Le parecio ver al hombre de Vasterbron varias veces a lo largo del dia. En una de ellas, un chico joven se detuvo delante de la galeria. Llevaba una cazadora acolchada y una gorra del mismo tipo. Un momento despues, habia desaparecido. ?Seria el mismo hombre que lo siguiera el viernes por la noche? Desecho la idea. Seguro que eran imaginaciones suyas. Quiza lo que ocurria era que, en el fondo, deseaba encontrarse de nuevo con aquel tipo guapo de mirada profunda. Cabia la posibilidad de que el joven realmente hubiera estado interesado, y luego se arrepintiese.

Poco antes del almuerzo sono el telefono. En ese momento la galeria estaba vacia y cuando levanto el auricular no respondio nadie.

– ?Si? -repitio, pero no obtuvo respuesta.

– ?Quien es? -insistio otra vez, al tiempo que miraba hacia la calle.

Silencio.

Tan solo oyo la respiracion de alguien.

Capitulo 54

El ambiente era expectante cuando el grupo que dirigia la investigacion se reunio el lunes por la tarde. Todos habian oido hablar de la escultura abandonada en Waldemarsudde y ardian en deseos de saber mas. Hasta Kihlgard estaba callado y con la mirada fija en Knutas, cuando este se sento en la cabecera de la mesa.

– Bueno, escuchad -empezo-. Este caso es cada vez mas misterioso. Parece evidente que existe relacion entre el asesinato y el robo de esta noche en Waldemarsudde.

Les resumio lo que le habia contado Kurt Fogestam.

– Y, ademas, tenemos los cuadros robados que encontramos en casa de Egon Wallin -anadio Karin-. Tiene que haber conexion entre lo uno y lo otro. ?Y si se tratara del cabecilla de alguna banda con la que Wallin tuviera negocios que, descontento y cabreado por no cobrar su dinero, lo hubiera asesinado y ahora quisiera reivindicarlo de alguna manera?

– ?Que si no? Es evidente que todo tiene que ver con el negocio de los cuadros robados -apunto Wittberg.

– Pero, ?por que se conformo con robar un solo cuadro?

Kihlgard miro a sus colegas.

– Si se tratara de ladrones de obras de arte dispuestos a dar un golpe contra uno de los museos mejor vigilados de Suecia, ?por que iban a robar una unica pintura? Y ni siquiera la mas valiosa. No entiendo nada - aseguro abriendo el envoltorio de una chocolatina que se habia llevado a la reunion.

Alrededor de la mesa se hizo el silencio, todos cavilaban acerca de la enigmatica relacion.

– De hecho, no sabemos nada del negocio que se traia Egon Wallin con los cuadros robados -manifesto Karin-. ?A que nivel era y cuanto tiempo llevaba metido en eso? Ningun interrogatorio aqui en Gotland nos ha permitido avanzar nada en ese sentido y en Estocolmo parece que es un completo desconocido entre los ladrones de obras de arte y los receptadores. Por Dios, tenemos que poder encontrar siquiera una persona que sepa algo de sus negocios sucios con obras de arte. Los cuadros que tenia en casa no eran cualquier cosa…

– La verdad es que debemos alegrarnos del robo en Waldemarsudde -constato Norrby secamente-. Ahora tenemos algo nuevo a lo que agarrarnos y lo necesitabamos, francamente.

– Si -corroboro Knutas rascandose el menton-. Pero… ?por que ha querido el ladron servirnos la relacion en bandeja? Eso no lo entiendo.

Nadie tenia una buena respuesta que ofrecer.

– Otra cuestion es por que eligio llevarse precisamente El dandi moribundo. Ni siquiera intento disimular cual era su objetivo robando al menos un cuadro mas.

– En realidad, no tendria ni tiempo -objeto Karm-. Si salto la alarma…

– Si, claro, pero la pregunta sigue en pie. ?Por que precisamente Dardel? ?Por que precisamente El dandi moribundo?

