– ?Y no preguntaron? -indago el con patente irritacion-. ?Es que no han de saber adonde va cada criatura?
– La mujer que me atendio dijo que lo unico que se necesita es que los padres rellenen y firmen los formularios correspondientes, por duplicado -recito la
– ?Asi que una criatura puede desaparecer sin que nadie haga preguntas?
– Me dijeron que la responsabilidad de la escuela termina una vez que los padres rellenan los formularios y uno de ellos se lleva a la criatura.
– ?Asi, sin mas?
La
– La mujer me dijo que ella aun no trabajaba en la escuela cuando se llevaron a la nina, por lo que lo unico que podia hacer era explicarme el procedimiento.
– ?Y donde esta ahora? -insistio Brunetti-. Una nina no puede desaparecer asi como asi.
– Podria estar en cualquier sitio, imagino -dijo la
Brunetti la miro interrogativamente.
– He llamado a la policia de alli y mirado en los archivos de los colegios. No figura ni ella ni ningun hijo de los Ferro.
– Y ahora tambien la madre ha desaparecido -dijo Brunetti, y le hablo de su visita al apartamento y las deducciones que habia hecho del hallazgo de la camisa.
La
– ?Su camisa? -pregunto y, antes de que el pudiera responder, repitio-: ?Su camisa?
– Si -dijo Brunetti. Iba a preguntarte que pensaba ella de eso, pero, al mirarla mas atentamente, comprendio que ese detalle solo podia recordarle a un hombre, y entonces, para llenar el angustioso silencio que el recuerdo de su perdida habia traido a la habitacion, siguio hablando-: ?Se le ocurre la manera de localizar a la nina? -dijo. Y, como ella parecia no oirle, prosiguio-: Algun medio habra para encontrarla. ?Quiza un registro central de todos los ninos escolarizados?
Como si volviera de muy lejos, la
– Quiza su ficha medica, o si esta en las Girl Scouts.
Antes de que ella pudiera hacer mas sugerencias, Brunetti corto diciendo:
– Los abuelos. Ellos sabran donde esta.
– ?Los ha localizado? -pregunto la
– No; pero los dos Moro son venecianos, por lo que deben de vivir en la ciudad.
– Vere que puedo encontrar -fue la unica observacion que ella se permitio. Y entonces-: A proposito, comisario, he descubierto algo sobre la muchacha que presuntamente fue violada en la academia.
– ?Si? ?Como?
– Amigos del pasado -fue toda la respuesta que ella dio. Cuando vio que tenia la atencion de Brunetti, prosiguio-: La muchacha era la
– Comprendo -dijo el sin preocuparse de preguntar como habia podido encontrar tan pronto el informe-.
– Desde luego -dijo la
19
Brunetti llamo a la oficina de agentes de uniforme para preguntar por Pucetti, y le dijeron que habia salido de patrulla y no regresaria hasta la manana siguiente. Al colgar el telefono, Brunetti se pregunto cuanto tardaria su buen concepto de la inteligencia de Pucetti en empezar a perjudicar al joven. No era probable que la mayoria de sus companeros, ni los mas cortos, como Alvise y Riverre, le tomaran ojeriza: en general, los agentes uniformados estaban exentos de envidias, por lo menos, hasta donde Brunetti podia apreciar. Quiza Vianello, mas proximo a ellos en edad y rango, tuviera una percepcion mas clara.
Ahora bien, una persona como Scarpa tenia que mirar a Pucetti con la misma prevencion con que miraba a Vianello. Aunque hacia anos que Vianello no se habia permitido ninguna manifestacion al respecto, era evidente para Brunetti que la antipatia entre ambos habia sido instantanea y feroz. No faltaban las causas: aversion entre el hombre del Norte y el del Sur, entre un solteron y un hombre felizmente casado, entre el que gozaba imponiendo su voluntad a cuantos tenia alrededor y el que solo deseaba vivir en paz. Brunetti no habia podido encontrar otra explicacion que la de una visceral antipatia mutua.
Sintio una punzada de impaciencia porque rencillas personales complicaran su labor profesional:;por que los servidores de la ley no podian situarse por encima de estas cosas? Meneo la cabeza ante sus utopicas ideas: no faltaba sino que ahora se pusiera a suspirar por un rey filosofo. Aunque no tenia mas que pensar en el actual jefe del Gobierno para que toda esperanza en la llegada del rey filosofo muriera en germen.
Puso fin a sus cavilaciones la entrada de Alvise con las ultimas cifras estadisticas de delincuencia, que dejo en la mesa de Brunetti diciendo que el
– ?Que cree que habra querido decir con eso, Alvise? -se permitio preguntar Brunetti.
– Que el lo resuelve todo, supongo, senor -respondio Alvise, muy serio. El agente saludo y se fue, dejando a Brunetti con la vaga sospecha de que Lear no era el unico que tenia a un tonto sabio en su corte.
Brunetti estuvo trabajando durante la hora del almuerzo y hasta ultima hora de la tarde, jugando con los numeros e inventandose apartados para conseguir unos resultados que pudieran satisfacer a Patta sin faltar a la verdad. Cuando por fin miro el reloj, vio que eran mas de las siete, hora de poner fin a la tarea e irse a casa. Impulsivamente, llamo a Paola y le pregunto si queria que cenaran fuera. Ella, sin dudar ni un instante, respondio que dejaria preparado algo para los chicos y io esperaria donde el quisiera.
– ?En Sommariva?
– Caramba, ?que celebramos?
– Necesito darme un gusto.
– ?La cocina de Maria? -pregunto ella.
– Tu compania -respondio el-. Te espero alli a las ocho.
Casi tres horas despues, un Brunetti ahito de langosta y su consorte repleta de champan subian la escalera de su piso, lentamente; frenaba los pasos de ei la sensacion de plenitud y los de ella, la
Al abrir la puerta, Brunetti oyo el telefono. Durante un momento, penso en no contestar y dejar lo que fuera para la manana siguiente. Si hubiera tenido tiempo para ver si los chicos estaban en sus cuartos y asegurarse de que la llamada no tenia que ver con su integridad, hubiera dejado sonar el telefono, pero su condicion de padre se impuso y, a la cuarta senal, contesto:
– Soy yo, comisario -dijo Vianello.
– ?Que ocurre? -fue la respuesta instintiva de Brunetti a la voz del inspector.