realidad.
– Si, si, tambien yo lo he oido. El mismo lo ha extendido.
– ?Pero por que?
– Porque cree que es asi.
– ?Y que cree usted?
– Prefiero dejar abierta la cuestion. Todos necesitamos una oportunidad -dijo con firmeza.
Si, penso el. Yo tambien necesito una oportunidad. Pero seguramente no la aprovecharia aunque me la sirvieran en bandeja. No lleva alianza, pero eso no tiene por que significar nada. Antes era siempre una senal segura. Resultaba muy facil distinguir a los que no tenian pareja. Como el habia hecho con Elise. Dedos largos y lisos, sin alianza. ?En que demonios estoy pensando?, se dijo de repente.
– ?Como murio su madre? -pregunto.
– Se cayo por una escalera.
– ?No la empujo el?
– Tenia ocho anos.
– A esa edad se empuja y se salta todo el rato. Por ejemplo, sin querer o jugando. Errki estaba en la casa, ?no?
– Fue testigo de lo que ocurrio.
– ?Y nadie mas?
– No.
– ?Que es lo que usted sabe exactamente?
– Casi nada. Errki estaba sentado en la escalera cuando llego la ayuda. Seguramente llevaba mucho tiempo alli, incapaz de moverse.
Se metio una mano en el bolsillo del pantalon y saco un paquete de tabaco
– Hace mucho tiempo de eso -anadio.
– Otra cosa: el agente Gurvin menciono que Errki vivio algun tiempo en Estados Unidos.
– Vivio durante siete anos en Nueva York con su padre y su hermana. Venian a Noruega regularmente, en Navidades y fechas asi.
– ?Y… es cierto que tuvo contactos con un tipo algo especial?
Ella sonrio de repente.
– No he podido comprobarlo. He hablado con su padre, y admite que no sabe muy bien lo que hacia el chico en su tiempo libre. Se preocupaba mas por la hija, la hermana de Errki que, al contrario que el chico, tenia exito en todo lo que hacia, sobre todo socialmente. Pero esta usted pensando en ese mago, ?verdad?
– Tal vez le metiera ideas extranas en la cabeza.
– Me temo que ya las tenia. Pero, por supuesto, no mejoraria la situacion. Lo peor es…
De pronto se callo y clavo la mirada en la Coca-Cola. Era evidente que estaba dudando si continuar o no, si seria traspasar el limite.
– Lo peor es -repitio- que a veces he pensado si de verdad no tiene esa capacidad. Si realmente no ve mas que los demas y de hecho hace que sucedan cosas mediante una profunda concentracion. No se puede explicar de otra manera el que ponga en marcha cosas con la fuerza de la mente.
Bueno, ya estaba dicho.
Sejer fruncio el ceno. Que mala suerte, ahora que esa mujer estaba empezando a gustarle, descubrir que no estaba del todo bien de la cabeza, que no era esa mujer realista e inteligente que el habia pensado al principio. ?Mala suerte!
– Cuenteme -dijo.
Ella fijo la mirada en una estatua de fuera, una estatua de una muchacha desnuda, de rodillas, mirando al recinto hospitalario.
– Le contare como fue el primer encuentro que tuvimos Errki y yo. Todos los pacientes tienen su terapeuta fijo, a la vez que forman parte de un grupo con el que reciben terapia en grupo. Habia llegado el dia y la hora. Estaba sentada en mi despacho esperando, queria comprobar si Errki lograba llegar puntual despues de haberle ensenado donde estaba. Y llego justo a la hora. Senale el sofa que hay junto a la ventana y el se sento o, mejor dicho, mas bien se tumbo y se quedo callado. No pude ver sus ojos. La habitacion estaba en silencio. Hay algo magico justo en ese momento, en el primer encuentro entre medico y paciente, las primeras palabras.
Hablaba en voz baja y muy despacio. Sejer notaba como se dejaba meter en los pensamientos de esa mujer, casi le parecia estar en la habitacion en la que estuvieron sentados los dos.
– Tenemos exactamente una hora -empece-. Y hoy decides tu como quieres que la empleemos. El no contesto. Deje que el silencio se prolongara, no me asusta el silencio, es normal que no digan mucho, o nada, si de eso se trata, la primera vez. Y la segunda. De modo que no me extrano nada. El estaba comodamente sentado, relajado, como descansando. No estaba nervioso ni atormentado. Pasado un rato, opte por hablar yo sobre mi misma, en voz baja y calmada.
– ?De que hablo? ?Pueden entonces hablar de ustedes mismos?
– Claro, dentro de unos limites.
Su voz se volvio didactica.
– He de ser personal sin ser intima, interesada sin parecer invasora, decidida sin ser cortante o autoritaria, compasiva sin parecer sentimental, etcetera. Dije a Errki que lo que hariamos seria buscar un lenguaje especial para nosotros, un lenguaje que solo entenderiamos el y yo, y que nadie mas entenderia. Por «nadie mas» queria decir las voces interiores que lo empujan de un lado para otro, amargandole la vida. Le dije que podiamos buscar una manera de comunicarnos y que podriamos mantenerla en secreto. Una clave. Que si queria decirme algo, podria hacerlo en clave, si lo preferia, que yo la entenderia con un poco de tiempo, y que lo de descifrarla era mi problema.
Se paro para tomar aliento.
– Pero el seguia callado, el tiempo transcurria, y yo no dejaba de esperar una senal. Por fin entre en un estado de somnolencia. Errki tiene una manera de ser tranquilizadora. Alli estaba, como si fuera el dueno de la habitacion. Cuando por fin se levanto, me sobresalte. Sin mirarme, fue hacia la puerta. Va en contra de las reglas, de manera que lo detuve. El se limito a senalar su muneca izquierda, en la que no llevaba reloj. La hora habia pasado. No habia ningun reloj en la habitacion. Y sin embargo, era la hora justa, habian transcurrido sesenta minutos.
– ?Y que hizo usted? -pregunto Sejer curioso.
Ella se rio por lo bajo.
– Intente un truco. Dije que aun quedaban cinco minutos, pero lo dije con una sonrisa. Entonces pronuncio su primera palabra, la primera palabra que me dirigio:
Sejer miro el cesped a traves de las ventanas de la cafeteria. Se dio cuenta de que era tarde, pronto deberia volver a la Comisaria, a poder ser, con algunas notas relevantes. Ni siquiera habia hecho ninguna llamada telefonica en todo el tiempo que llevaba alli. Tal vez hubieran encontrado ya a esos dos, mientras el andaba perdido en la psiquiatria y sus secretos. O en esa mujer, en todo lo que podia haber sido, en un futuro diferente al que el se habia imaginado.
– Luego -prosiguio ella- anote en mi diario: Uno cero a favor de Errki.
– ?Como cree usted que reaccionara Errki si se siente amenazado?
La mujer lo miro y en su rostro aparecio un aire de preocupacion, como si estuviera pensando en como estaria Errki.
– Se encierra en si mismo hasta que no puede mas. Siempre esta a la defensiva.
– Pero si no puede retraerse, si lo amenazan o le provocan lo suficiente, ?entonces que hace?
– Intente decirselo antes, pero usted no capto mi insinuacion. Simplemente muerde.
– ?Muerde? ?El que?
– Lo que puede.
Errki dormia. Morgan lo observaba desde la puerta. Una cicatriz roja y dentada iba desde la garganta hasta el ombligo. Se le habia cerrado muy mal. Morgan reflexiono, incapaz de encontrar una explicacion razonable a la causa de esa cicatriz tan fea. Se quedo mirandolo fijamente, aunque habia ido con el proposito de despertarlo.