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Dolfin movio la cabeza negativamente con firmeza.
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Dolfin apoyo los codos en la mesa, bajo la cabeza y se cubrio los oidos con la palma de las manos. Cuando Brunetti empezo a hablarle otra vez, Dolfin movio violentamente la cabeza de derecha a izquierda. Furioso consigo mismo por haber empujado a Dolfin a un terreno desde el que seria imposible hacerle volver, Brunetti se puso en pie y, consciente de que no tenia alternativa, fue a llamar por telefono a la hermana del
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La mujer contesto al telefono con un escueto
Brunetti no desperdicio ni un instante en tomar en consideracion la posibilidad de que la
?Que habia hecho el infeliz de Rossi, tan ingenuo el, y tan peligrosamente integro? ?Enfrentarse a Dal Carlo con sus pruebas, amenazarlo con denunciarlo a la policia? ?Y lo habria hecho dejando abierta la puerta de aquel cancerbero con su conjunto de punto, su mono rancio y su pasion trasnochada? ?Y Cappelli? ?Le habian causado la muerte sus conversaciones telefonicas con Rossi?
Brunetti estaba seguro de que Loredana Dolfin habia aleccionado a su hermano sobre lo que debia decir si era interrogado: al fin y al cabo, ya le habia advertido que no fuera al hospital. No hubiera dicho que era una «trampa» si no hubiera sabido como habia recibido su hermano aquella delatora mordedura en el brazo. Y el, pobre desgraciado, aterrado por el peligro de infeccion, habia desoido su advertencia y caido en la trampa de Brunetti.
Dolfin habia dejado de hablar desde el momento en que empezo a usar el plural. Brunetti estaba seguro de la identidad de su acompanante, pero sabia que, en cuanto el abogado de Loredana hablara con Giovanni, se desvaneceria toda posibilidad de demostrarla.
Menos de una hora despues, sono el telefono: la
Ella entro la primera, conducida por uno de los agentes uniformados que hacian guardia en la puerta de la
Brunetti no tendio la mano a ninguno de los dos sino que dio media vuelta invitandolos a pasar con un ademan, y se parapeto detras de su mesa.
El comisario miro a la
– ?Y que es lo que cree usted haber descubierto acerca de mi cliente? -pregunto Contarini sonriendo con afabilidad.
– En el curso de un interrogatorio grabado en esta
Contarini no parecia impresionado.
– ?Algo mas? -pregunto.
– Tambien ha dicho que posteriormente volvio al mismo lugar en compania de un hombre llamado Gino Zecchini y, juntos, borraron las huellas del crimen. Tambien, que Zecchino trato de hacerle chantaje. -Hasta este momento, sus palabras no parecian despertar interes alguno en las dos personas sentadas frente a el-. Despues Zecchino fue hallado muerto en el mismo edificio, juntamente con una joven que aun no ha sido identificada.
Cuando considero que Brunetti habia terminado, Contarini se puso la cartera en las rodillas y la abrio. Empezo a revolver papeles y a Brunetti se le erizo el vello de los brazos por la forma en que sus movimientos de afectada actividad le recordaban los de Rossi. Contarini lanzo un ligero resoplido de satisfaccion al encontrar el papel que buscaba, lo saco y lo puso delante de Brunetti.
– Como puede ver, comisario -dijo senalando el sello estampado en la parte superior de la hoja, pero sin soltarla-, es un certificado del Ministerio de Sanidad, fechado hace mas de diez anos. -Acerco la silla a la mesa. Cuando estuvo seguro de que Brunetti tenia la atencion fija en el papel, prosiguio-: En el se hace constar que Giovanni Dolfin es… -aqui hizo una pausa y obsequio a Brunetti con otra sonrisa: el tiburon que se dispone a entrar en faena. Aunque el texto estaba invertido, empezo a leer lentamente-: «… una persona con necesidades especiales que debera tener preferencia en la obtencion de empleo y en ningun caso sera objeto de discriminacion por incapacidad para realizar tareas que excedan de sus posibilidades.» -Deslizo el dedo por el papel hasta senalar el ultimo parrafo, que tambien leyo-: «El citado Giovanni Dolfin no se halla en posesion de sus plenas facultades mentales, por lo que no debera aplicarsele el pleno rigor de la ley.»
Contarini solto el papel y lo dejo caer suavemente sobre la mesa. Sin dejar de sonreir, dijo:
– Es una copia. Para su archivo. Supongo que no es la primera vez que ve un documento de esa clase, ?verdad, comisario?
La familia de Brunetti eran grandes aficionados al juego del Monopoly; esa era, en la vida real, la tarjeta de «Salga de la Carcel».
Contarini cerro la cartera y se puso en pie.
– Ahora, si es posible, me gustaria hablar con mi cliente.
– Desde luego -dijo Brunetti extendiendo la mano hacia el telefono.
Los tres permanecieron en silencio hasta que Pucetti llamo a la puerta.
– Agente Pucetti -dijo Brunetti, agradecido al observar que el joven agente jadeaba por haber subido la escalera corriendo en respuesta a su llamada-, acompane al
Pucetti gruno un saludo. Contarini se levanto y miro interrogativamente a la
Brunetti, que se habia levantado para despedir a Contarini, se sento y miro a la
Pasaron varios minutos hasta que, finalmente, ella dijo, con voz perfectamente natural.
– No podran hacerle nada. El Estado lo protege.
Brunetti estaba decidido a guardar silencio. Sentia curiosidad por ver como respondia ella a aquella tactica. El