Karin Fossum

Presagios

Inspector Konrad Sejer 10

Es bueno que la mentira exista:

Dios nos ampare si todo lo que se dice fuera verdad.

Viejo refran

Capitulo 1

El bebe estaba durmiendo en un cochecito detras de la casa.

El cochecito era de la marca Brio, y el bebe era una nina de ocho meses. Estaba tapada con una mantita de ganchillo y en la cabeza llevaba un gorro tambien de ganchillo, atado por debajo de la barbilla. El cochecito reposaba a la sombra de un arce, y detras del arbol se elevaba el bosque como una pared oscura. Su madre se encontraba en la cocina. No podia ver el coche desde la ventana, pero no se sentia nada intranquila por la nina dormida.

Realizaba satisfecha sus quehaceres, se movia ligera como una bailarina, y en su corazon no cabia preocupacion alguna. Tenia todo aquello con lo que suenan las mujeres. Belleza, salud y amor. Un marido, una hija, una casa y un jardin con rododendros y exuberantes flores. Tenia el mundo a sus pies.

Miro un instante las tres fotografias de la pared de la cocina. Una era de ella misma, tomada debajo del arce, ataviada con un vestido de flores. Otra era de su marido, Karsten, en el porche delante de la casa. Y la ultima era de ella y de su marido, muy juntos en el sofa con el bebe entre ambos. La nina habia recibido el nombre de Margrete. El trio colgado de la pared le levantaba el animo. Uno mas uno son, por increible que parezca, tres, penso, como un milagro. Ahora veia el milagro por todas partes. En el sol que entraba por la ventana, y en las finas cortinas blancas que temblaban con la corriente.

Estaba ante la encimera amasando energicamente. Notaba la masa lisa y tibia entre las manos. Iba a hacer un pastel y a rellenarlo de pollo y niscalos, mientras Margrete dormia bajo el arce con el gorrito en la cabeza. Tambien ella estaba lisa y tibia debajo de la manta. El pequeno corazon bombeaba una modesta cantidad de sangre por su cuerpo, y la sangre coloreaba sus mejillas de rosa. Olia a una mezcla de leche agria y jabon. Era su abuela materna francesa la que habia hecho a ganchillo la manta y el gorro.

Dormia profundamente con las manos abiertas, como solo duermen los bebes.

La madre extendia la masa del pastel sobre el marmol. Su cuerpo se mecia cuando movia el rodillo, y la falda ondeaba sobre sus piernas, como una danza ante la encimera.

El verano ya estaba avanzado y hacia calor, ella iba descalza. Coloco la masa en un molde, pincho el fondo con un tenedor y recorto los bordes que sobresalian. Luego puso el pollo ya asado sobre el marmol. Pobres bichos, penso, arrancandole los muslos. Le gustaba ese sonido crujiente del cartilago al romperse. La carne era clara y tierna, se desprendia facilmente de los huesos, y ella cedio ante la tentacion de meterse un trozo en la boca. Delicioso, penso, en su punto en cuanto a especias, y ademas la carne era magra. Lleno el molde hasta arriba y puso queso cheddar por encima. Miro la hora. No estaba preocupada por el bebe. Sabia que si la pequena estornudaba, ella la oiria inmediatamente. Si tosia, tenia hipo, o se ponia a llorar, ella, su madre, lo sabria enseguida. Porque entre ellas habia un lazo mas fuerte que un cable de amarre. La minima sacudida le llegaria como una vibracion.

Tengo a Margrete en la cabeza, penso, en la sangre y en los dedos.

Tengo a Margrete en el corazon.

Si alguien intenta hacerle dano, lo notare, pensaba, mientras seguia tranquilamente con sus quehaceres. Pero por la parte de atras de la casa salio alguien. Aparto la manta y ella, la madre, no noto nada.

* * *

El pastel se estaba dorando.

El queso se habia fundido y hervia como lava. Miro por la ventana y vio a Karsten, su marido, que justo en ese instante estaba aparcando su CT-V rojo delante de la casa. Habia puesto la mesa con una vajilla antigua y elegante, y en cada copa habia colocado una servilleta blanca en forma de abanico. Encendio las velas, retrocedio un paso, ladeo la cabeza y contemplo el resultado. Esperaba que su marido notara que se habia esforzado, que se esforzaba constantemente. Se aliso la falda y se toco un instante el pelo con la mano. Otras parejas pueden discutir, penso, otras parejas pueden divorciarse, pero a nosotros eso no nos pasara, porque nosotros sabemos mas. Hemos entendido que el amor es una planta que necesita cuidados. Algunos repetian hasta la saciedad la tonteria esa de que el amor es ciego. Pero ella nunca habia sabido tanto como sabia ahora, nunca habia tenido el entendimiento que tenia ahora. Nunca habia visto las cosas con tanta claridad, nunca habia tenido un conjunto de valores tan sin concesiones. Se metio a toda prisa en el bano y se paso un cepillo por el pelo. Tenia las mejillas encendidas y los ojos brillantes. Se debia a la emocion por saber que habia llegado su marido, al calor del horno y al del sol bajo de julio que entraba por las ventanas. Cuando el entro en la cocina, alli estaba ella con una botella de agua mineral con gas en la mano y un elegante angulo de cadera. El traia un monton de correo, periodicos y algunos sobres con ventanilla. Los dejo sobre la encimera. Luego se acerco al horno, se arrodillo y miro por el cristal.

– Que buena pinta -dijo-. ?Ya esta listo?

– Si -contesto ella-. Margrete esta dormida en el cochecito. Lleva bastante tiempo durmiendo. Supongo que deberiamos despertarla, o no va a dormir esta noche.

Cambio de idea y miro de reojo a su marido a traves de sus tupidas pestanas negras.

– O mejor esperamos hasta despues de comer, y asi tenemos paz y tranquilidad. Pollo y niscalos. -Lo tento, senalando hacia la puerta del horno.

Se puso las manoplas y saco el pastel del horno. Luego lo coloco sobre una rejilla.

Estaba ardiendo.

– La nina nos perdonara -dijo el marido.

Su voz era profunda y aspera. El hombre se levanto, rodeo con los brazos la cintura de su mujer y la elevo por los aires. Los dos se rieron, porque ella llevaba manoplas, y el tenia esa mirada que a ella tanto le gustaba, esa mirada provocadora que era incapaz de resistir. La llevo al salon, y camino del sofa pasaron por la mesa del comedor.

– Karsten -susurro ella.

Pero fue una protesta debil. Se sentia como una masa blanda entre sus manos, se sentia amasada, extendida y pinchada.

– Lily -susurro el, imitando el tono de ella.

Cayeron sobre el sofa.

Del bebe debajo del arbol no llegaba sonido alguno.

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