carne de su cara, bronceada a perpetuidad.

– ?Deseaba usted verme, vicequestore? -pregunto Brunetti con voz neutra.

– ?Ha perdido el juicio, comisario? -pregunto Patta a bocajarro.

«Seguro que lo hubiera perdido si, al enterarme de que algo inquieta a mi mujer, no tratara de remediarlo», dijo Brunetti, pero solo para si. A Patta le respondio simplemente:

– ?A que se refiere, senor?

– A sus propuestas para ascensos y menciones -dijo Patta descargando una palmada en la carpeta cerrada que tenia delante-. En mi vida habia visto una prueba mas palmaria de favoritismo y prejuicios.

Siendo como era Patta siciliano, Brunetti penso que su superior tenia que estar muy familiarizado con lo uno y lo otro, pero solo dijo:

– No comprendo.

– Claro que comprende. Solo recomienda a venecianos: Vianello, Pucetti y, ?como se llama el otro? -dijo bajando la cabeza y abriendo la carpeta de un manotazo. Recorrio con la mirada la primera hoja, la paso y empezo a leer la siguiente. De pronto, golpeo el papel con un grueso indice-: Aqui esta. Bonsuan. ?Como vamos a ascender a un piloto de lancha, por Dios?

– Como ascenderiamos a cualquier otro agente, dandole el grado superior y el salario correspondiente.

– ?Por que razon? -pregunto Patta de forma retorica mirando otra vez la pagina-: «Por el extraordinario valor mostrado en la persecucion de un criminal» -leyo recalcando las silabas con ironia-. ?Quiere usted ascenderlo porque persiguio a alguien con la lancha? -Patta espero y, como Brunetti no respondiera, agrego aun con mayor sarcasmo-: Y ni siquiera pillaron a los que perseguian, ?verdad?

Brunetti espero unos segundos y, cuando contesto, su tono era tan sereno como alterado el de su jefe.

– No, senor. No es porque Bonsuan persiguiera a alguien con la lancha, sino porque, estando bajo el fuego de los hombres de la otra embarcacion, paro la lancha y se lanzo al agua para sacar a otro agente que habia sido herido.

– No era una herida grave.

– No creo que el agente Bonsuan se parara a pensar en eso cuando vio a su companero en el agua.

– En fin, es imposible. No podemos ascender a un simple piloto.

Brunetti no dijo nada.

– Por lo que respecta a Vianello, pase -concedio Patta con evidente falta de entusiasmo. Vianello estaba en Standa a primera hora de la tarde de un sabado cuando entro en los almacenes un hombre armado con una navaja, que hizo apartarse a la cajera y empezo a sacar dinero de la caja mas proxima a la puerta. El sargento, que habia entrado a comprar unas gafas de sol, se agacho detras del mostrador y, cuando el hombre iba hacia la puerta, le cerro el paso, lo desarmo y lo arresto.

– Y de Pucetti, ni me hable -dijo Patta airadamente. Hacia seis semanas, Pucetti, gran aficionado a la bicicleta, rodaba por los montes del norte de Vicenza cuando casi lo hizo salirse de la carretera un automovil conducido por un hombre que luego resulto estar borracho. Minutos despues, Pucetti se encontro con aquel mismo coche incrustado en un arbol y empezando a arder. Pucetti consiguio sacar al conductor del asiento, no sin producirse graves quemaduras en las manos-. Aquello sucedio fuera de nuestra jurisdiccion, por lo que no caben menciones -agrego, a modo de explicacion, el vicequestore.

Patta aparto la carpeta y miro a Brunetti.

– Pero no le he llamado para hablar de esto -dijo.

Si Patta habia leido sus otras recomendaciones, el comisario ya sabia lo que venia ahora.

– No es solo que no recomiende para un ascenso al teniente Scarpa, sino que, ademas, sugiere que sea trasladado -dijo Patta, sin poder contener la indignacion. El habia traido consigo a Scarpa cuando fue trasladado a Venecia hacia varios anos y, desde entonces, el teniente habia actuado de asistente y espia del vicequestore.

– Muy cierto.

– Eso no puedo consentirlo.

– ?Que es lo que no puede consentir, vicequestore, que se traslade al teniente o que yo lo sugiera?

– Ni lo uno ni lo otro.

Brunetti callaba, esperando a ver hasta donde llegaria Patta para defender a su criatura.

– ?Sabe usted que tengo autoridad para no dar curso a sus recomendaciones? -pregunto Patta-. A ninguna de ellas.

– Si, senor, lo se.

– Entonces, antes de que yo haga mis propias recomendaciones al questore, le sugiero que retire las observaciones que hace respecto al teniente. -Como Brunetti no decia nada, Patta pregunto-: ?Me ha oido, comisario?

– Si.

– ?Y bien?

– Muy pocas cosas podrian hacerme cambiar mi opinion del teniente y ninguna, mis recomendaciones.

– ?No sabe que sus recomendaciones no iran a ninguna parte? -pregunto Patta apartando hacia un lado la carpeta, para librarse del peligro de contaminacion.

– Pero figuraran en su expediente -dijo Brunetti, aun sabiendo que de los expedientes desaparecian las cosas con suma facilidad.

– No se que objeto pueda tener eso.

– Me gusta la historia. Me gusta que quede constancia de las cosas.

– Por lo que al teniente Scarpa se refiere, lo unico que hay que hacer constar es que se trata de un policia excelente y de un hombre de toda mi confianza.

– En tal caso, puede usted consignarlo asi, y yo expondre mi propia opinion. Y despues, como sucede siempre con la historia, los futuros lectores juzgaran quien de los dos tenia razon.

– No se de que habla, Brunetti, ni que futuros lectores, ni que historia hay que consignar. Lo que nosotros necesitamos es apoyo y confianza mutuos.

Brunetti no dijo nada a esto, ya que no queria invitar a Patta a extenderse en sus habituales topicos sobre la defensa de la justicia y la aplicacion de la ley, conceptos que Patta consideraba identicos. Pero el vicequestore no necesitaba invitacion, y dedico varios minutos al tema, mientras Brunetti trataba de determinar que preguntas hacer a Maurizio Lorenzoni. Fuera cual fuera el resultado de la autopsia, deseaba repasar atentamente las circunstancias del secuestro. Porque parecia lo mas conveniente empezar por el sobrino, la perla de la familia.

La voz de Patta, que habia subido de tono, interrumpio sus reflexiones.

– Si le aburro, dottor Brunetti, no tiene mas que decirmelo, y puede marcharse.

Brunetti se puso en pie rapidamente y, con una sonrisa pero sin una sola palabra, salio del despacho de Patta.

10

Lo primero que hizo Brunetti al llegar a su despacho fue abrir la ventana y mirar un momento el lugar en el que Bonsuan solia amarrar la lancha. Luego, fue a la mesa y abrio el informe de la autopsia. Con los anos, se habia acostumbrado a las peculiaridades de estos informes. La terminologia era medica -nombres de huesos, organos y tejidos- y el modo de los verbos, casi exclusivamente subjuntivo y condicional: «Si se tratara del cuerpo de una persona sana…» «Si no se hubiera trasladado el cuerpo…» «Si se me solicitara un calculo…»

Varon, joven, probablemente, poco mas de veinte anos, senales de ortodoncia. Estatura aproximada: 180 centimetros; peso: no mas de sesenta kilos. Probable causa de la muerte: una bala en el cerebro. Se acompanaba foto del orificio del craneo, cuyo pequeno tamano no desmentia el caracter letal que denotaba su perfecta redondez. La muesca que se observaba en la cara interna de la orbita ocular izquierda podia deberse a la

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