verse durante las Navidades, segun Kristian Nordstrom. Luego, la cosa debio de continuar durante toda la primavera, pero se rompio en algun momento de aquel verano. El profesor, Jan Hagman, estaba casado y tenia hijos, y evidentemente, opto por quedarse con su esposa. Cuando llego el otono, el habia pedido el traslado a otro instituto.

– ?Sabeis si el profesor sigue viviendo en la isla? – pregunto Kihlgard mientras con la mirada buscaba en el monton de cartones de pizza que habia sobre la mesa por si quedaba algun pedacito todavia.

– Si, vive en el sur de Gotland. Jacobsson y Wittberg estuvieron alli hace unos meses. Su mujer se suicido.

– ?No me digas! -Kihlgard enarco las cejas-. Entonces, el tipo es viudo. ?Cuantos anos tiene?

– Debia de tener unos cuarenta anos cuando mantuvieron la relacion, lo cual significa que le doblaba la edad a Helena. Ahora debe de andar por los sesenta.

El sol vespertino entraba a raudales sobre los bancos de la cocina y el pelo de los ninos brillaba con su resplandor. Emma se inclino sobre Filip y aspiro su olor con satisfaccion. Sus cabellos suaves y rubios le hicieron cosquillas en la nariz.

– Mmm, que bien hueles, carino mio -comento con ternura, y siguio hasta la cabeza siguiente. El pelo de Sara era mas recio y mas oscuro, como el de ella. Volvio a aspirar profundamente. El mismo cosquilleo en la nariz-. Mmm -repitio-, tu tambien hueles de maravilla, mi nina. – Beso a su hija en la cabeza-. Vosotros sois mis angelitos.

Se sento junto a ellos en la isleta, en el centro de la amplia cocina abierta. La cocina era la parte de la casa de la que mas satisfecha se sentia. Olle y ella la habian montado juntos. Una parte, en la que ahora estaban sentados, era la zona de trabajo. Baldosas de gres, azulejos de ceramica sobre la encimera y una gran isleta para cocinar, con la campana extractora colgando libremente encima de la placa de la cocina. Le gustaba estar cocinando y disfrutar al mismo tiempo de la vista del jardin, a traves de la ventana. Tambien disponian de espacio para comer cuatro personas, perfecto para los desayunos rapidos o para tomar el aperitivo antes de una comida con buenos amigos. Un par de peldanos mas abajo estaba el comedor con el suelo de madera de pino tratado, vigas en el techo y una mesa grande de estilo rustico. Las ventanas, que daban hacia todos los lados, hacian que las plantas que tenia en la cocina se sintieran tan a gusto como ella.

Los ninos, encaramado cada uno en su taburete, bebian un batido de cacao y comian bollos de canela recien hechos. Un consuelo, tras el escozor del champu en los ojos y el agua unas veces fria y otras caliente que mama les habia echado por encima en la ducha que se acababan de dar.

Emma los observaba mientras comian. Sara, de siete anos, habia terminado el primer curso. Era una nina alegre, querida y aplicada en la escuela. Con los ojos oscuros y las mejillas sonrosadas. «Ha ido muy bien hasta ahora», penso Emma agradecida. Poso la mirada en Filip, que tenia seis anos. Rubio, con la tez clara, ojos azules y hoyuelos en las mejillas. Bueno, aunque travieso. Se llevaban poco mas de un ano. De eso se alegraba ahora.

Al principio fue duro, con un crio en cada brazo. Sara no habia aprendido aun a andar, cuando nacio Filip. Ademas, Emma no habia finalizado sus estudios. Siguio estudiando el ultimo ano en la universidad con un nino al pecho y otro en la barriga. En estos momentos no podia comprender como habia sido capaz de hacerlo. Pero lo hizo. Con mucha ayuda de Olle, claro esta. El estaba tambien en el ultimo curso de economicas, asi que se turnaron para cuidar a los bebes y estudiar. Habian bregado con los ninos, la pesima economia y los estudios. Entonces vivian en un piso realquilado en Estocolmo. Sonrio al recordar como habia tirado del cochecito doble y comprado el tomate triturado que estaba de oferta en el supermercado Rimi.

Recordaba que habian utilizado panales de tela con protectores de plastico, para ahorrar basura y dinero. Olle se sentaba por la noche y doblaba panales viendo Rapport, mientras ella le daba el pecho. Como habian luchado. Al mismo tiempo, su amor florecia y lo compartian todo.

Entonces creia que iban a estar juntos para siempre. Ahora ya no estaba tan segura.

