exigencias, una madre que no esperase nada, que solo estuviese alli. No lo consiguio. En vez de eso, lo habia excluido, y constantemente estuvo buscandole fallos. Se esforzo, vaya si se esforzo, pero nunca era lo bastante bueno. Su madre no supo que habia sido atormentado y humillado. Se lo tuvo que tragar todo el solo, verguenza incluida. Nunca sintio que pudiese contarselo.

Sus propios fracasos se los habia achacado a el. Por su culpa, no pudo ver realizado su sueno: estudiar enfermeria.

El tenia que sufrir porque su madre estaba insatisfecha con su vida. Porque no obtenia un buen trabajo. Porque no queria a su marido. Se habia convertido en una mujer amargada, arrugada, que solo sentia compasion de si misma.

?De que se habia responsabilizado su madre? ?De su propia vida? ?De la de sus hijos? ?De el?

Sintio tal oleada de odio que le impedia pensar, mientras ella, rezongando, iba sacando las cosas.

Que persona mas deplorable. Ya no podia esperar mas. En tres zancadas llego donde ella estaba y la agarro por detras.

– ?Que haces? -grito, mientras la tenia bien sujeta.

Saco un trozo de cuerda que se habia guardado en el bolsillo y le ato las manos atras. Luego, la empujo hasta la entrada, abrio la puerta con el codo y la arrastro a traves del patio hasta el granero. Ella gritaba y pataleaba. Le mordio la mano con tal fuerza que empezo a sangrar. El dolor no le hizo perder la calma. No dijo nada. Ahora tenia la sarten por el mango. La sujeto con mas fuerza aun, mientras asia la gruesa soga que habia dejado preparada aquella manana. Ya tenia preparado el lazo y la soga amarrada a una de las vigas del techo. Le sujeto bien las munecas y la obligo a abrir los dedos y acercarse a la silla, antes de empujarla para que se subiera a ella. El subio por una escalera que habia al lado y la obligo a tocar la viga y la soga con el nudo y todo.

Cuando tuvo todo listo, vio que lo miraba con expresion de asombro. Se habia callado; le temblaba el labio inferior. «Que fea es», constato con frialdad. Comprobo el lazo por ultima vez.

Se coloco frente a ella y la miro a su vez, con una mirada llena de odio. Sintio una paz interior que no habia sentido nunca. Una tranquilidad absoluta que lo lleno como si fuera leche caliente.

Sin dudarlo, dio una patada a la silla.

El auricular no funcionaba.

?Por que se habia cortado la linea? Ya habia ocurrido otras veces que el telefono dejara de funcionar cuando habia tormenta. ?O quiza habian cortado el cable? El pensamiento aterro a Emma. Tenia que usar el telefono movil. Estaba en la cocina. Corrio hasta alli y marco el numero de Johan. No logro comunicar con el. Ah, si, la cobertura alli era muy mala. Mierda. ?Y si el asesino andaba cerca? No podia haber entrado en la casa, lo habria oido. Johan tardaria una hora larga en llegar. Quiza hora y media.

Recordo que habia dejado abierta una ventana en el dormitorio, y subio corriendo para cerrarla. Cuando se puso de puntillas para empunar el pasador de la ventana, lo vio. Estaba al otro lado del muro, justo al lado del jardin. Supo que era el, aun sin reconocerlo. La miro. Alcanzo a ver que vestia ropa oscura, antes de esconderse detras de las cortinas.

No tendria ninguna posibilidad de defenderse contra el. Salio a toda prisa del dormitorio y busco algo que pudiera servirle de arma.

«Johan habra llamado a la policia -penso-. Tengo que arreglarmelas hasta que lleguen. Pero ?como demonios lo hago?»

Estaria tratando de entrar, ahora que la habia visto. Donde mas posibilidades tenia de encontrar un arma era en la cocina. Alli, al menos, habia cuchillos. Cuando tomo la decision de atreverse a bajar la escalera, oyo que se abria la puerta de la calle.

Cayo en la cuenta de que no la habia cerrado. ?Como podia habersele olvidado eso? Se maldijo a si misma.

Se fijo en el bate de beisbol de su hermana, apoyado contra la pared en uno de los rincones de la habitacion. Julia habia llegado a casa con el, despues de un ano en Estados Unidos, con ocasion de un intercambio. No lo habian usado nunca, pero ahora podia ser de utilidad.

