Luego comieron en silencio.
El no hizo ningun comentario sobre la comida ni sobre la mesa, de como estaba puesta y adornada, pero miraba constantemente a su mujer con aprobacion. Lily, decian sus ojos, cuantas cosas sabes hacer… Sus ojos eran verdes, grandes y claros. Ella intento no comer demasiado, pues estaba delgada y queria seguir estandolo. Karsten tambien estaba delgado, con los muslos duros como rocas. Tenia el pelo castano y muy poblado, demasiado largo a la altura de la nuca, lo que le daba un aspecto algo descarado que a ella le volvia loca. A Lily le costaba creer que su marido alguna vez fuera a engordar y a perder la figura y luego el pelo, como les pasaba a muchos hombres al acercarse a los cuarenta. Ella veia que eso les pasaba a otros, pero no iba con ellos. Nada podria estropear lo que ellos compartian, ni la ley de la gravedad, ni el paso del tiempo.
– ?Recoges tu la mesa, y yo voy a por Margrete? -dijo ella cuando habian acabado de comer.
El se puso enseguida a recoger platos y vasos.
Era rapido, con movimientos algo bruscos; la porcelana tintineaba entre sus manos, y ella contuvo la respiracion, pues la vajilla era una herencia de la bisabuela francesa de Margrete. Lily fue a la entrada y se calzo. Abrio la puerta y noto el calor del sol, a la vez que una suave brisa, y todos los olores de la hierba y del bosque. Doblo la esquina y se acerco al arce.
De repente un terrible sentimiento la sobrecogio.
Para remediarlo, apreto el paso. El cochecito tenia algo raro, penso, estaba en el sitio donde lo habia dejado, pegado al tronco del arce, pero la manta estaba hecha un gurruno. La nina se la habra quitado con los pies; estos pequenos seres se mueven tanto, penso, mientras luchaba contra el miedo. Porque en ese instante vio la sangre. Cuando aparto la manta se quedo livida de miedo. La nina estaba empapada en sangre. Lily se desplomo en la hierba y se quedo pataleando en el suelo, incapaz de levantarse. Queria vomitar, noto que algo agrio le subia por la garganta, y dio un terrible grito.
Karsten llego a todo correr por la esquina. La vio tumbada en el suelo, y vio la sangre, brillante y casi negra. En dos zancadas llego al cochecito, cogio a la nina y se la puso contra el pecho, gritando a Lily que sacara el coche del garaje.
– ?Rapido, Lily! -grito-. ?Rapido!
Ella solo podia gemir. El grito mas alto. Bramo como un animal salvaje, y sus bramidos la hicieron por fin reaccionar. Consiguio levantarse y corrio hacia el garaje, se acordo de que necesitaba las llaves, entro en la casa y las encontro en un rincon de la entrada. Luego se puso al volante. Mientras salia marcha atras, Karsten abrio la puerta del coche violentamente y se metio dentro con la nina en brazos. Tocaba el cuerpo de la pequena, buscando debajo de la ropa.
– Creo que esta sangrando por la boca -jadeo-. ?No lo entiendo, no soy capaz de parar la sangre! ?No puedes ir mas deprisa? ?Ve mas deprisa, Lily!
Luego ninguno de los dos sabria decir el tiempo que les costo llegar al Hospital Central. Karsten tenia un vago recuerdo de haber corrido por la recepcion y empujado las puertas de cristal. Una desbocada carrera por los pasillos con la nina sangrando en los brazos, en busca de ayuda. Lily no se acordaba de nada. La Tierra daba vueltas tan deprisa que se mareaba. Corria detras de Karsten por los pasillos, corria como lo hace una liebre cuando huye del cazador, aunque sabe que no tiene escapatoria.
Por fin los pararon dos enfermeras. Una de ellas cogio a Margrete y desaparecio por una puerta.
– ?Quedense aqui! -grito.
Era una orden.
Y desaparecio.
La puerta tenia unos pequenos cuadrados de cristal rugoso que impedia ver al otro lado. Al final del pasillo habia unos sillones. Se sentaron. No habia nada que decir. Tras unos minutos, Karsten se acerco al surtidor de agua que habia debajo de la ventana. Tiro de los vasos de carton, cogio uno, lo lleno y se lo ofrecio a Lily. Ella lo rechazo gritando y gesticulando, y el vaso cayo al suelo.
