Cecilia se sento en el coche con un desasosiego que aumentaba por momentos.
Cuando entro en el patio, los gansos corrian como enloquecidos de un lado para otro. Graznaban histericos. La puerta del taller de ceramica estaba entornada. La empujo y entro.
Lo primero que vio fue la sangre. En el suelo, en las paredes, en el torno. Gunilla yacia boca arriba en medio del taller, tendida en el suelo cubriendose la cabeza con los brazos. El grito de Cecilia se ahogo en su garganta.
Knutas contemplo a su mujer con ternura. Le acaricio la mejilla, pecosa y bronceada. Era la persona mas pecosa que habia visto en su vida, y amaba cada uno de sus lunares. El sol calentaba el suelo, de manera que los ninos podrian correr descalzos. La mesa alargada estaba dispuesta con la fina vajilla de porcelana de Rorstrand, con sus diminutas flores azules, las servilletas estaban alineadas con los vasos y los cubiertos relucian. Los jarrones de porcelana estallaban de flores de los prados: margaritas, geranios silvestres, saxifragas y amapolas. Los arenques ya estaban dispuestos en sus platos: arenques con salsa de mostaza, arenques con aguardiente, arenques en escabeche y su propia especialidad domestica, arenques al jerez, que quemaba suavemente en la lengua. Las patatas nuevas, que acababan de ser llevadas a la mesa, aun despedian vapor en sus cuencos. Suaves y blancas, y con ramitas de eneldo que realzaban su grato sabor a verano.
El canastillo del pan estaba lleno de piezas crujientes, redondas y cuadradas, y del admirado pan plano de su madre. Habia gente que viajaba a Gotland solo para comprar ese pan, que solo se vendia en la panaderia de sus padres en Kappelshamn.
Contemplo el jardin, en donde los invitados estaban decorando el arreglo floral que se erguia, alto y magnifico, en medio del cesped. Los ninos ayudaban con entusiasmo.
Habian venido su hermana y su hermano con sus respectivas familias. Sus padres y sus suegros se encontraban tambien alli, lo mismo que algunos vecinos y buenos amigos. Su mujer y el habian convertido en una tradicion el convite para celebrar
Sintio un cosquilleo en la mano. Una mariquita ascendia hacia su muneca. Se la quito de encima. La celebracion de la fiesta del solsticio de verano significaba un parentesis agradable en la investigacion de los asesinatos. Sobre todo, porque tenia la impresion de que estaban empantanados. Era frustrante ver que no avanzaban, mientras el asesino quiza estuviese planeando su siguiente crimen. Knutas pensaba que debieran remontarse a un tiempo anterior en la investigacion. Lo habia discutido con Kihlgard. Su colega lo tenia claro: estaba convencido de que el asesino era alguien a quien las mujeres habian conocido recientemente. Por supuesto, no era capaz de aportar ninguna prueba concreta que avalara su tesis. Algo consistente. En cambio, el comisario de la policia nacional no se quedaba atras a la hora de criticar el trabajo de sus companeros policias de Visby. Kihlgard tenia ideas propias acerca de todo, desde las pequenas rutinas diarias hasta como desarrollaban la investigacion y los metodos que utilizaban en los interrogatorios. Incluso se habia llegado a quejar de que el cafe de las maquinas de la comisaria era demasiado flojo. Tonterias. Ahora lo que debian hacer era concentrarse en la persecucion del asesino. Pero hoy no. Necesitaba este parentesis. Pasar unas horas agradables con la familia y los amigos. Incluso habia pensado emborracharse. La investigacion tendria que esperar hasta el dia siguiente. Entonces iba a apremiar a los investigadores para que indagaran mas atras en el pasado de las victimas.
Volvio a asaltarle la inquietud, pero desaparecio cuando su esposa saco las botellas empanadas de snaps bien frio y las coloco en la mesa. Se le hizo la boca agua. Corto un poco de queso de Vasterbottenost curado y se lo metio en la boca y luego hizo sonar el viejo cencerro que usaban siempre para llamar a la mesa.
– ?A comer! -grito.
Cuando los invitados se hubieron servido, alzaron sus copitas de snaps y Knutas dio la bienvenida a todos brindando por el verano.
Justo en el momento en que se llevaba el chupito a la boca, sono el movil en el bolsillo interior de su chaqueta. Alargo la mano algo indeciso.
