aparecera de nuevo Florida. La tormenta tropical que vimos abalanzarse sobre el Caribe, ?habra llegado a Fort Lauderdale? Alguna de las montanas del Hindu-Kush, ?estara sin nieve este verano? Son dignos de admiracion los acantilados color aguamarina del Mar de Coral. Contemplamos los hielos flotantes del Antartico Sur y nos preguntamos si, en caso de desplomarse, llegarian a inundar todas las ciudades costeras del planeta.

De dia, sin embargo, cuesta advertir signos de la presencia humana; pero por la noche — salvo la aurora polar —, todo lo que se ve es obra del hombre. Esa faja de luz es la zona este de Norteamerica, un brillo continuo desde Boston hasta Washington, una megalopolis de hecho ya que no de nombre. Mas alla se advierte la quema de gas natural, en Libia. Las relucientes luces de los buques japoneses para la pesca del camaron se han trasladado al Mar de China Meridional. En cada orbita, la Tierra nos cuenta nuevas historias. Es posible ver una erupcion volcanica en Kamchatka, una tormenta de arena del Sahara que se aproxima al Brasil, un clima incomprensiblemente gelido en Nueva Zelanda. Entonces, empezamos a considerar a la Tierra como un organismo, un ser viviente. Nos preocupamos por el, le tenemos carino, le deseamos lo mejor. Las fronteras nacionales son tan invisibles como los meridianos de longitud, como el tropico de Cancer o el de Capricornio. Las fronteras son arbitrarias; el planeta es real.

El vuelo espacial, por ende, es subversivo. La mayoria de los que tienen la suerte de encontrarse en la orbita de la Tierra, al cabo de cierta meditacion, comparte los mismos pensamientos. Los paises que instituyeron el vuelo espacial, en gran medida lo hicieron por razones nacionalistas; sin embargo, se daba la ironia de que casi todos los que ingresaban en el espacio adquirian una sorprendente perspectiva transnacional de la Tierra como un unico mundo.

Era dable imaginar el dia en que llegaria a predominar la lealtad a ese mundo azul, o incluso a ese racimo de mundos que rodean la estrella amarilla a la que los humanos, por no saber que cada estrella es un sol, le confirieron el articulo definido: el Sol En ese momento, a raiz de que mucha gente se internaba por largos periodos en el espacio y podia entonces disponer de tiempo para la reflexion, comenzaba a sentirse la fuerza de la perspectiva planetaria. Resulto ser que gran cantidad de los ocupantes de esa orbita baja del planeta eran personas de influencia en la propia Tierra.

Desde antes de que el hombre entrara en el espacio, ya se habian enviado alla animales. Fue asi como numerosas amebas, moscas de las grutas, ratas, perros y simios se convirtieron en audaces veteranos del espacio. A medida que fue posible extender cada vez mas la duracion de los vuelos espaciales, se descubrio el insolito hecho de que no se producia el menor efecto sobre los microorganismos, y muy poco sobre las moscas de las frutas. Sin embargo, al parecer la gravedad cero prolongaba la vida de los mamiferos en un diez a veinte por ciento. Al vivir en gravedad cero, se decia, el cuerpo gasta menos energia en luchar contra la fuerza de gravedad, las celulas demoran mas en oxidarse, y en consecuencia uno vive mas tiempo. Algunos fisicos sostenian que los efectos serian mucho mas pronunciados en los humanos que en las ratas. Se percibia en el aire un tenue aroma a inmortalidad.

El promedio de casos de cancer se redujo a un ochenta por ciento entre los animales orbitales, comparados con un grupo de control, de la Tierra. Los casos de leucemia y carcinomas linfaticos disminuyeron en un noventa por ciento. Se advertian indicios — quizas aun no importantes en terminos estadisticos — de que la remision espontanea en enfermedades neoplasicas era mucho mayor en gravedad cero. Medio siglo antes, el quimico aleman Otto Warburg habia declarado que muchos tipos de cancer se debian a la oxidacion. Gente que en decadas anteriores peregrinaban en busca de curacion, suplicaba en ese momento por un pasaje al espacio, pero el precio era exorbitante. Ya se tratase de medicina clinica o preventiva, los vuelos espaciales eran para unos pocos.

De pronto comenzaron a aparecer enormes sumas de dinero — antes inaccesibles — para invertir en estaciones civiles. Al finalizar el Segundo Milenio, ya habia rudimentarios hoteles de retiro a pocos cientos de kilometros de altitud. Aparte del gasto, habia tambien una grave desventaja, desde luego: el progresivo dano osteologico y vascular nos imposibilitaria volver al campo gravitacional de la superficie terraquea. No obstante, eso no constituia un gran impedimento para muchos ancianos acaudalados quienes, con tal de ganar otra decada de vida, se mostraban muy felices de retirarse al cielo y, llegado el caso, morir alli.

Algunos lo consideraban una inversion imprudente de los escasos recursos de la Tierra; los pobres y desvalidos padecian demasiadas necesidades apremiantes como para derrochar dinero en mimar a los ricos y poderosos. Era una tonteria — afirmaban — permitir que una elite emigrara al espacio, mientras las masas debian permanecer en la Tierra, un planeta entregado de hecho a propietarios ausentes. Otros tomaron la situacion como un regalo de Dios: los duenos del planeta se marchaban en multitudes; seguramente alla arriba — sostenian — no podrian hacer tanto dano como en la Tierra.

Nadie previo la principal consecuencia: que habrian de adquirir una perspectiva planetaria las personas con mas capacidad para hacer el bien. Al cabo de unos anos, quedaban muy pocos nacionalistas en la orbita de la Tierra. Una guerra atomica mundial plantea verdaderos problemas a quienes sienten cierta inclinacion por la inmortalidad.

Habia industriales japoneses, magnates navieros griegos, principes sauditas, un ex presidente, un ex secretario general del Partido, un baron chino ladron y un traficante de heroina, jubilado. En Occidente, aparte de algunas pocas invitaciones promocionales, se opto por un solo criterio para poder residir en la orbita terrestre: poder pagar. El albergue sovietico era distinto; se lo denominaba estacion espacial, y se rumoreaba que estaba

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