Tingstade, Larbro y luego, a toda velocidad, hacia el estrecho de Farosund. Knutas volvio a consultar el reloj del salpicadero. Los minutos volaban. Habia hablado con los dos policias locales de Farosund, el opinaba que actuaron con excesiva lentitud, pero ya se encontraban en el cruce de Sudersand y acababan de tomar el desvio hacia Ekeviken y Skar. La lluvia, que caia como una cortina delante del coche y dificultaba la visibilidad, no contribuia a hacer el trayecto mas facil. Eran las seis y cuarto de la tarde, y por suerte el trafico no era intenso. Karin iba sentada a su lado con el movil pegado al oido, ocupada en informar a Kihlgard.

Intento en repetidas ocasiones ponerse en contacto con Emma a traves de su telefono movil. Una obstinada voz metalica repetia que el numero marcado no estaba disponible en aquellos momentos y que lo intentara pasados unos minutos. El telefono de la casa no daba ni senal de llamada.

Knutas conducia deprisa, concentrado en la carretera principal que conducia hacia Farosund. Tenian que llegar donde estaba Emma Winarve a tiempo. Piso el acelerador a fondo mirando fijamente a la carretera a traves de la cortina de agua que caia sobre el parabrisas. Trazaba las curvas lo mejor que podia.

Karin acabo la conversacion.

– Kihlgard esta de camino con algunos de su grupo. Viene detras de nosotros. ?Joder! -exclamo mirandolo.

– ?Cuantos nos dirigimos hacia la casa?

– Pues los dos policias locales, que pronto estaran alli, nosotros y tres coches patrulla mas. En total seremos diez. Todos con chaleco antibalas, menos yo.

– Tu te quedaras fuera vigilando -dijo Knutas-. Lo esencial es que no llegue antes que nosotros. Pero vamos a necesitar refuerzos, puede que tengamos que acordonar la zona. Llama y pide mas coches, diles que traigan tambien los perros. Ademas, tenemos a ese periodista loco de la tele que esta de camino el solo. He intentado disuadirle, y ahora tampoco contesta al movil. Ojala no complique las cosas.

El museo al aire libre de Bunge aparecio a la derecha de la carretera y poco despues estaban ya en Farosund.

En la darsena de los transbordadores se encontraron con el cordon policial y con varios bomberos que vivian en Farosund, que habian recibido ordenes de la policia local para que vigilaran el cordon de los transbordadores hasta que llegara la policia. Knutas los saludo agradecido e inmediatamente el transbordador que habia estado esperandolos se puso en marcha sobre las aguas del estrecho.

La tormenta y la lluvia habian cesado. Emma estaba detras de la puerta del cuarto de invitados. No se le ocurrio otro sitio donde esconderse. Oia debilmente el sonido de la radio en el piso de abajo. Solo deseaba poder atravesar la pared y desaparecer. Tenia los musculos tensos y se concentraba en intentar contener la respiracion. Las caras de sus ninos pasaron ante sus ojos. Tenia ganas de llorar, pero se reprimio.

De pronto oyo el conocido crujido de la escalera. Con sigilo, atisbo el pasillo a traves de la abertura que habia detras de la puerta. Su corazon latia con tanta fuerza que penso que se oiria. Le vio la mano; empunaba un mango. Era un hacha. Se le escapo un sollozo tembloroso. Se mordio la mano para evitar que la oyera. El hombre entro en el dormitorio de sus padres. Tomo una decision instantanea. Salio al pasillo y dio dos saltos escaleras abajo, antes de que el fuera tras ella. Dio un traspie y cayo de cabeza en el suelo del cuarto de estar. La agarro del tobillo cuando trataba de levantarse del suelo. Se volvio con un alarido y consiguio golpearle de lleno la mano con el bate de beisbol. El intruso grito y aflojo la presa lo suficiente como para que pudiera ponerse en pie.

Sollozando, llego a tropezones hasta la entrada, con la vista puesta en la puerta de la calle. Agarro el tirador, pero la puerta estaba cerrada y no tuvo tiempo de abrirla antes de que se abalanzara sobre ella. La agarro del pelo y la arrastro hacia atras, hasta la cocina.

– Desgraciada, jodida guarra -chillo-. Zorra, hija de puta. Ahora te vas a callar. Maldita puta asquerosa.

La empujo hasta tenerla sentada, sujetandola por el cuello con una mano.

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