– Yo estaba en el suelo, atontada, sin poder moverme. Aunque no es que me doliera mucho. Me llegaban ruidos del bosque hacia el que yo me dirigia. No era muy grande, no llegaria a una hectarea. Oi moverse algo y quise gritar pidiendo socorro, pero no grite. No se por que, pero me quede en el suelo, sin moverme ni decir nada.
»Debio cie pasar un minuto o dos, y entonces, de la misma direccion de la que habia venido yo, llegaron dos perros corriendo y ladrando freneticos que se pusieron a dar saltos a mi alrededor. Yo les gritaba que se callaran. Ahora empezaba a dolerme la pierna, y vi que me habian disparado. Comprendi que tenia que hacer algo. Pero aquellos perros ladraban y saltaban como locos.
Ella se interrumpio y, como no seguia, Brunetti tuvo que preguntar:
– ?Que paso despues?
– Llegaron los cazadores, es decir, los duenos de los perros. Al verme en el suelo, pensaron que los perros me habian atacado y empezaron a darles puntapies y culatazos. Pero los perros no me habian hecho nada. Probablemente, ellos me salvaron la vida.
Ella se detuvo y miro a Brunetti, como para averiguar si tenia alguna pregunta y, al no decir el nada, prosiguio:
– Uno de los hombres me hizo un torniquete con el panuelo y entre los dos me transportaron al jeep que tenian en el linde del bosque y me llevaron al hospital. Los medicos de alli estan acostumbrados a esta clase de cosas. Parece ser que es frecuente que los cazadores se disparen a si mismos o unos a otros. -Hizo una pausa y dijo con suavidad-: Los pobres. -Habia tanta compasion en su voz que Brunetti no pudo menos que pensar en lo banal que sonaria, en comparacion, su conversacion con la
– ?Le preguntaron en el hospital lo que habia ocurrido,
– Los que me encontraron se lo explicaron, de modo que cuando sali de Cirugia no hice mas que confirmar lo que habian dicho ellos.
– Que habia sido un accidente.
– Si. -Ella no puso un acento especial en la palabra.
– ?Cree usted que fue un accidente?
Otra vez ella tardo en responder.
– Entonces no creia que pudiera haber sido otra cosa. Pero despues empece a preguntarme por que el que me disparo no vino a ver a que le habia dado. Si me habia tomado por un animal, tenia que haberse acercado a ver si lo habia matado, ?no le parece?
Eso era lo que intrigaba a Brunetti desde el momento en que se habia enterado del incidente.
– Y, al oir a los perros y a los otros cazadores, tuvo que suponer que otros se llevaban la pieza que habia cobrado el. -Dejo pasar unos segundos y agrego-: Como ya le he dicho, en aquel momento no lo pense.
– ?Y que piensa ahora?
Ella fue a hablar, vacilo y dijo:
– No quiero ser melodramatica, pero ahora tengo otras cosas en que pensar.
Tambien las tenia Brunetti. Le hubiera gustado saber si la policia habia hecho un informe del incidente y si los dos cazadores que la encontraron vieron a alguien en los alrededores.
Brunetti, viendo que ya no podria tenerla sin fumar mucho mas tiempo, dijo:
– Una sola pregunta me queda,
Ella no espero a que la hiciera:
– No; Ernesto no se suicido. Yo era su madre, y lo se. Es otra de las razones por las que creo que lo mio no fue un accidente. -Apoyandose en los brazos de la butaca, se levanto-. Si esa era su ultima pregunta… -Echo a andar hacia la puerta de la habitacion. Cojeaba muy ligeramente de la pierna derecha, apenas se le notaba y, como' llevaba pantalones, Brunetti no pudo ver que senales tenia en la pierna.
La siguio hasta la puerta del apartamento. Le dio las gracias pero no le tendio la mano. Fuera habia subido un poco la temperatura y, puesto que ya eran mas de las doce, Brunetti decidio irse directamente a casa, a almorzar con su familia.
12
Brunetti llego antes que los chicos, y opto por quedarse en la cocina haciendo compania a Paola, que acababa de preparar el almuerzo. Mientras ella ponia la mesa, el destapaba cacerolas y abria e! horno. Era reconfortante encontrar platos familiares: sopa de lentejas, pollo bien cubierto de col roja y-le parecio-
– ?Tienes que recurrir a todas tus dotes detectivescas para examinar ese pollo? -pregunto Paola mientras ponia las copas.
– No exactamente -dijo el cerrando e! horno e irguiendo el cuerpo-. Mi investigacion se centra en el
– Un olfato tan fino podria poner fin a toda la delincuencia de la ciudad -dijo ella acercandose y,rozan-dole la punta de la nariz con la yema del dedo. Destapo la sopa y la removio-. Llegas temprano -agrego entonces.
– Estaba cerca de San Marco, y ya no merecia la pena volver al despacho -dijo el, tomando un trago de agua mineral-. He ido a ver a la
– ?Y…? -le insto Paola.
– Alguien le disparo desde un bosque situado cerca de la casa de sus amigos, y luego se presentaron otros cazadores que la llevaron al hospital.
– ?Estas seguro de que eran otros cazadores? -pregunto Paola, con lo que demostraba que su escepticismo natural se habia acrecentado despues de sus mas de veinte anos de matrimonio con un policia.
– Eso parece -dijo el sencillamente.
Como sabia que el se resistia a mencionar el caso, le pregunto: '
– ?Y el chico?
– Me ha dicho que el no se mato. Y no ha dicho mas.
– Era su madre -dijo Paola-. Creela.
– ?Tan simple lo ves? -pregunto Brunetti, sin disimular su propio escepticismo.
– Si; tan simple. Si alguien puede saber de lo que el era capaz, es ella.
Reacio a debatir el tema, el se sirvio otro vaso de agua y se acerco a la ventana que daba al Norte. A su espalda, Paola pregunto:
– ?Como esta?
El penso en la mujer, recordo la voz, los ojos que lo miraban sin interes, la piel de su cuello, fina como el papel.
– Reducida -dijo el al fin-. Ya no es una persona completa. -Penso que Paola le pediria que le aclarase eso, pero no se lo pidio-. Yo habia visto una foto suya, de hace anos, con el chico y con su marido. Aun parece la misma, quiero decir que podrias reconocerla por la foto, pero esta disminuida.
– Eso tiene sentido -dijo Paola-. Esta disminuida.
No sabia por que imaginaba que Paola podia tener respuesta, pero de todos modos le pregunto:
– ?Se recuperara?
Hasta despues de decirlo, Brunetti no comprendio que su pregunta obligaba a Paula a plantearse la hipotesis de la muerte de sus propios hijos, ya que para contestarla tenia que ponerse en el lugar de la otra mujer. Le pesaba haberselo preguntado. Nunca habia tenido valor para preguntarle si ella pensaba en esa posibilidad y, si asi era, con que frecuencia. Aunque siempre le habia parecido absurdo que los padres se preocuparan excesivamente por la seguridad de sus hijos, es decir, si no existia un peligro real, no habia dia en que el no se preocupara por los suyos. El hecho de que comprendiera que ello era ridiculo -especialmente, en una ciudad sin coches- en nada mitigaba su inquietud ni le impedia contar las maneras en las que la integridad de sus hijos podia estar amenazada.
La voz de Paola irrumpio en sus reflexiones.