Su atencion volvio a Pucetti solo a tiempo de captar el final de lo que decia:

– … para ir a esquiar este invierno.

– ?El joven Moro? -pregunto Brunetti, disimulando su distraccion.

– Si, senor. Y ese chico dijo que a Moro le ilusionaba, que le encantaba esquiar. -Callo esperando algun comentario de su superior y, en vista de que no llegaba, prosiguio-: Parecia realmente afectado.

– ?Quien? ?Ese chico?

– ?Si.

– ?Por que?

Pucetti lo miro con extraneza, sorprendido de que Brunetti no lo hubiera deducido.

– Porque, si no se mato el, alguien tuvo que matarlo.

Al ver la mirada de complacencia con que Brunetti lo escuchaba, Pucetti empezo a sospechar, no sin cierta desazon, que quiza su superior si lo habia deducido.

14

En dias sucesivos, la atencion de Brunetti tuvo que desviarse de la familia Moro y sus desgracias para concentrarse en el Casino. En esta ocasion, no se pidio a la policia que investigara las frecuentes y refinadas formas de fraude practicadas por jugadores y crupieres sino las acusaciones formuladas contra la administracion del casino por enriquecerse a costa del erario publico. Brunetti era uno de los pocos venecianos que recordaban que el Casino pertenecia a la ciudad y, por consiguiente, era consciente de que cualquier apropiacion indebida o malversacion de las ganancias del Casino era una detraccion de los fondos destinados a la ayuda a viudas y huerfanos. Que personas que pasan la vida entre apostadores y tahures roben no era una sorpresa para Brunetti, lo que a veces lo asombraba era el descaro con que actuaban, porque, al parecer, todos los servicios accesorios del Casino -banquetes, fiestas particulares, incluso el bar- habian ido siendo transferidos discretamente a una empresa que estaba administrada por el hermano del director.

Como hubo que traer a detectives de otras ciudades, para que no fueran reconocidos cuando acudieran al Casino haciendose pasar por jugadores, y encontrar a empleados dispuestos a declarar contra sus jefes y companeros, hasta el momento, la investigacion habia sido lenta y complicada. Brunetti se encontro implicado en ella a expensas de otros casos, incluido el de Ernesto Moro, en el que seguian acumulandose los indicios que abonaban la tesis del suicidio: ni el informe del laboratorio con el analisis de la cabina de la ducha y la habitacion del muchacho contenia dato alguno que pudiera esgrimirse para justificar sospechas sobre la causa de la muerte, ni las declaraciones de alumnos y profesores revelaban una opinion que no fuera la del suicidio. Brunetti, aunque no se dejaba convencer por la falta de indicios verosimiles que apoyaran su idea, recordaba las veces en las que su impaciencia habia perjudicado la investigacion. Asi pues, paciencia y calma eran el lema que se habia impuesto.

El magistrado nombrado para la instruccion del caso iba a dictar orden de arresto para la plana mayor del Casino cuando la oficina del alcalde emitio una declaracion por la que se anunciaba el traslado del director a otra dependencia de la administracion municipal y el ascenso de sus adjuntos a cargos de relevancia en otras ciudades. Por su parte, los dos testigos principales pasaron a ocupar puestos importantes en el reorganizado Casino, y entonces ambos comprendieron que su anterior interpretacion de los hechos tenia que ser erronea. Reventado el caso, la policia se retiro del suntuoso palazzo del Canal Grande y los detectives foraneos volvieron a sus lares.

Estos hechos tuvieron como consecuencia una llamada de Patta a ultima hora de la manana, durante la cual el vicequestore reprendio a Brunetti por lo que el juzgaba una actuacion hiperagresiva de la policia hacia la administracion del Casino. Como Brunetti -que siempre consideraba los crimenes contra la propiedad con mentalidad abierta- nunca habia mirado a los sospechosos mas que con una leve reprobacion, las acaloradas palabras de Patta cayeron sobre el sin producir mas efecto que una lluvia de primavera en una tierra empapada.

Hasta que su superior se refirio a la familia Moro no empezo Brunetti a prestar atencion a sus palabras.

