sacarle la lengua.

– Oye, pero ?tu cuantos anos tienes, dieciocho o cinco? -pregunto Anna, que se echo a reir sin poder evitarlo-. ?Y como estais tan seguras de que sera un nino?

– Porque mama dice que cuando el trasero se pone tan rollizo como el tuyo, va a ser nino.

– ?Chist! -salto Belinda mirando con furia a Lisen, que no comprendia cual era el problema-. Perdona.

– No pasa nada -respondio Anna, aunque se sentia un tanto ofendida. O sea, que la exmujer de Dan pensaba que le habian engordado las posaderas. Pero ni siquiera comentarios como aquel, que, ademas, tenia que admitir que encerraba cierta dosis de verdad, eran capaces de arruinar su buen humor. Habia tocado el fondo mas absoluto, y no era exageracion, y sus hijos con ella. Emma y Adrian eran hoy, a pesar de todo lo que habian sufrido, dos ninos seguros y equilibrados. A veces le costaba creerlo.

– ?Te portaras bien, ahora que tenemos visita? -pregunto su madre mirandolo muy seria.

El asintio. Jamas se le ocurriria portarse mal y avergonzar a su madre. Nada deseaba mas que agradarle en todo, para que siguiera queriendolo.

Sono el timbre de la puerta y ella se levanto bruscamente.

– Ya estan aqui. -Oyo la expectacion en la voz de su madre, un tono que lo llenaba de inquietud. A veces su madre se transformaba en otra persona, precisamente despues de que el advirtiera aquel tono que ahora vibraba entre las paredes de su dormitorio. Claro que no tenia por que ser asi en esta ocasion.

– ?Te guardo el abrigo? -Oyo la voz de su padre abajo, en el recibidor, y el murmullo de voces de los invitados.

– Baja tu primero, yo ire enseguida. -Su madre lo apremio con un gesto de la mano y el percibio una rafaga de su perfume. La vio sentarse delante del tocador y comprobar una vez mas el pelo y el maquillaje, y como admiraba su propia figura en el gran espejo de la pared. El se quedo alli fascinado, observandola. Sus miradas se cruzaron en el espejo y ella fruncio el ceno.

– ?No te habia dicho que fueras bajando? -pregunto enojada. El sintio que la negrura se apoderaba de el por un instante.

Avergonzado, bajo la cabeza y se encamino hacia el rumor procedente del pasillo. Debia portarse bien. Su madre no tendria por que avergonzarse de el.

El aire frio le rasgaba la garganta. Le encantaba aquella sensacion. Todos pensaban que estaba loco cuando salia a correr en pleno invierno, pero el preferia salir a correr las millas que se proponia con el frio del invierno, que hacerlo con el agobiante calor estival. Y asi, en fin de semana, aprovechaba para correr una vuelta mas.

Kenneth echo una ojeada al reloj de pulsera. Tenia incorporado todo lo que necesitaba para que el entrenamiento le rindiera al maximo. Pulsometro, contador de pasos, incluso tenia alli almacenados los tiempos de los ultimos entrenamientos.

El objetivo era ahora la Maraton de Estocolmo. Habia participado ya dos veces con anterioridad, en la Maraton de Copenhague. Llevaba veinte anos entrenandose y, si le daban a elegir, le gustaria morirse dentro de veinte o treinta anos, en plena carrera. Porque la sensacion de estar corriendo, de que le volaban los pies por encima del suelo con un golpeteo acompasado, a un ritmo constante que al final parecia fundirse con los latidos del corazon, esa sensacion no se parecia a ninguna otra. Incluso el cansancio, la sensacion muda de las piernas cuando el acido lactico se dejaba notar, era algo que habia aprendido a apreciar cada vez mas a medida que pasaban los anos. Cuando corria, sentia la vida dentro de si. No se le ocurria otra forma mejor de explicarlo.

Al acercarse a su casa, empezo a aminorar el ritmo. Siguio dando saltitos sin moverse del sitio justo delante de la escalinata y luego se agarro a la barandilla para estirar los musculos de las piernas. El vaho se le quedaba suspendido delante de la cara y se sintio limpio y fuerte despues de dos millas a un ritmo mas o menos rapido.

– ?Eres tu, Kenneth? -se oyo la voz de Lisbet desde el cuarto de invitados cuando entro y cerro la puerta.

– Si, querida, soy yo. Voy a darme una ducha rapida y enseguida estoy contigo.

