«Fijate en todo lo que se ahorran quienes viven en Gotland y en lo que tienen que soportar los residentes en Estocolmo: el trafico, las colas, el estres, el metro… Todo tiene que ir a toda pastilla.» Sin ir mas lejos, la ultima vez que estuvo en casa despues del primer viaje a la isla, percibio la diferencia con toda claridad. Desde el mismo momento en que se bajo del barco en el puerto de Nynashamn, acelero el paso sin darse cuenta. Se sentia molesto en los comercios en cuanto tenia que esperar un poco. El estres formaba parte de las grandes ciudades. Las personas no se miraban de la misma manera que en Gotland, donde habia tiempo para charlar y para mirar a los demas. La vida era mas pausada y mas agradable. Mas reposada. Ademas, siempre le habia gustado mucho Gotland, con su maravillosa naturaleza y el mar cerca. Y estaba Emma. Seria capaz de mudarse por ella. ?Querria Emma? No lo sabia. Tendria que esperar a ver lo que pasaba. Sobre todo, tenian que verse mas.
JUEVES 21 DE JUNIO
El zumbido del torno de alfarero era el unico ruido que se oia. Gunilla Olsson estaba sentada con las piernas abiertas en una sencilla silla de madera, trabajando, con un pie en el pedal que controlaba la velocidad del torno. Alta al principio, cuando empezaba con una masa nueva de arcilla, despues mas baja.
El sol del atardecer brillaba a traves de las ventanas que se abrian en una de las paredes. Era la vispera del solsticio de verano, el dia con mas horas de luz del ano. Fuera, los gansos aun no tenian idea de que fuese hora de retirarse. Andaban dando vueltas, picoteaban hierba y graznaban a coro.
Echo otro monton de arcilla de Gotland en el torno. Se mojo las manos en el cubo que tenia al lado y dejo que los dedos se posaran con suavidad y precision sobre la masa de arcilla, mientras el torno le daba vueltas y mas vueltas.
El taller estaba lleno de estanterias con objetos de ceramica: tiestos, jarras, platos, cuencos y floreros. En las paredes de madera habia restos de arcilla reseca. Un espejo colgaba de la pared. Polvoriento y manchado, era casi imposible mirarse en el.
Empezo a tararear una cancion mientras trabajaba. Estiro un poco la espalda y se echo otra vez la trenza hacia atras por encima del hombro. Solo moldearia otro par de tiestos. Despues lo dejaria.
El pedido que estaba a punto de rematar supuso muchas semanas de trabajo duro, pero le iba a reportar un buen dinero con el cual podria mantenerse buena parte del invierno. Habia decidido tomarse un par de dias libres durante el fin de semana en que se celebraba
Hacia muchos anos que Gunilla no celebraba la fiesta de
Gunilla volvio a casa para abortar. Deprimida y sin amigos, se concentro en su trabajo. Y le fue bien. Ofrecio varias exposiciones en las que vendio mucho y ahora el negocio estaba encarrilado. Ademas, habia trabado nuevas amistades ultimamente. Cecilia era una de ellas.
Los graznidos de los gansos la sacaron de sus ensonaciones. Gritaban como alborotados. «?Joder! -rezongo para si, porque no queria interrumpir su trabajo precisamente cuando estaba dando forma a la parte superior del tiesto-. ?Que diablos les pasa?»
Se incorporo un poco y miro por la ventana. Los gansos estaban apinados en el patio. Miro a uno y otro lado. No noto nada extrano, y se volvio a sentar, decidida a terminar los dos ultimos tiestos. Quiza fuese una sonadora, pero siempre habia sido disciplinada.
Los gansos se callaron y, de nuevo, el zumbido ritmico del torno fue el unico sonido.
Tenia la mirada concentrada en la masa del torno. La forma del tiesto ya estaba casi lista.
De repente se inmovilizo. Algo se habia movido fuera de la ventana. O alguien. Como si hubiera cruzado una sombra. ?O eran figuraciones suyas? No estaba segura. Detuvo el torno. Escucho, se quedo esperando, sin saber con exactitud que.
Se giro en la silla con cuidado. Recorrio el taller con la mirada. Hacia la puerta. La puerta que daba al patio estaba entreabierta. Vio pasar corriendo un ganso. Eso la tranquilizo. Tal vez no fuera mas que el ganso.
Piso de nuevo el pedal y el torno volvio a girar.
Crujio el suelo. Entonces supo que habia alguien alli. El espejo de la pared atrajo su atencion. ?Era alli donde habia visto algo? Interrumpio de nuevo el trabajo y aguzo el oido. Tenia los cinco sentidos en tension. Aflojo la presion del pie sobre el pedal. Instintivamente se seco las manos en el delantal. Otro crujido. Habia alguien en el cuarto, pero no anunciaba su presencia. El taller presagiaba peligro. El recuerdo de las dos mujeres asesinadas cruzo por su mente, veloz como una golondrina. Se quedo quieta, incapaz de moverse.
Entonces vio reflejada una figura en el mamchado espejo de la pared.
Sintio un alivio infinito. Dejo escapar el aire que se habia quedado paralizado en sus pulmones y tomo aliento.
– ?Oh! Eras tu -dijo sonriendo-. Me has dado un buen susto. -Se dio la vuelta hacia quien habia llegado-. Ya sabes, he oido ruido y pense inmediatamente en ese loco que anda por ahi matando mujeres y…
No tuvo tiempo de decir mas; el hachazo le dio de lleno en la frente y cayo de lado y hacia atras. En la caida se llevo con el brazo el tiesto al cual acababa de dar forma, y que aun conservaba el calor de sus manos.
VIERNES 22 DE JUNIO
Al ver que Gunilla no contestaba al telefono el jueves por la tarde, ni el dia de
«?Por que no me llamara esta mujer?»
Gunilla habia quedado en llamarla el jueves por la tarde. Quiza hubiese estado trabajando y se le hubiera hecho tarde. Cecilia sabia lo que pasaba. Pues ella tambien era artista.
Cecilia ya se encontraba en la casa de Katthammarsvik, adonde llego la tarde anterior, cargada con la comida y el vino. Comerian arenques con patatas nuevas a mediodia, y despues, por la noche, iban a asar unas rodajas de salmon a la parrilla. Nada de pistas de baile, ni fiestas y, lo mas importante, sin mas gente. Solo ellas dos. Beberian vino y hablarian de arte, de la vida y del amor. Por ese orden.
Cecilia habia preparado un arreglo floral con una decoracion sencilla, con flores y algunas ramas de abedul. Iban a comer fuera, disfrutando de la tranquilidad y el silencio. El parte meteorologico de la radio anunciaba anticiclon todo el fin de semana.
?Donde estaria Gunilla? Ya eran mas de las once, y habia llamado varias veces, tanto a su casa como al taller y al movil.
?Por que no contestaba? Tal vez hubiera enfermado de repente, o quiza se habia lesionado. Podia haber ocurrido cualquier cosa. Los pensamientos se le agolpaban en la cabeza, mientras preparaba las cosas. Cuando dieron las doce, decidio subir al coche y acercarse a casa de su amiga.
Gunilla vivia algo alejada de Katthammarsviken. Su casa estaba fuera, en el campo, en la parroquia de Nar. Habia mas de 20 kilo-metros.