– ?En que trabaja?

– Es peluquera, trabaja en el salon de peluqueria que hay enfrente del supermercado Obs, en Ostercentrum.

– Entonces conoce a muchas personas distintas. ?No ha hablado de algun cliente especial ultimamente?

– No, por supuesto que habla de muchos clientes chalados. Pero no ha habido nada especial estos ultimos dias.

– He visto que teneis alarma en la casa. ?Por que?

– Frida queria tenerla cuando nos mudamos. Le da miedo la oscuridad y no se sentia segura. Yo viajo bastante por mi trabajo, y a veces estoy fuera de casa varios dias seguidos. Todo va mucho mejor ahora que tenemos alarma.

Knutas le alargo su tarjeta de visita.

– Si Frida vuelve a casa o te llama, llamame al momento. Te puedes poner en contacto conmigo a cualquier hora llamandome al movil. Lo llevo siempre encima.

– ?Que estais haciendo? -pregunto Stefan Lindh.

– Buscar. Estamos buscando -le respondio Knutas, y se levanto del sofa.

Knutas volvio directamente a la comisaria. Los demas fueron llegando uno tras otro. Ya eran las nueve pasadas cuando se reunieron todos en el despacho del comisario. Todos habian escuchado mas o menos la misma historia. Que Frida se habia encontrado con un hombre con quien estuvo hablando mas de una hora. Ninguna de las amigas lo habia visto antes. Lo describieron como un tipo alto, guapo, con abundante pelo rubio y de unos treinta y cinco anos. Una de las amigas aprecio una barba incipiente. Frida y aquel desconocido habian estado coqueteando a la vista de todos y algunas veces la habia tomado de la mano.

A las amigas aquello les parecio una locura. Casada y madre de tres hijos. ?Que diria la gente? Visby no era grande, y habia muchas caras conocidas en el local.

Las otras se marcharon juntas a casa, puesto que iban en la misma direccion, pero Frida se fue sola en su bicicleta. Era cierto que le gustaba coquetear, pero no creian que fuera capaz de irse a casa de un desconocido. En eso estaban todas de acuerdo.

Sono el telefono movil de Knutas. En el curso de aquella conversacion, que por parte de Knutas consistio sobre todo en juramentos y murmullos circunspectos, al comisario se le mudo el color del rostro, que adquirio un tono grisaceo.

Todas las miradas estaban pendientes de Knutas cuando colgo el telefono. El silencio en el despacho se podia cortar.

– Han encontrado a una mujer muerta en el cementerio -explico muy serio mientras se ponia la chaqueta-. Todo apunta a un asesinato.

El chico que habia encontrado el cuerpo estaba dando un paseo con su perro, que iba sin correa. Al pasar por el cementerio, el animal se fue corriendo hacia la zona de las tumbas, directo a un matorral.

Cuando el equipo de investigacion llego al lugar, ya se habia reunido un grupo de personas en el cementerio. Varios policias acordonaban la zona e impedian que los curiosos se acercaran demasiado.

Uno de los policias condujo al grupo hasta el lugar del hallazgo. El cadaver de la mujer se habia ocultado con ramas dispuestas de tal manera que no llamaran la atencion. Knutas contemplo horrorizado el delicado cuerpo tendido en el suelo. Yacia desnuda boca arriba. El cuello aparecia cubierto de sangre que le habia escurrido sobre el pecho. Presentaba heridas pequenas, de unos centimetros de longitud, en el abdomen, en los muslos y en uno de los hombros. Tenia los brazos extendidos a lo largo del cuerpo, sucios de barro. En las piernas se veian con claridad marcas de rasgunos. La cara espantosamente cerulea. «Parece una muneca de cera», se dijo Knutas. Como si le hubieran sacado toda la sangre. Tenia la piel de un color blanco amarillento y sin brillo alguno. Los ojos, abiertos de par en par y opacos. Cuando Knutas se inclino sobre su cabeza sintio escalofrios. Cerro los ojos y los abrio de nuevo. Un trozo de encaje negro sobresalia de la boca de la victima.

– ?Lo ves? -le pregunto a Karin Jacobsson.

– Si, lo veo.

Su colega se llevo una mano a la boca. Sohlman aparecio detras de ellos.