– El teniente Scarpa me ha dicho que ese muchacho estaba considerado inestable, por lo que no hace falta que sigamos empantanados en este asunto. Me parece que ha llegado el momento de cerrar el caso.

– ?Por quien, senor? -inquirio Brunetti cortesmente.

– ?Como?

– ?Por quien? ?Por quien estaba considerado inestable?

La reaccion de Patta indicaba que no habia creido necesario hacer esa pregunta: para el, la afirmacion de Scarpa era prueba mas que suficiente.

– Por sus profesores, supongo. Gente de la escuela. Sus amigos. Las personas con las que hablara el teniente -enumero Patta rapidamente-. ?Por que lo pregunta?

– Por curiosidad, senor. No sabia que el teniente estuviera interesado en este caso.

– No he dicho que estuviera interesado -dijo Patta sin disimular su disgusto por esta nueva prueba de la incapacidad de Brunetti para hacer lo que todo buen policia debe hacer: darse cuenta de cuando una sugerencia es realmente una orden; aunque, mas que incapacidad, el vicequestore sospechaba que era resistencia. Aspiro profundamente-. Con quienquiera que hablara, le dijo que el chico era francamente inestable. Por ello parece aun mas probable que fuera suicidio.

– Desde luego, eso indicaba la autopsia -afirmo Brunetti con suavidad.

– Si, ya lo se. -Antes de que Brunetti pudiera preguntar, Patta prosiguio-: No he tenido tiempo de leer detenidamente el informe del forense, pero la impresion general apunta al suicidio.

A Brunetti no le cabia duda alguna acerca de la identidad del autor de la impresion general. Lo que no estaba claro era por que el teniente Scarpa se interesaba en un caso en el que no intervenia.

– ?Ha dicho algo mas? -pregunto Brunetti, procurando aparentar solo un leve interes.

– No. ?Por que?

– Oh, es solo que si el teniente esta tan convencido, podemos comunicar a los padres que la investigacion esta cerrada.

– Usted ya ha hablado con ellos, ?verdad?

– Si, hace varios dias. Pero, como recordara, senor, usted me pidio que me asegurara de que nuestras conclusiones no dejaban lugar a duda, para no dar al padre motivo de queja por nuestra actuacion, habida cuenta de los problemas que ha causado a otras agencias del Estado.

– ?Se refiere a su informe? -pregunto Patta.

– Si, senor. Pense que desearia usted asegurarse de que no podia promover una investigacion similar sobre nuestra forma de actuar respecto a la muerte de su hijo. -Brunetti hizo una pausa, para apreciar el efecto de estas palabras y, al advertir las primeras senales de inquietud en Patta, remacho-: Parece haberse ganado la confianza del publico, por lo que cualquier queja que formulara tendria eco en la prensa. -Se permitio un pequeno gesto de displicencia con los hombros-. Pero, si el teniente Scarpa esta seguro de que hay pruebas suficientes para convencer a los padres de que fue suicidio, desde luego, no veo razon por la que yo deba seguir trabajando en el caso. -Dandose una palmada en los muslos, Brunetti se puso en pie, deseoso de ir en busca de nuevas tareas que acometer, ahora que el caso Moro habia sido tan limpiamente resuelto por su colega, el teniente Scarpa.

– Bien -dijo Patta arrastrando la silaba-, quiza sea prematuro pensar que los factores que concurren en el caso sean tan concluyentes como el teniente Scarpa nos los presenta.

– No se si le he entendido bien, senor -mintio Brunetti, que no estaba dispuesto a dejar que Patta se librara tan facilmente y queria ver hasta donde llegaria en su deseo de distanciarse del afan de Scarpa por liquidar el caso. Como Patta no respondiera, Brunetti pregunto, envalentonado-: ?Hay alguna duda acerca de esa gente? ?De esos testigos? -Con un estimable ejercicio de autodominio, Brunetti pronuncio la ultima palabra sin asomo de sarcasmo. Patta seguia sin decir palabra, y el comisario pregunto-: ?Que le ha dicho, senor?

Patta volvio a senalar la silla a Brunetti, mientras el se arrellanaba en su sillon y apoyaba la barbilla en la palma de la mano: seguramente, postura disenada para disipar toda idea de amenaza y aprendida en algun

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