– Puede haber sido un trabajo por encargo -sugirio Wittberg-. Algun coleccionista fanatico que le haya encargado a alguien el robo del cuadro. Segun dicen, es imposible venderlo, al menos, aqui en Suecia. ?Sabemos algo de la pintura?

Lars Norrby consulto sus papeles.

– Me he informado un poco. El cuadro fue pintado en 1918 por Nils von Dardel, o, mejor dicho, Nils Dardel. Descendia de una familia de la nobleza, pero de mayor suprimio el von. Si, me he informado de algunas anecdotas. -Sonrio satisfecho. Sus colegas lo miraron sin comprender, y prosiguio-: Dardel estuvo activo desde principios del siglo pasado y tuvo su epoca de esplendor entre 1920 y 1930, aproximadamente. El dandi moribundo ha tenido diversos propietarios, pero el Museo de Arte Moderno lo compro al financiero Tomas Fischer a principios de la decada de los noventa. Tambien se vendio una vez en una subasta de Bukowskis por una suma de dinero hasta entonces nunca vista. Tal vez lo recordeis, se escribio mucho sobre ello en los periodicos.

Bukowskis, penso Knutas, es curioso que vuelva a aparecer. Erik Mattson revoloteo de nuevo en su interior. Aun no habia obtenido ninguna explicacion de por que Mattson no le conto que habia asistido a la exposicion de Egon Wallin. Habia algo que no encajaba. No debia olvidarse de llamar otra vez a Mattson. Hizo una anotacion en su bloc.

– ?Que personas en Suecia tienen un acusado interes por Dardel concretamente? ?No deberiamos buscar por ahi? -propuso Karin.

– Pero ?que tiene que ver Egon Wallin con Nils Dardel? Ahi no existe ninguna relacion, ?o si? -pregunto Wittberg.

– Que sepamos hasta ahora, no, pero ese es uno de los hilos de los que debemos tirar -explico el comisario-. De todos modos, propongo que alguien viaje inmediatamente a Estocolmo y se entreviste con la policia, visite Waldemarsudde e intente averiguar algo mas acerca del robo de cuadros. Igual es aconsejable abordar a ese tal Sixten Dahl y Hugo Malmberg en su propio terreno.

– Yo puedo ir -se ofrecio Martin.

– Me gustaria, en cualquier caso, que lo acompanase alguno de vosotros -dijo Knutas.

– Ire yo -respondio Karin-. Lo hare encantada.

– Bien, entonces en eso quedamos -concluyo Knutas, mientras le dirigia una mirada de contrariedad. ?Por que ella precisamente? ?Y por que el?

Capitulo 55

El alargado salon, en el interior de la casa de subastas Bukowskis, tenia una gruesa alfombra con dibujos sobre el suelo de parque. Las filas de sillas negras de acero y plastico estaban dispuestas a lo largo de todo el local, hasta en la entrada, donde se encontraban la recepcion y el guardarropa. En la parte delantera, por encima del estrado, colgaba una tela grande, un retrato de Henryk Bukowskis, un hombre serio, de frente despejada, con gafas, barba y bigote. Dirigia la mirada hacia el lado, como si contemplara un futuro incierto. Aquel noble polaco exiliado fue en 1870 el fundador de la casa de subastas Bukowskis, que con los anos crecio hasta convertirse en la principal empresa de subastas de los Paises Nordicos.

Observo la reluciente tribuna de madera blanca con una «B» dorada en el centro. El disfraz era perfecto. No lo reconoceria nadie. Echo una ojeada para ver donde estaba el hombre, pero no lo vio por ninguna parte.

La sala se lleno de efluvios de perfumes sofisticados y caras lociones para despues del afeitado. En el guardarropa se recogian y colgaban abrigos y visones. Se vendian los programas y se repartian las papeletas de puja. Flotaba en el ambiente una tensa expectacion. Se percibia el deseo y la necesidad de gastar dinero.

Eso le hizo sentirse mal.

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