alli el antiguo secretario del Partido para una «investigacion gerontologica». En general, las multitudes no lo tomaron a mal. Algun dia, pensaban, ellos tambien irian alli.

Los residentes de la orbita tenian un comportamiento circunspecto, medido. Constituian el centro de atencion de otras personas ricas y poderosas que aun se hallaban en la Tierra. No emitian declaraciones publicas, pero poco a poco sus opiniones comenzaron a influir sobre los gobernantes del mundo entero. Los venerables de la orbita propiciaban, por ejemplo, que las cinco potencias nucleares continuaran con el progresivo desarme.

Sin estridencias apoyaron la construccion de la Maquina por su capacidad para contribuir a la unificacion del mundo. En ocasiones, alguna organizacion nacionalista publicaba algo acerca de una vasta conspiracion en la orbita de la Tierra, de viejos achacosos que simulaban ser benefactores pero que regalaban su suelo natal. Circulaban panfletos, con la supuesta version taquigrafica de una reunion a bordo del Matusalen, a la que concurrieron representantes de otras cinco estaciones espaciales privadas. Se transcribia una nomina de «de medidas a tomar», pensadas con el objeto de aterrorizar hasta al mas tibio patriota. Timesweek declaro que los panfletos eran falsos, y los denomino «Los Protocolos de los Antepasados del Ozono».

Los dias previos al lanzamiento, Ellie paso largos ratos — a menudo las horas del amanecer — en la playa Cocoa. Le habian prestado un departamento que daba sobre el Atlantico. Solia llevar pedazos de pan para arrojarselos a las gaviotas y ver como los capturaban en el aire. Habia momentos en que unas veinte o treinta gaviotas revoloteaban apenas a mas de un metro de su cabeza. Agitaban energicamente las alas para mantenerse en su sitio, con el pico abierto, preparandose para la milagrosa aparicion de la comida. Pasaban rozandose unas a otras en movimiento al parecer fortuito, pero el efecto del conjunto era el de una bellisima formacion.

Al regresar, reparo en una humilde hoja de palmera, pequena y perfecta, en la orilla de la playa. La recogio, le quito la arena con cuidado, y la llevo al departamento.

Hadden la habia invitado para que fuera a visitarlo a su «casa lejos del hogar», su mansion del espacio a la que habia puesto por nombre Matusalen. Ellie no debia contar lo de la invitacion a nadie que no fuese del gobierno, debido al deseo de Hadden de mantenerse oculto. De hecho, eran pocos los que sabian que se habia retirado a vivir en el espacio. Ellie consulto con varios funcionarios estatales, y todos le sugirieron que fuera.

«El cambio de ambiente va a hacerte bien» fue el consejo de Der Heer. La Presidenta se manifesto decididamente a favor del viaje puesto que quedaba una sola plaza libre para el siguiente vuelo en el vetusto transbordador Intrepido. Quienes decidian irse a vivir en un asilo de la orbita solian viajar en una empresa de transporte comercial. Otro vehiculo, de mayores dimensiones, tambien estaba por ser habilitado para tales vuelos. Sin embargo, la vieja flota de transbordadores era el medio mas utilizado para los viajes al espacio, tanto por civiles como por militares.

No se exigia ningun requisito especial para volar, salvo gozar de un estado general de buena salud. Los vuelos comerciales partian completos y retornaban vacios. Por el contrario, los transbordadores iban llenos a la ida, como tambien de vuelta. La semana anterior, antes de realizar su ultimo aterrizaje, el Intrepido habia atracado en Matusalen para recoger a dos pasajeros que regresaban a la Tierra. Ellie reconocio los nombres; uno era disenador de sistemas de propulsion, y el otro, un criobiologo. Se pregunto, entonces, que habrian ido a hacer a Matusalen.

Apinada en la cabina con el piloto, dos especialistas de la mision, un militar muy callado y un agente del servicio de recaudacion impositiva, Ellie disfruto enormemente del despegue perfecto. Era su primera experiencia en gravedad cero por un periodo mas prolongado que un viaje en el ascensor de alta desaceleracion, en el edificio neoyorkino del World Trade Center. Una orbita y media despues, llegaron a Matusalen. El transporte comercial Narnia la traeria de regreso a la Tierra dos dias mas tarde.

La Mansion — Hadden insistia en llamarla asi — giraba lentamente, una revolucion cada noventa minutos, de modo que siempre quedaba el mismo lado orientado hacia la Tierra.

El panorama que se apreciaba desde el escritorio de Hadden era una maravilla; no se trataba de una pantalla de television sino de una ventana realmente transparente. Los fotones que Ellie veia acababan de reflejarse desde los nevados Andes apenas una fraccion de segundo antes. Salvo en el sector periferico del ventanal, no se advertia casi ni la menor distorsion.