– Pero si se la oia -intento decir el-. Tu la oiste. Margrete respiraba, Lily, estoy seguro.
Dio una vuelta por la habitacion.
– ?Lograran detener la hemorragia! -grito-. Le haran una transfusion de sangre. Nos hemos dado mucha prisa.
Lily no contesto. Un chico con un brazo en cabestrillo daba vueltas por el pasillo mirando con una curiosidad desmedida el drama que se estaba desarrollando a solo unos metros de el.
– ?Por que no vuelven? -susurro Lily-. ?Que estan haciendo?
Era como si estuviera dentro de un tambor.
El tambor rodaba a toda velocidad. Aquello no era la vida, ni tampoco la muerte. Luego los dos hablarian de esos minutos como de un verdadero infierno, un infierno que se acabo de repente cuando una enfermera salio por la puerta de cristal con Margrete en brazos. La nina estaba envuelta en una manta blanca. Para su asombro, Karsten vio que la pequena movia las manos energicamente.
– Esta completamente ilesa -dijo la enfermera.
Karsten cogio a la nina. Sintio el pequeno cuerpo, estaba caliente.
Karsten se puso a desenvolver la manta con manos nerviosas. Margrete llevaba un panal de papel; por lo demas, estaba desnuda bajo la manta.
– Esta completamente ilesa -repitio la enfermera-. La sangre no era suya. Hemos llamado a la policia.
Karsten y Lily Sundelin fueron acompanados hasta otra sala, donde podrian esperar sin ser molestados. Lily queria irse a casa. No tenia ganas de hablar con nadie, queria volver a casa y meterse en un rincon del dormitorio. Queria sentarse en la cama de matrimonio junto a su marido y su hija y no volver a salir de alli nunca mas. La nina jamas volveria a dormir bajo el arce sin vigilancia. Nunca mas la excluiria ni un instante de sus pensamientos.
Pero tenian que esperar.
– ?Que vamos a decir? -pregunto ella, preocupada-. Estoy muy nerviosa.
Karsten Sundelin miro a su mujer sin entender. Al contrario que Lily, que estaba llena de temor, el estaba sobre todo enfurecido. La amabilidad y comprension que hasta entonces habia sentido hacia otras personas desaparecio de golpe, dejandolo jadeante y a punto de estallar. En el fondo nunca habia sentido mucha simpatia por la policia, aunque no habia tenido ninguna relacion con ella. En su esquema mental eran personas simples y vulgares que andaban por ahi con botas negras de cordones y unas ridiculas gorras en la cabeza. Le recordaban a esos fornidos trabajadores manuales que llevaban un monton de herramientas colgando del cinturon. Eran jovenes sin estudios que poco sabian de los matices de la vida. De los detalles, penso Karsten Sundelin; algo que convierte este delito contra Margrete y contra nosotros en algo muy grave. No lo entenderan. Lo consideraran una gamberrada. Y si el culpable es un cabroncete adolescente, se librara con una amonestacion porque ha tenido una vida dificil, pobrecito. Pero yo les contare algunas verdades, penso, bebiendose ruidosamente el amargo cafe que la enfermera le habia servido.
Lily apretaba a la nina contra su pecho con tanta ternura que hasta temblaba. Observo los cuadros de la pared. Eran fotografias artisticas. Una de unos nenufares en tonos pastel flotando en un charco, y otra del macizo central noruego con montanas azuleando. Sobre una mesa habia varias revistas de salud. Trataban de lo que habia que evitar, de lo que se debia comer y beber, o no comer y no beber, y de que tipo de vida se debia llevar si uno queria vivir muchos anos.
Karsten no paraba de dar vueltas por la habitacion, estaba muy impaciente, como un toro bravo. La comisaria se encontraba a unos minutos de distancia, pero evidentemente habia una inercia en el sistema que hacia que todo se demorara mucho.
– Primero tendran que redactar un informe -dijo Karsten con un sarcasmo cansino en la voz, mientras se colocaba frente a Lily con las piernas separadas y los brazos en jarras.
– Lo redactaran despues, ?no? -pregunto Lily.
Ella acariciaba la mejilla del bebe. Margrete dormia profundamente, ajena a todo aquel jaleo.
Por fin llegaron dos hombres por el pasillo. Ninguno de ellos llevaba uniforme. Uno era alto y canoso, seguramente de cincuenta y bastantes anos, el otro era mas joven y con el pelo rizado. Se presentaron como