en el norte de la isla, se la conoce como la Costa de Piedra.
Petra y Nils los habian acompanado de mala gana. Knutas tuvo que convencerlos con la promesa de que por la tarde saldrian con la barca a pescar. Line bajo del coche y lanzo una exclamacion de satisfaccion.
– ?Oh! ?Que maravilla! -exclamo y respiro profundamente-. Aspirad el aire. Mirad el mar.
Todos ayudaron a meter en casa las bolsas con la comida. Line y los ninos estaban ansiosos por bajar a darse un bano, mientras que Knutas decidio quedarse en casa y cortar el cesped, aunque el verano habia sido tan seco que casi no hacia falta.
En casa, en la ciudad, era sobre todo Line quien se ocupaba del jardin. La diferencia aqui en el campo era que el podia hacerlo en paz. Todo estaba en silencio y no venia ningun vecino a molestar. Al abrir la puerta de la caseta de las herramientas, lo golpeo el aire humedo. Saco con dificultad el pesado cortacesped y le puso gasolina. Arranco obediente al segundo intento.
Le gustaba dar una vuelta tras otra, escuchando el ruido del motor, sin pensar en nada en especial. Todos oian el estrepito del motor y evitaban molestarlo mientras hacia su tarea. Por eso no se daba prisa, al contrario, siempre lo cortaba escrupulosamente.
La casa estaba apartada, fuera del alcance de la vista de los vecinos. En la parte de atras, al otro lado de la cerca habia una pequena cala resguardada que solo utilizaban ellos, algunos vecinos y algun que otro turista extraviado. La playa grande de Lickershamn estaba lo suficientemente lejos como para que no los molestaran los banistas, y lo suficientemente cerca como para que los chicos, si querian, pudieran ir solos hasta alli. A Knutas le parecia que la situacion era perfecta. Cuando termino estaba empapado de sudor, aunque en realidad no habia supuesto un gran esfuerzo fisico, pues el cortacesped practicamente iba solo.
Se puso rapidamente el banador, agarro una toalla y bajo a la playa, donde el resto de las toallas y los albornoces de la familia estaban tirados en un monton de cualquier manera. Se rio para sus adentros observandolos mientras entraba en el agua chapoteando.
Line tenia su cabello pelirrojo y rizado recogido encima de la cabeza con un pasador. Llevaba puesto un banador muy vistoso, de color azul claro con pequenos y grandes lunares rojos en distintas tonalidades. Tenia la piel clara y cubierta de pecas. A menudo se quejaba de que estaba demasiado gorda, y una vez el se habia tomado en serio su monserga de que queria adelgazar; un error que no volveria a cometer jamas. Por su cumpleanos le compro un equipo para entrenar en casa, una tarjeta para acudir a un gimnasio y un bono de sesiones en una clinica de adelgazamiento. Decir que su mujer no agradecio el regalo seria quedarse corto.
Despues de quince anos juntos Knutas aun podia quedarse maravillado al mirarla y pensar que era su mujer. La amaba y amaba su entusiasmo. Limpiaba la casa y preparaba la comida con la misma pasion; con Line todo era mucho y a lo grande. Fuentes grandes, gestos amplios, mucho jaleo. Se la veia y se la oia, se hacia notar. Como ahora, mientras chapoteaba dando vueltas en el agua.
Tras el bano tomaron cafe en la terraza.
Cuando Knutas vio a su mujer quitarse los zuecos y empezar a mover los pies con coqueteria, observo que le habian salido pecas hasta en los empeines, habitualmente blancos. Line entorno los ojos hacia el sol y el tomo la decision de no hablar del trabajo durante todo el fin de semana.
El olor a carne picada condimentada con especias picantes que salia de la cocina se esparcia por todos los rincones. Ese dia los estudiantes de arqueologia preparaban juntos la cena. En la cocina el chili con carne hervia a fuego lento en una olla enorme y todos colaboraban.
El menu era sencillo para que les diera tiempo a llegar al concierto de Eldkvarn, que se iba a celebrar a las nueve en el escenario al aire libre que tenia el hotel.
A Martina, que estaba junto a la encimera pelando cebollas con Steven y Eva, le lloraban los ojos, y no era solo por la cebolla. Tras tomarse unos chupitos de tequila, todos estaban animados y se reian a carcajadas de los chistes malos de los demas.
Los veinte estudiantes que se alojaban en el albergue ocupaban toda la cocina. El resto de los huespedes que asomaban la nariz por la escalera de caracol advertian inmediatamente que era mejor esperar. Estaban poniendo las tres mesas y la mesilla, que habia en uno de los rincones, estaba llena de vasos y botellas. Alguien habia traido un radiocasete. Se notaba que el volumen estaba puesto demasiado alto para la potencia de aquel viejo aparato y el sonido empezaba a distorsionarse. El calor habia hecho que alguien abriera todas las ventanas y el jolgorio se oia desde lejos.