Se encontro con muchas personas conocidas — incluso varias que se consideraban religiosas —, a quienes les daba cierto pudor expresar su sobrecogimiento. Pero uno tenia que ser de madera — penso ella — para pararse frente a esa ventana y no experimentar esa sensacion. Habria que mandar alli a jovenes poetas y compositores — se dijo —, a pintores y cineastas, a todo individuo con profundas convicciones religiosas que no estuviera comprometido con las burocracias sectarias. Seria muy facil — reflexiono — transmitir esa experiencia al habitante medio de la Tierra. La sensacion era…

sobrenatural.

— Uno se acostumbra — confeso Hadden —, pero no se cansa de esto. De vez en cuando todavia me hacer sentir inspirado.

Hadden bebia una gaseosa dietetica y ella no habia querido aceptar nada mas fuerte.

La tasa de recargo sobre el alcohol etilico debia de ser alta en la orbita, penso.

— Claro que hay cosas que se extranan… las largas caminatas, poder nadar en el mar, los amigos que caen de visita sin avisar. Pero de todas formas son cosas que yo tampoco hacia a menudo en la Tierra, y como ve, los amigos pueden venir a visitarme.

— El costo es carisimo.

— A Yamagishi, mi vecino, una mujer viene a verlo, llueva o truene, el segundo martes de cada mes. Despues voy a presentarselo; es un personaje. Se trata de un famoso criminal de guerra, que fue sometido a proceso pero nunca llego a ser condenado.

— ?Que es lo que le atrae de esto? Usted no piensa que esta por terminar el mundo.

Entonces, ?que hace aqui?

— Me encanta la vista. Ademas, hay otros incentivos de orden juridico. Una persona como yo, que ha propiciado nuevos inventos, industrias ineditas, esta siempre expuesta a transgredir alguna ley. Esto suele ocurrir porque las leyes viejas no se han puesto a la par de la tecnologia moderna. Se pierde mucho tiempo con los juicios, y eso disminuye el rendimiento. Pero todo esto — con un amplio ademan abarco la Mansion y la Tierra — no pertenece a ningun pais. Los propietarios de la Mansion somos mi amigo Yamagishi, yo y algunos otros. No puede ser nada ilegal surtirme de alimentos y satisfacer mis necesidades materiales, pero para estar mas seguros, nos hemos propuesto trabajar sobre circuitos ecologicos cerrados. No existe tratado de extradicion entre la Mansion y ninguno de los paises de la Tierra. A mi me resulta mas… efectivo residir aqui.

«No vaya a pensar que he cometido delito alguno, pero como nos dedicamos a tantos temas novedosos, preferimos no correr riesgos. Por ejemplo, algunos creen que fui yo quien saboteo la Maquina, y no toman en cuenta que inverti cifras descabelladas para intentar construirla. Y usted vio lo que hicieron en Babilonia. Mis investigadores de seguros consideran que los atentados quizas hayan sido obra de la misma gente. No se por que tengo tantos enemigos; no lo entiendo, por ser que he hecho tanto bien a la humanidad. Por todo esto supongo que lo mejor es que yo viva aqui.

«Ahora bien; era sobre la Maquina que queria hablar con usted. La catastrofe de la clavija de erbio fue terrible… Realmente siento muchisimo la muerte de Drumlin, un hombre tan luchador. Para usted debe de haber sido una conmocion. ?Seguro que no quiere beber algo?

A Ellie le bastaba con mirar la Tierra y escuchar.

— Si yo no me desanime con lo de la Maquina — prosiguio Hadden —, no veo por que tenga que desalentarse usted. Tal vez le inquiete la posibilidad de que nunca se termine la Maquina norteamericana, de que haya tantas personas empenadas en su fracaso. La Presidenta comparte la misma preocupacion. Ademas, esas fabricas que levantamos, no son meras plantas de montaje. Hemos estado elaborando productos artesanales y va a ser muy costoso reponer todo lo que se perdio. A lo mejor piensa que quizas haya sido una mala idea desde el principio, que fuimos unos tontos en apresurarnos y que convendria efectuar un analisis global. Y aunque no se plantee todo esto, se que la Presidenta si lo piensa.

«Por otra parte, si no lo hacemos pronto, temo que jamas podamos llevarlo a cabo. No creo que la invitacion quede en pie eternamente.

— Me sorprende que lo diga, porque precisamente de eso conversabamos con Valerian y Drumlin en el momento previo al accidente. Al sabotaje — se corrigio —. Continue, por favor.

— Casi todas las personas con convicciones religiosas, suponen que este planeta es un experimento; en eso se resumen sus creencias. Siempre hay algun dios que fisgonea, que se mete con las esposas de los mercaderes,

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