salida del proyectil.
Brunetti interrumpio un momento la lectura para reflexionar sobre la proverbial precaucion de los forenses. Aunque a una persona se la encontrara con punal clavado en el corazon, el informe diria: «La causa de la muerte fue, al parecer…» Lamento que la autopsia no la hubiera hecho Ettore Rizzardi, el
Como el tractor habia removido varios huesos y roto otros, no habia posibilidad de determinar si el difunto llevaba puesto el anillo que habia aparecido con los restos. Los funcionarios que lo habian encontrado no habian marcado su posicion exacta antes de darlo al
Cuando fue enterrado, el hombre, aparte los zapatos negros del numero 42 y calcetines de algodon oscuros, solo llevaba un pantalon de lana azul y camisa de algodon blanco. Brunetti recordo que en el informe de la policia se decia que, en el momento de su desaparicion, Lorenzoni llevaba un traje azul. Como durante ello y el invierno anteriores habia llovido mucho en la provincia de Belluno y, ademas, el campo se encontraba al pie de dos montes, el agua acumulada en el habia acelerado la descomposicion tanto de la tela como del cadaver.
Se estaban practicando analisis toxicologicos de los organos, cuyos resultados se conocerian dentro de una semana, lo mismo que los de unas pruebas que se realizarian en los huesos. Aunque los fragmentos de tejido pulmonar estaban muy deteriorados como para que las conclusiones fueran fiables, habia pruebas de que aquel hombre habia sido un gran fumador. Brunetti, recordando lo que habia dicho la novia de Roberto, desesperaba de la utilidad de las autopsias. En una carpeta de plastico transparente habia un juego completo de radiografias dentales.
– Veamos que dice el dentista -dijo Brunetti en voz alta, y alargo la mano hacia el telefono. Mientras esperaba linea con el exterior, abrio su ejemplar del expediente Lorenzoni y busco el numero del conde Ludovico.
–
– ?El conde Lorenzoni?
–
–
– Si. -Nada mas.
– Aqui el comisario Guido Brunetti. Desearia hablar con usted o con su tio, a ser posible, esta misma tarde.
– ?En relacion con que asunto, comisario?
– En relacion con Roberto, su primo Roberto.
Despues de una pausa larga, el otro pregunto:
– ?Lo han encontrado?
– Se ha hallado un cuerpo en la provincia de Belluno.
– ?Belluno?
– Si.
– ?Es Roberto?
– No lo se,
– Esa descripcion podria corresponder a la mitad de los jovenes de Italia -dijo Lorenzoni.
– Con el cadaver habia un anillo con el escudo Lorenzoni -dijo Brunetti.
– ?Que?
– Un anillo de sello, con el escudo de la familia.
– ?Quien lo identifico?
– El
– ?Esta seguro?
– Si. A no ser que hayan cambiado el escudo ultimamente -agrego Brunetti con voz atona.
La siguiente pregunta de Lorenzoni llego despues de una larga pausa.
– ?Donde lo han encontrado?
– En un lugar llamado Col di Cugnan, no muy lejos de Belluno.
La pausa siguiente fue aun mas larga. Entonces Lorenzoni pregunto, con voz mucho mas suave:
– ?Podemos verlo?
Si la voz no se hubiera suavizado, Brunetti hubiera contestado que no habia mucho que ver; pero ahora dijo:
– Me temo que la identificacion tendra que hacerse por otros medios.
– ?Que quiere decir?
– El cuerpo que se ha encontrado ha estado enterrado mucho tiempo, y ha habido mucha descomposicion.
– ?Descomposicion?
– Nos ayudaria mucho poder hablar con su dentista. Hay senales de ortodoncia.
–
– ?Puede darme el nombre del dentista?
– Francesco Urbani. Su consulta esta en Campo San Stefano. Es el dentista de toda la familia.
Brunetti anoto el nombre y la direccion.
– Gracias,
– ?Cuando sabran algo? ?Se lo digo a mi tio? -Y, tras una pausa, agrego, pero no en tono de interrogacion-: Y a mi tia.
Brunetti saco de la carpeta las placas bordeadas de blanco de las radiografias dentales. Podia enviarlas al doctor Urbani con Vianello aquella misma tarde.
– Creo que hoy mismo podre decirles algo. Deseo hablar con su tio, y con su tia, si es posible. ?Puedo ir a ultima hora de la tarde?
– Si, si -respondio el hombre, con vehemencia-. Comisario, ?hay alguna posibilidad de que no sea Roberto?
Tal posibilidad, si en algun momento existio, parecia mas remota con cada dato que surgia.
– No parece probable, pero quiza prefiera usted esperar a que yo hable con el dentista antes de decir algo a su tio.
– No se como voy a decirselo a mi tio -dijo Lorenzoni-. Y a mi tia, mi tia…
Lo que dijera el dentista solo confirmaria lo que Brunetti intuia. Decidio hablar con los Lorenzoni, con todos ellos, y hablar pronto.
– Si quiere, ya hablare yo con ellos.
– Si, creo que sera preferible. Pero, ?y si el dentista dice que no es Roberto?
– En tal caso, yo le llamaria. ?A ese numero?
– No; le dare el del movil.
– Estare ahi a las siete -dijo Brunetti, despues de anotar el numero, omitiendo deliberadamente toda alusion a lo que haria si los datos dentales no coincidian.
– De acuerdo, a las siete -dijo Lorenzoni, y colgo sin preocuparse de dar la direccion ni instrucciones de como llegar al
Brunetti llamo inmediatamente a Vianello y le pidio que subiera a recoger las radiografias. Cuando el sargento entro en su despacho, Brunetti le dijo donde estaba la consulta del doctor Urbani y le pidio que, cuando tuviera los datos, se los comunicara por telefono desde alli.
?Que sientes cuando te secuestran a un hijo? ?Y si la victima hubiera sido Raffi, su chico? Solo de pensarlo, a Brunetti se le revolvia el estomago, de angustia y de pavor. Recordo la serie de secuestros que se habian producido en el Veneto durante la decada de 1980 y el negocio que habian generado para las empresas de seguridad privada. La banda habia sido desarticulada hacia varios anos y los jefes, sentenciados a cadena