sujeta a la parte interior de la cartulina.
– Me parece que lo mejor que podemos hacer es preguntar a estos hombres por la victima, si saben quien era, si lo reconocen o saben de alguien que pudiera conocerlo. El forense dice que debia de tener poco mas de cuarenta anos. Ninguno de los hombres de la carpeta es tan viejo, muy pocos llegan ni a los treinta, de modo que si era de por aqui, habra llamado la atencion por la edad.
– ?Que procedimiento desea seguir, comisario?
– Creo que deberiamos dividir la lista en tres partes, para que usted, Scarpa y yo podamos ir ensenandola y preguntando por ahi.
– No son gente muy dada a hablar con la policia, comisario.
– Entonces propongo que llevemos tambien una de las fotos de como estaba cuando lo encontraron. Creo que si convencemos a esos hombres de que a ellos puede ocurrirles algo parecido se animaran a hablar.
– Dire a Scarpa que suba -dijo Gallo alargando la mano hacia el telefono.
7
Aunque no era mas que media manana -probablemente, media noche para los hombres de la lista-, decidieron hablar con ellos sin demora. Brunetti pidio a los otros dos, que conocian Mestre mejor que el, que dividieran la lista por zonas, a fin de trazar rutas que no les obligaran a ir una y otra vez de un extremo al otro de la ciudad.
Cuando tuvo su parte de la lista, Brunetti bajo a reunirse con su conductor. No estaba seguro de que fuera conveniente presentarse a interrogar a aquellos hombres en un coche patrulla azul y blanco, con un policia uniformado al volante, pero en cuanto piso la calle comprendio que la supervivencia estaba antes que la conveniencia.
El calor lo envolvio y sintio en los ojos el alfilerazo del aire caliente. No circulaba ni un soplo de brisa; la luz del dia se extendia sobre la ciudad como una manta sucia. Los coches cruzaban por delante de la
Se refugio en la fresca capsula del coche de la policia y salio de ella un cuarto de hora despues, delante de un edificio de apartamentos de ocho plantas situado en el extremo oeste de la ciudad. Al levantar la mirada, vio ropa puesta a secar en unos alambres tendidos entre este edificio y el de enfrente. Aqui soplaba una ligera brisa y las hileras multicolores de sabanas, toallas y ropa interior se ondulaban perezosamente. Por un momento, se sintio menos agobiado.
El
Brunetti correspondio al saludo y pregunto al hombre donde podia encontrar a Giovanni Feltrinelli.
Al oir el nombre, el
– Cuantas veces tendre que decirle que no me los traiga a ustedes a esta casa. Eso pueden hacerlo en el coche, o en el campo, como los otros animales, pero aqui nada de guarradas, o llamare a la policia. -Mientras hablaba, extendia la mano derecha hacia el telefono de pared que tenia a su espalda y sus ojos llameantes recorrian a Brunetti de arriba abajo con una repugnancia que no intentaba disimular.
– Yo soy la policia -dijo Brunetti suavemente, sacando el carnet de la cartera y tendiendolo al viejo.
El hombre lo tomo bruscamente, como dando a entender que tambien el sabia donde falsificaban estos documentos, y se subio las gafas para leerlo.
– Parece autentico -admitio al fin, devolviendolo a Brunetti. Saco un sucio panuelo del bolsillo, se quito las gafas y se puso a frotar los cristales cuidadosamente, primero uno y despues el otro, como si hubiera pasado la vida dedicado a esta operacion. Se los puso, ajustando bien cada patilla a la oreja, guardo el panuelo y pregunto a Brunetti, con voz distinta-: ?Que es lo que ha hecho ahora?
– Nada. Necesitamos interrogarle acerca de otra persona.
– ?Alguno de sus amigotes maricones? -pregunto el hombre, volviendo a su tono agresivo.
Brunetti hizo como si no le hubiera oido.
– Deseamos hablar con el
– ?
Brunetti respiro con fatiga. ?Por que la gente no se esforzaba por ser un poco mas discriminatoria al elegir al objeto de su odio, un poco mas selectiva? Quiza, incluso, un poco mas inteligente. ?Por que no odiar a los democratacristianos? ?O a los socialistas? ?O a los que odiaban a los homosexuales?
– ?Podria darme el numero del apartamento del
El viejo volvio a sentarse y reanudo la clasificacion del correo.
– Quinta planta. El nombre esta en la puerta.
Brunetti dio media vuelta y se alejo sin mas. Le parecio oir murmurar al viejo: «
Como habia dicho el viejo, el nombre estaba en la puerta: «Giovanni Feltrinelli-
Miro el reloj: las 11:35. Pulso el timbre. Al momento, oyo unos pasos rapidos acercarse a la puerta. La abrio un joven que tenia un ligero parecido con la foto de la policia que Brunetti habia estudiado la noche antes: pelo rubio y corto, menton delicado y femenino y ojos grandes y oscuros.
– ?Si? -dijo mirando a Brunetti con una amistosa sonrisa de interrogacion.
– ?El
El joven casi no miro la cartulina, pero parecio reconocerla inmediatamente, y el reconocimiento le borro la sonrisa.
– Si. ?Que desea? -Su voz era ahora tan fria como la expresion de su cara.
– Me gustaria hablar con usted,
– ?Por que se molesta en preguntar? -dijo Feltrinelli con resignacion, dando un paso atras y abriendo la puerta del todo.
–
Quiza la placa de la puerta no mentia; el interior estaba decorado con gusto y armonia. Paredes blancas, parque de espiga, varios
La disposicion de la habitacion conducia la mirada hacia la sencilla fuente de ceramica colocada en el centro. Brunetti comprendia que el efecto era intencionado, pero no veia como se habia logrado.
–