Ajusto la rosca del grifo y puso el agua ardiendo antes de colocarse bajo los afilados rayos de agua. Casi podia decirse que aquello era lo mas agradable de todo. Tanto que le costaba alejarse de alli. Tirito de frio al salir de la ducha. El resto del bano parecia un iglu.

– ?Podrias traerme el periodico?

– Por supuesto, querida. -Vaqueros, una camiseta y un jersey, y ya estaba listo. Metio los pies en un par de zuecos de goma que habia comprado el verano anterior, salio y fue corriendo hasta el buzon. Al coger el periodico, descubrio un sobre blanco atascado en la juntura del fondo. Debio de pasarlo por alto el dia anterior. Al ver su nombre escrito con tinta negra sintio un pinchazo en el estomago. ?No, otra no!

No habia acabado de entrar en la casa cuando abrio el sobre y saco la tarjeta que contenia, cuyo mensaje leyo de pie, en el recibidor. Era breve y extrano.

Kenneth le dio la vuelta a la tarjeta para ver si habia algo en el reverso, pero no. Solo aquellos dos renglones de significado criptico.

– Kenneth, ?donde te has metido?

Se guardo la carta rapidamente.

– Estaba mirando una cosa, eso es todo. Ya voy.

Se encamino a la puerta de la habitacion de Lisbet con el periodico en la mano. La tarjeta blanca, escrita con letra elegante, le quemaba en el bolsillo.

Se habia convertido en algo asi como una droga. Estaba enganchada al subidon que experimentaba cada vez que leia su correo, le registraba los bolsillos, leia a escondidas la factura del telefono. Y cada vez que no encontraba nada, notaba que se le relajaba todo el cuerpo. Claro que no le duraba mucho. La angustia no tardaba en fermentar de nuevo y la tension iba aumentando gradualmente en todos los musculos hasta que el razonamiento logico de no hacerlo, de que debia contenerse, perdia fuerza. Y entonces volvia a sentarse al ordenador. Escribia la direccion de su cuenta de correo y la contrasena, que habia adivinado sin problemas. Era la misma para todo, su fecha de nacimiento, asi la recordaba facilmente.

En realidad, aquella sensacion que le desgarraba el pecho, que le destrozaba las entranas hasta que lo unico que deseaba era gritar con todas sus fuerzas, no tenia fundamento alguno. Christian jamas habia hecho nada que le proporcionase el menor motivo de sospecha. Durante los anos que llevaba vigilandolo, jamas encontro el menor indicio de nada que no estuviese a la vista. Christian era como un libro abierto, y, al mismo tiempo, no lo era. A veces, ella notaba que se hallaba en un lugar completamente distinto, en un lugar al que a ella le estaba negado el acceso. ?Y por que no contaba nunca casi nada de su pasado? Segun el, hacia ya mucho que sus padres habian fallecido, y jamas habian hablado de visitar a la familia que sin duda tendria. Tampoco tenia amigos de la infancia ni lo llamaba nunca ningun viejo conocido. Era como si hubiese empezado a existir en el mismo momento en que la conocio a ella y se mudo a Fjallbacka. Ni siquiera pudo ir con el al apartamento de Gotemburgo cuando se conocieron, sino que fue el solo con un camion de mudanzas a recoger sus escasas pertenencias.

Sanna recorria con la vista los mensajes de la bandeja de entrada. Algunos de la editorial, varios periodicos que querian entrevistarlo, informacion municipal relacionada con su trabajo en la biblioteca. Eso era todo.

Experimento la misma sensacion maravillosa de siempre cuando cerro el servidor. Antes de apagar el ordenador, comprobo por pura rutina el historial de visitas de paginas web, pero alli tampoco habia nada extraordinario. Christian habia entrado en el Expressen, en el Aftonbladet y en la pagina de la editorial, y habia estado mirando una nueva silla infantil para el coche en Blocket.

Pero estaba lo de las cartas. El insistia con pertinacia incansable en que ignoraba quien le enviaba aquellas lineas misteriosas. Aun asi, habia algo en su tono de voz que lo contradecia. Sanna no era capaz de poner el dedo en la llaga, de decir exactamente que era lo que la estaba volviendo loca. ?Que era lo que Christian no le contaba? ?Quien le escribia aquellas cartas? ?Seria una mujer, una antigua amante? ?Una amante actual?

Abrio y cerro los punos varias veces y se obligo a respirar de nuevo con normalidad. El alivio habia sido pasajero y ahora trataba en vano de convencerse de que todo era normal. Seguridad. Era lo unico que pedia. Queria saber que Christian la queria.

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