Retrocedio corriendo y cruzo de nuevo las salas. Habria sido facil salir por alguna de las ventanas de no haber estado reforzadas con acero y provistas de cristales antibalas. Imposibles de forzar, a no ser que se dispusiera de un buldocer.

Estaba obligado a volver por el mismo camino, a traves del conducto de ventilacion. El tubo de carton con la pintura lo llevaba colgado a la espalda. Cuando ya estuvo fuera, en el tejado, se detuvo y tomo aire. Miro en todas direcciones y no detecto nada, ni personas ni coches de la policia.

Con paso decidido y con el corazon batiendo en el pecho, salto al suelo, doblo a toda prisa la esquina de la parte posterior de la casa y bajo entre traspies las empinadas escaleras que conducian hasta el hielo. Se ato los cordones de los patines con dedos torpes. Cuando inicio la marcha estuvo a punto de caerse, pero recupero el equilibrio y desaparecio tan rapido como pudo, con pasos largos y ritmicos.

A lo lejos se oia el ulular de las sirenas de la policia; el sonido se acercaba. Cuando estuvo de vuelta en el canal, vio que los coches policiales cruzaban a toda velocidad el puente de Djurgardsbron en direccion a Waldemarsudde.

Oyo su propio resuello; le dolia el pecho a causa del frio y el esfuerzo. Al mismo tiempo, habia en su interior un sentimiento de satisfaccion. Por fin se iba a saldar la deuda. La pintura iba camino de su legitimo dueno. Ese convencimiento le infundio tranquilidad.

Sus huellas se perderian junto a las piedras que habia debajo del palacio. Esta vez tampoco le echarian el guante.

Capitulo 50

Por primera vez en la historia del museo, alguien habia escalado hasta el por la noche y cuando su director, Per-Erik Sommer, llego alli a las tres de la madrugada del domingo, se sintio como si alguien hubiera pisoteado la sala de estar de su propia casa. Era el director y conservador jefe del museo desde hacia quince anos, y Waldemarsudde era su segunda casa y la nina de sus ojos. Nunca habria imaginado que un simple ladron pudiera entrar por la noche. El dispositivo de seguridad era excelente. Estocolmo habia sufrido en los ultimos anos algunas sustracciones de cuadros muy llamativas. Una en el Museo Nacional, un robo a mano armada cuando el museo estaba abierto al publico, y otro al mas puro estilo Rififi en el Museo de Arte Moderno, al cual los ladrones accedieron por el tejado. Sin duda, esos sucesos influyeron para que otros museos de la ciudad revisaran y mejorasen sus medidas de seguridad. En Waldemarsudde se habian invertido millones para proteger la casa del principe y su enorme coleccion de pintura.

La policia se encontraba alli, con los perros, cuando llego; ya habian acordonado y registrado la zona. Lo recibio junto a la entrada principal el comisario Kurt Fogestam, que dirigia la operacion. El policia le mostro por donde habian entrado. Tantas medidas de seguridad y resulta que habian entrado sin mas a traves de los tubos de ventilacion. Per-Erik Sommer meneaba la cabeza.

Entraron para averiguar que se habia llevado.

Los salones estaban ahora perfectamente iluminados y empezaron por la biblioteca. Alli no faltaba nada, como tampoco en la Sala de las Flores. Per-Erik respiro aliviado cuando comprobo que la sala de estar tambien estaba intacta. Alli colgaba, entre otros, el retrato que pinto Anders Zorn de la madre del principe, la reina Sofia, con quien el noble habia mantenido una estrecha relacion. Habria supuesto una catastrofe su desaparicion. El otro cuadro particularmente valioso, El hombre del agua, de Ernst Josephson, estaba adherido en la pared y, por fortuna, era imposible de robar.

Entonces descubrio lo que faltaba. Dado que aquella pintura, por su tamano, dominaba todo el comedor, la sensacion de desnudez resultaba abrumadora ahora que ya no estaba alli colgada: El dandi moribundo habia desaparecido. Cortado, el marco abria las fauces vacias y tragicas como un mudo testigo de lo ocurrido.

