salsa holandesa.

– ?Que dices? No lo diras en serio, ?verdad?

Echo una mirada al reloj de la pared como si quisiera documentar el instante en que su colaboradora mas cercana le informaba de que iba a abandonarlo.

Karin miro comprensiva a Knutas.

– Si, Anders, lo digo en serio. Me han ofrecido un puesto en Estocolmo. En el Departamento de la Policia Nacional.

– ?Que?

El tenedor bien cargado permanecia aun suspendido en el aire en su camino de vuelta al plato. Como si el brazo se le hubiese quedado inmovilizado, paralizado, en razon de cuanto habia de terrible en lo que Karin acababa de decirle. Ella bajo la mirada y empezo a remover la comida. Al hombre le parecio de repente que todo el comedor apestaba a salsa holandesa; el olor le hizo sentir nauseas.

– De hecho, es el jefe de Kihlgard quien me ha ofrecido el puesto. Voy a trabajar en el grupo de Martin. Eso supone un aliciente para mi, Anders, tienes que comprenderlo. No tengo nada que me retenga aqui.

Knutas la miro estupefacto. Las palabras retumbaban en sus oidos, Martin Kihlgard de nuevo. Logicamente, era el quien estaba detras de la propuesta. En el fondo, nunca se habia fiado de su cordialidad. Una serpiente, eso era. Resbaladizo y desleal detras de aquella fachada inofensiva.

Entre Karin y Kihlgard hubo una quimica especial desde el primer momento y eso a el siempre le molesto, aunque nunca lo reconoceria en voz alta.

– ?Y nosotros dos, entonces?

Karin suspiro.

– Pero Anders, por favor, que no somos pareja. Trabajamos muy bien juntos, pero yo quiero probar algo nuevo. Ademas, me he cansado de estar en esta isla y enmohecer. Cierto que me encuentro a gusto aqui en el trabajo, contigo y con los demas, pero en otros aspectos mi vida esta estancada. Pronto cumplire cuarenta anos, y quiero realizarme, tanto en mi profesion como en mi vida personal.

Observo que habia unas manchas rojas en el cuello de Karin, una senal inequivoca de que estaba enojada o que la situacion le resultaba desagradable.

Permanecieron en silencio. Knutas no sabia que decir. Miraba con estupor a la mujercita de ojos negros que tenia al otro lado de la mesa. Ella suspiro y se levanto.

– De todos modos, ya lo tengo decidido.

– Pero…

No le dio tiempo a decir nada mas. Ella alzo su bandeja y se marcho.

Se quedo sentado a la mesa solo, con la mirada perdida en el gris aparcamiento cubierto por la nevada al otro lado de la ventana. Sintio, para su irritacion, que se le saltaban las lagrimas. Enseguida miro con disimulo en derredor. El comedor estaba a rebosar de colegas que comian, charlaban y reian.

No sabia como iba a arreglarselas en adelante sin Karin. Ella era su valvula de escape. Aunque su relacion pudiera considerarse en cierto modo unilateral, le aportaba muchisimo. Al mismo tiempo, la comprendia perfectamente. Estaba claro que tambien queria oportunidades de progresar en su trabajo, conocer a alguien y formar una familia. Como todos los demas.

Volvio a su despacho desolado, cerro la puerta, busco la pipa en el cajon de arriba del escritorio y empezo a cargarla, pero esta vez no se contento solo con chupar sin encenderla como solia hacer, sino que abrio la ventana, se coloco en plena corriente y la encendio. ?Lo diria realmente en serio? ?Donde se iba a alojar? Kihlgard y ella se llevaban francamente bien, pero, a la larga, ?podria soportarlo Karin, con su constante glotoneria? Cierto que era divertido, en dosis adecuadas, pero ?todos los dias…?

Solo de pensarlo lo asalto una terrible sospecha. ?Que tal estaba el en cuanto a simpatia? Mientras Karin cargaba con el trabajo, a el le parecia que tenian una relacion profesional estupenda; le gustaba aquella mujer, su viveza y su temperamento, que muchas veces se manifestaba de manera sorprendente. Karin le alegraba la existencia, lo hacia sentirse vivo en el trabajo; le subia la autoestima, eso sin duda. Pero si uno daba la vuelta a la tortilla, ?quien creia que era el, Knutas, para ella? El, con sus lamentaciones y suspiros por los recortes en el cuerpo de policia? Rebusco en su memoria y se examino con lupa a si mismo. En realidad, ?que le aportaba el a Karin? ?Que obtenia de el? No mucho, la verdad.