Sara bostezaba. Eran las ocho. La hora de acostarse. Despues de que se lavaran los dientes, les conto un cuento cortito y, tras darles un beso de buenas noches, se sento en uno de los sofas del cuarto de estar. No se molesto en encender la tele. Se quedo mirando a traves de la ventana. El sol estaba todavia alto en el cielo. «Que extrano, como cambia la perspectiva con la luz -penso-. Ahora, con el jardin inundado de luz, parece absurdo acostar a los ninos. En diciembre, a las cuatro de la tarde ya parece hora de irse a la cama.»

Se acurruco en una esquina del sofa. Se sirvio una taza de cafe. Sus pensamientos volvieron otra vez al pasado.

Ella y Olle tuvieron una buena relacion durante mucho tiempo, claro que si. Cuando los ninos eran pequenos, ella se preocupo de que ambos siguieran teniendo sus agradables cenas los viernes por la noche, a pesar de los llantos de los pequenos y de los cambios de panales. Muchas veces habian estado sentados con una buena cena y las velas encendidas y al mismo tiempo, uno de ellos tenia que arrullar a los ninos, mientras el otro comia para que no se enfriara la comida. Pero a veces salia bien. Y aquellos momentos fueron muy importantes, era consciente de ello.

No se habian olvidado el uno del otro porque hubieran tenido hijos. Un fallo en el que muchos en su circulo de amistades incurrieron, y que a menudo tenia como consecuencia el divorcio. Habian seguido pasandolo bien juntos, entre risas y bromas. Al menos los primeros anos. Entonces, Olle le compraba flores a menudo y le decia lo guapa que era. Ella no se habia sentido nunca tau realizada con nadie. Incluso cuando engordo casi treinta kilos con el primer embarazo, el se quedaba contemplando su cuerpo con admiracion, cuando ella estaba desnuda, y le decia:

– Carino, ?que sexy estas!

Y le creia. Cuando daban una vuelta por la ciudad, se sentia guapa de verdad, hasta que veia su silueta reflejada en un escaparate y advertia que estaba tres veces mas gorda que su marido.

Habian cuidado su amor y ella habia estado enamorada de el durante mucho tiempo.

Los ultimos dos anos, algo paso. No sabia con exactitud cuando se produjo el cambio, solo que se habia producido.

Empezo con las relaciones sexuales. A Emma le parecia que cada vez eran mas aburridas, mas previsibles. Olle hacia lo que podia, pero a ella le costaba sentir deseos de verdad. Seguian haciendo el amor, pero cada vez con menos frecuencia. A menudo, ella solo queria ponerse un camison comodo y leer un buen libro hasta que se le cerrasen los parpados. En el fondo, le angustiaba una sensacion de tristeza. ?Serian capaces de volver a tener las relaciones sexuales que habian tenido antes? Lo dudaba.

Otras cosas habian cambiado tambien. Ahora, Olle era capaz de ir por la vida como un robot y contentarse con ello. Parecia que ya no tenia ninguna necesidad de pensar en algo divertido, algo que pudieran hacer juntos. Si salian a cenar o al cine, tenia que organizarlo ella. Olle estaba satisfecho con que se quedaran en casa. Los ramos de tulipanes y los detalles llegaban mas de tarde en tarde. La diferencia era enorme comparado con los primeros anos, y no hacia sino aumentar con el tiempo.

Volvio a mirar afuera. Olle habia ido a la Peninsula para unas conferencias. Estaria fuera tres dias. Habia llamado dos veces aquel dia. Inquietud en la voz. Le habia preguntado como se sentia. Por supuesto que agradecia su consideracion, pero en aquellos momentos solo queria que la dejaran en paz.

Penso en Johan. No podia volver a verlo. Estaba descartado. Aquello ya habia ido demasiado lejos. Pero como la hizo sentir. Habia olvidado como era. Solo sentir ese deseo salvaje. Y de alguna manera extrana, aquello le habia parecido bien. Como si tuviera derecho a sentirlo, que tenia sentido que todo su cuerpo ardiese. Johan la habia hecho sentirse viva, como una persona completa.

Le dolia ser consciente de ello.

MARTES 19 DE JUNIO

Knutas saludo brevemente a sus colegas, cuando llego casi sin resuello a la sala de reuniones, un cuarto de hora despues que los demas. Se habia quedado dormido aquella manana. Lo desperto Kihlgard, que habia telefoneado a su casa. Se dejo caer en la silla y a punto estuvo de tirar la taza de cafe que tenia delante, en la

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