Martina vestia pantalones vaqueros de talle bajo y camiseta negra. Llevaba la melena rubia suelta. Se maquillaba poco, sabia perfectamente que no lo necesitaba. Un poco de rimel y brillo de labios, nada mas. Estaba deseando verlo, no creia que ninguno de los companeros del grupo sospechara lo que habia entre ellos. A veces coqueteaba con otros solo por el placer de hacerlo rabiar y ver su frustracion. En el yacimiento los dos disimulaban y se lanzaban miradas a escondidas. Alguna que otra vez el le rozaba el brazo o la pierna.
– ?Me puedes ayudar a probarlo? -Eva le dio un codazo en un costado y le acerco una cuchara-. ?Tiene suficiente picante?
– Un poco mas -contesto Martina y le puso mas guindilla-. La comida tiene que estar picante.
La tarde del concierto no pudo ser mas maravillosa. El globo del sol al rojo vivo se mecia en la linea del horizonte y cubria el mar con una alfombra de destellos. En el sitio donde se iba a celebrar el concierto flotaba en el aire un olor a cordero recien asado procedente del restaurante, y el publico se fue concentrando delante del escenario. Los ninos correteaban y jugaban entre las mantas, algunos se daban un bano en el agua resplandeciente. Un grupo de motoristas ya maduritos se habian sentado con una cerveza en la mano para disfrutar de la musica. Los acordes suaves de Eldkvarn, su mezcla de pop-rock, engancho al publico e hizo que la mayoria, poco a poco, se pusiera a bailar.
Martina disfruto de los vapores de la embriaguez y del baile, despues de haberse pasado todo el dia trabajando en la excavacion. Se sentia mas que satisfecha. Cuando estaban a punto de recoger las cosas al final de la jornada, habia encontrado una moneda arabe de plata, fechada en el ano 1012. Todos la felicitaron y ella se sintio tentada de dejar caer la moneda dentro de su bolsillo y guardarsela para ensenarsela a su padre. Sin embargo, tuvo que conformarse con contemplar un rato en la mano su moneda de la epoca vikinga.
La suave y aspera voz del cantante pronunciaba letras de canciones que ella no entendia, aunque se esforzo e intento captar algo mas que simples palabras sueltas. Pero enseguida desistio y se dedico a escuchar la musica y a bailar con los demas.
A lo largo de la noche miro de vez en cuando a ver si aparecia. Creyo distinguir su cara varias veces, pero al instante se daba cuenta, abatida, de que se habia equivocado. Se preguntaba por que no venia. Jonas la saco de sus cavilaciones invitandola a una cerveza bien fria que acepto agradecida.
Unas horas mas tarde se encontraba sentada entre Mark y Jonas y se dio cuenta de que habia bebido demasiado. Unos cuantos amigos del grupo se habian reunido en la terraza del hotel para continuar la fiesta con los moteros. La noche era calida aunque ya era casi la una. Martina habia perdido la esperanza de que apareciera. Al menos podria haber llamado. Busco el movil en el bolso, solo para descubrir que no estaba alli. Pero la borrachera hizo que no le diera mayor importancia. Se le habria caido en la hierba en algun sitio, despues lo buscaria. Apuro su vaso y se levanto para ir al servicio, que estaba al doblar la esquina, junto a la puerta principal.
Tenia ganas de fumar, pero se les habia acabado el tabaco y en el bar no vendian. En la habitacion tenia un carton entero y decidio ir a buscar un paquete.
Al salir del servicio continuo hacia el albergue y oyo como se divertian despreocupados en la terraza, alguien punteaba una guitarra.
Cuando entro en el camino que discurria paralelo al mar, se dio cuenta de lo solitario que estaba todo a su alrededor. Antes no se habia fijado en que no habia ninguna casa por alli. La soledad se volvio ahora palpable. Arboles y arbustos bordeaban el camino y en la oscuridad se oia una orquesta invisible de grillos.
Al otro lado del agua chirriaban las maquinas que trabajaban por la noche en el puerto. Un camion cargado de troncos abandono el muelle y paso junto al generador blanco, cuyas aspas se movian indecisas con la suave brisa. Una grua gigantesca con unas garras enormes se alzaba en el aire como un monstruo. Al parecer, la actividad en el puerto no paraba nunca.
La vegetacion se espesaba mas adelante. Los sauces que crecian a ambos lados no habian sido podados, sus ramas curvadas caian sobre el sendero extendiendose las unas hacia las otras como en un efusivo abrazo