«?Quien cojones puede llamar ahora, en mitad de la celebracion de
La casa de veraneo del comisario estaba en la parte mas alta de Lickershamn, al noroeste de Gotland. Gunilla Olsson, la nueva victima, vivia en Nar, en el sudeste. Knutas tardaria por lo menos una hora y media en llegar en el coche hasta alli.
Era algo mas de la una del dia del solsticio de verano mas caluroso en muchos anos. El termometro marcaba casi treinta grados. Por el camino recogio a Karin Jacobsson y a Martin Kihlgard en Tingstade, donde vivian los padres de Karin. Ella habia invitado a Kihlgard a su fiesta.
El resto de los companeros del grupo de la policia nacional se habia ido a Estocolmo, para pasar el fin de semana con sus familias. Kihlgard insistio en quedarse en la isla. Por si pasaba algo.
– Esto es precisamente lo que necesitabamos -observo en el coche, mientras el paisaje cuajado de flores propio del verano pasaba a toda velocidad ante la ventanilla-. Tenia que ocurrir algo nuevo para que pudieramos avanzar. Estabamos bloqueados.
A Kihlgard le habia dado tiempo a tomarse unos trozos de arenque y unas copitas de aguardiente, y expelia sus vapores al hablar. Knutas se puso blanco como el papel. Se desvio junto a unos contenedores que habia al lado de la carretera y freno en seco. Salio a toda prisa del coche, abrio la portezuela de atras y saco a Kihlgard del vehiculo.
– ?Que cono de estupideces estas diciendo? ?Es que te has vuelto loco? -le grito.
Kihlgard se quedo tan pasmado que no supo como reaccionar. Lo hizo defendiendose.
– ?Que demonios haces? Tengo razon, y lo sabes. Tenia que pasar algo por cojones. Esta claro que no ibamos a ninguna parte.
– ?Que quieres decir, cabron? -aullo Knutas-. ?Como cono puedes decir que esta bien que una mujer joven haya sido asesinada por un psicopata? ?Estas mal de la cabeza tu tambien?
Karin, que se habia quedado dentro del coche, salio y los separo. Agarro a Knutas que tenia asido a Kihlgard por el cuello de la camisa. Dos botones habian saltado por los aires.
– ?Es que os habeis vuelto locos los dos? -grito-. ?Como podeis comportaros asi? ?No os dais cuenta de que hay gente mirando?
Los dos hombres, muy cortados, miraron con sorpresa hacia la carretera. Al otro lado habia una granja desde donde un grupo de personas vestidas de fiesta y con coronas de flores en la cabeza miraba hacia el coche policial y los dos hombres enfurecidos.
– ?Uy! ?Joder! -exclamo Knutas recuperando la compostura.
Kihlgard se ajusto la ropa, hizo una leve inclinacion dirigida al publico y se volvio a sentar en su sitio.
Continuaron el viaje en silencio. Knutas estaba furioso, l'enso que mejor seria dejar la discusion para otro momento. La frustracion por no haber logrado encontrar al asesino debia de haberles afectado a todos ellos.
Karin se sento en el asiento del copiloto. No dijo nada. Knutas comprendio que estaba disgustada.
Para evitar oir los juramentos de Kihlgard, Knutas puso la radio. Bajo el cristal de la ventanilla. Un asesinato mas. La locura. Otra mujer. Hachazos y las bragas en la boca. ?Cuando iba a acabar aquello? No habian avanzado nada en la investigacion. En ese punto, Kihlgard tenia razon. Se iba preparando mentalmente para el espectaculo que presenciarian en unos momentos. Lanzo una mirada al lado. A Karin. Permanecia callada y mirando al frente.
– ?En que piensas? -le pregunto.
– Tenemos que echar el guante al asesino. ?Ya! -dijo con determinacion-. Esto va a asustar mucho a la gente.
La policia ya habia acordonado el lugar cuando llegaron a la casa. Sohlman y sus colegas estaban trabajando para proteger las posibles huellas.
Aparcaron el coche en el patio cubierto de guijarros y se apresuraron a subir por la empinada escalera de piedra. Cuando entraron en el taller, los tres retrocedieron instintivamente. Habia salpicaduras de sangre en las paredes, el suelo y las estanterias. El olor dulzon y pesado a cadaver hizo que se cubrieran la boca con la mano. Karin se volvio y vomito en la escalera.
– ?Joder! -exclamo Kihlgard-. Es lo peor que he visto.