– El forense esta de camino. Casualmente se encontraba en Visby este fin de semana. A veces, uno tiene que tener suerte. Aun no hemos podido confirmar la identidad de la victima. No lleva bolso, ni monedero, ni carne de identidad, pero solo puede tratarse de Frida Lindh. La edad y la descripcion coinciden. Ademas, ha aparecido una bicicleta entre unos arbustos, al otro lado del camino.

– Esto es terrible -dijo Knutas-. Solo a unos centenares de metros de su casa…

El largo pasillo del edificio de TV, en la zona de Gardel, en Estocolmo, estaba lleno de gente. Aquella tarde se celebraba la fiesta anual de verano de la Television Sueca y todos los empleados de Estocolmo estaban invitados. Habian acudido mas de mil quinientas personas, que daban vueltas por los enormes estudios dispuestos a lo largo del pasillo. Los dias laborables se utilizaban para grabar programas de entretenimiento y algunas series, pero ahora estaban preparados para la fiesta y el baile.

El pasillo se habia transformado en una enorme zona de coctel, con la oferta de diferentes bares.

Alli estaba el imperterrito meteorologo, sonriendo a la periodista de moda. El presentador de un programa daba vueltas con la mirada empanada, como siempre, a la caza de alguna becaria con curvas y poca ropa a la que hincarle el diente. La gente guapa de los programas de entretenimiento se divertia en una de las pistas de baile. Muy a su aire, claramente al margen del resto de la gente que pululaba a su alrededor.

Johan y Peter estaban con sus companeros de Noticias Regionales en uno de los bares, bebian destornilladores mexicanos: tequila con soda, jugo de lima, zumo recien exprimido de lima y limon, y mucho hielo.

Johan bebio un buen trago de aquella mezcla fria. Se habia estresado hasta el ultimo momento con el reportaje acerca de la guerra de bandas en Estocolmo. Le costo mas tiempo del que calculaba y habia tenido que trabajar hasta muy tarde toda la semana. El reportaje no estuvo listo hasta apenas un cuarto de hora antes de su emision.

El trabajo le habia dejado agotado y ahora era agradable relajarse y olvidar la dura semana de esfuerzo. Pese a que habia tenido mucho que hacer, habia pensado en Emma. Y se enfado consigo mismo. No tenia ningun derecho a acercarse a ella, y tal vez meterla en algun lio, pero Emma le habia causado una agitacion que no desaparecia.

El caso de la mujer asesinada ya estaba mas o menos resuelto y eso significaba que ya no habria para el mas viajes a Gotland. Al menos, no en el futuro inmediato. Lo mejor seria olvidarse de ella. Lo habia pensado cien veces a lo largo de aquella semana. Se sabia su numero de telefono de memoria y estuvo varias veces a punto de llamarla, para arrepentirse en el ultimo momento. Era consciente de que la cosa iba mal. Sus expectativas no podian ser peores.

Tomo otro trago de la mezcla y paseo la vista por el mar de gente con ganas de diversion. Algo alejada de alli descubrio a Madeleine Haga. Estaba hablando con unos reporteros de la redaccion central. Bajita, morena y guapa, con pantalones vaqueros negros y un top brillante de color lila. Decidio acercarse a ella.

– Hola, ?que tal?

– Bien -le sonrio-. Solo que un poco cansada, he estado todo el dia trabajando. Estoy ahora con un trabajo largo. ?Y tu?

– Bueno… Bien, bien. ?Quieres bailar?

Habia estado interesado por Madeleine desde que empezo a trabajar de reportera en la redaccion central. Era guapa, de una belleza atrevida. El pelo corto y grandes ojos castanos. A Johan le irritaba que apenas coincidieran. Normalmente tenian distintos horarios y cuando, por fin, coincidian alguna vez, ella siempre parecia ocupada. En ocasiones, no tenia ni siquiera tiempo para saludarla.

Ahora disfrutaba teniendola delante. Bailaba siguiendo el ritmo de la musica, con los ojos entrecerrados y contoneandose. Decidieron pedir una cerveza y sentarse en algun sitio. Algo apartado, esperaba Johan.

Mientras retiraba las dos cervezas frias de la barra del bar, sono el movil. Dudo antes de contestar, pero por ultimo lo hizo. Reconocio al momento aquella voz silbante.

– Han encontrado a otra mujer muerta en Gotland. En el cementerio de Visby. Ha sido asesinada.

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