Quiso sentarse, pero el comisario se lo impidio por temor a que pudiera destruir alguna prueba. Se quedo casi inconsciente del disgusto, pero se volvio para ver si faltaba algo mas.

Entonces descubrio un objeto en el que no habia reparado al principio.

En una mesa delante del marco habia una pequena escultura. Era algo que no pertenecia a la casa del principe Eugenio. Ni siquiera la reconocio. Se inclino despacio hacia delante.

– ?Que es eso? -pregunto Kurt Fogestam.

– No pertenece a la coleccion -contesto.

Alargo la mano para asirla, pero el comisario se lo impidio.

– ?Que esta diciendo?

– Que esta estatuilla no pertenece al museo. Debe de haberla colocado ahi el ladron.

Ambos contemplaron estupefactos la estatuilla esculpida en piedra. Se trataba de un torso, un busto desnudo con el cuello largo y la cabeza vuelta hacia un lado y algo inclinada hacia atras. El rostro estaba tallado con sencillez, tenia los ojos y los labios cerrados, y una expresion un tanto melancolica, de anoranza. Era dificil determinar si representaba a un hombre o una mujer. Sus rasgos androginos encajaban a la perfeccion con los del cuadro robado.

– ?Que diablos significa esto?

Per-Erik Sommer no obtuvo respuesta. Que los ladrones robaran era una cosa, pero jamas habia oido hablar de ningun ladron que dejase una obra de arte en el lugar de la fechoria.

Capitulo 51

Cuando Johan llego a la redaccion de Noticias Regionales, se encontro a Max Grenfors, el redactor jefe, al borde de un ataque de nervios. Estaba sentado frente a la mesa del centro de la redaccion con el pelo disparado en todas las direcciones, la camisa arrugada y la mirada extraviada. Con un auricular en cada oreja, el lapiz en la comisura de la boca y cuatro tazas de cafe a medio beber encima de la mesa, era evidente que estaba acelerado de verdad. La circunstancia de que la mitad de la plantilla de reporteros estuviera de baja en el momento en que se producia un suceso informativo importante, estaba lejos de ser una situacion idonea para un redactor jefe. El descarado robo en Waldemarsudde dominaria toda la emision. Se veia a la legua que estaba cerca de perder los nervios. En cualquier caso, se le ilumino el rostro abatido cuando vio aparecer a Johan.

– ?Que suerte que hayas venido! -grito, aunque estaba ocupado en mantener dos conversaciones a la vez-. Tienes que salir inmediatamente. Emil esta esperando.

Emil Jansson era un fotografo joven y curtido, que habia trabajado sobre todo en zonas de conflicto como la Franja de Gaza e Irak. Saludo cordialmente a Johan y ambos se dirigieron a toda prisa al coche que estaba en el aparcamiento de la Television Sueca. Tardaron solo cinco minutos en llegar a Waldemarsudde. El edificio de la Television Sueca estaba a tiro de piedra del puente de Djurgardsbron.

La policia habia acordonado todo el parque alrededor del palacio, la galeria y la casa antigua y estaba registrando a fondo la zona. Johan logro encontrar a un policia dispuesto a dejar que lo entrevistaran. La conversacion telefonica con el oficial de guardia durante el corto trayecto en coche no habia aportado nada a lo que ya sabia el reportero.

La entrevista salio bien, con el palacio acordonado y los policias al fondo, rastreando los alrededores con los perros.

– ?Que ha ocurrido? -pregunto Johan.

La pregunta mas sencilla era a menudo la mas efectiva.

– Esta noche, a las 2.10 de la madrugada, salto la alarma del museo. Se ha comprobado que han robado un cuadro -manifesto el policia con autoridad-. Se trata de una obra que el museo tenia a prestamo temporal; en concreto. El dandi moribundo, del pintor Nils Dardel.

– ?Como han entrado los ladrones en el museo?

– Bueno, o el ladron, aun no lo sabemos -corrigio el agente-. Pero parece evidente que resulta dificil que uno

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