La cuestion era si no seria ya demasiado tarde para hacer algo al respecto. Karin aun no habia presentado su solicitud de traslado; quiza habia pensado pedir un dia libre, para probar. Al fin y al cabo, tenia a sus padres y a sus amigos en Gotland; ?como se sentiria en la Peninsula y en la gran ciudad? El panico se apodero del comisario solo de pensar en trabajar todos los dias sin ella.

Tenia que idear algo. Lo que fuera.

Capitulo 60

El viernes, avanzada ya la tarde, Knutas tuvo algo nuevo en lo que pensar. La policia de Estocolmo le envio por correo electronico una lista con las personas que en Suecia estaban consideradas como particularmente interesadas en la obra de Nils Dardel.

Echo una ojeada a la lista, y de entrada no reconocio ni un solo nombre, pero cuando llego a la mitad de la lista se detuvo en seco. Las letras brillaron ante sus ojos formando el nombre de alguien con quien ya se habia tropezado varias veces en la investigacion: Erik Mattson.

Knutas expulso lentamente el aire por la nariz. ?Como demonios era posible que volviese a aparecer aquel hombre?

Se levanto y miro por la ventana. Trato de controlar su ansiedad. Erik Mattson, el tasador de arte de Bukowskis, que, ademas, asistio a la exposicion en Visby. Valoro los cuadros robados encontrados en la casa de Egon Wallin sin mencionar que habia estado en Visby el dia del asesinato. Tuvo que reconocer para si mismo que se le habia olvidado volver a llamar a Erik Mattson para pedirle explicaciones. Se interpuso el robo en Waldemarsudde.

Estaba a punto de irse a casa justo antes de que llegara el correo electronico. De camino, habia pensado comprar un par de botellas de buen vino y un ramo de flores para Line. Ultimamente tenia muy desatendida a la familia.

Hoy iba a llegar otra vez tarde. Llamo a casa. Line no se mostro tan comprensiva como de costumbre. No era de extranar. Incluso para ella existia un limite. Sintio mala conciencia, pero evito pensar en ello precisamente entonces. Debia concentrarse en Erik Mattson. En realidad, lo que queria era llamar a Bukowskis inmediatamente, pero se contuvo. En el caso de que Erik Mattson fuera el culpable, o uno de ellos, deberia avanzar con cautela. Sentia la imperiosa necesidad de hablar con Karin y salio al pasillo. Tenia cerrada la puerta de su despacho. Dio unos golpecitos. No hubo respuesta. Espero un momento antes de entreabrir la puerta con cuidado. Vacio. Se habia ido a casa sin decirle siquiera adios, constato herido. Que pudiera recordar, Karin nunca habia hecho una cosa asi. Regreso a su mesa con el rabo entre las piernas. Tenia que hacer algo, asi que marco el numero de Bukowskis, aunque segun su pagina de Internet, la casa de subastas estaba cerrada. Sonaron muchas senales de llamada antes de que alguien contestara.

– Erik Mattson.

Estuvo a punto de caerse de la silla.

– Si, hola, soy Anders Knutas de la Policia de Visby. Perdon por llamar a estas horas un viernes por la tarde, pero hay unas cuantas cosas importantes que debo preguntarle.

– ?Ah, si? -respondio Erik Mattson friamente.

– Cuando hablamos sobre los cuadros hallados en Visby, en casa de Egon Wallin, no dijo nada de que habia asistido a la inauguracion de la exposicion el mismo dia que fue asesinado.

Pausa corta. El silencio se torno denso en el auricular.

– Eso tiene una explicacion muy sencilla. Nunca estuve alli.

– Pues, segun su jefe, recibio una invitacion. Tu y un colega tuyo hicisteis noche en Visby para poder asistir a esa inauguracion.

– No, no… Bukowskis recibio unas invitaciones, cierto, y mi colega Stefan Ekerot y yo pensamos asistir, puesto

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