Sin embargo, en el fondo de su corazon, sabia que el nunca le habia pertenecido. Que el siempre, todos aquellos anos que llevaban juntos, habia buscado otra cosa, a otra persona. Sabia que jamas la habia querido. No de verdad. Y un dia, Christian encontraria a la persona con la que en realidad queria estar, la persona a la que queria, y ella se quedaria sola.

Se quedo un rato sentada en la silla de escritorio, con los brazos cruzados. Luego se levanto. La factura del movil de Christian habia llegado el dia anterior. Le llevaria un rato revisarla.

Erica deambulaba sin rumbo por toda la casa. Aquella espera eterna la desquiciaba. Ya habia terminado el ultimo libro y no tenia fuerzas para iniciar un nuevo proyecto. Y tampoco podia trajinar mucho en casa sin oir la protesta de la espalda y las articulaciones. De modo que se dedicaba a leer o ver la tele. O, como ahora, a vagar un rato por la casa, muerta de frustracion. Pero hoy, al menos, era sabado y Patrik estaba en casa. Se habia llevado a Maja a dar un paseo para que le diese un poco el aire y Erica contaba los minutos que faltaban para que volvieran a casa.

El timbre de la puerta la sobresalto y el corazon le dio un vuelco. No tuvo tiempo de reaccionar cuando la puerta se abrio y entro Anna.

– ?Tu tambien empiezas a desesperarte? -dijo quitandose la bufanda y el chaqueton.

– ?Tu que crees? -respondio Erica, aunque mucho mas contenta.

Entraron en la cocina y Anna solto encima de la encimera una bolsa llena de vaho.

– Recien salidos del horno. Los ha hecho Belinda.

– ?Que los ha hecho Belinda? -pregunto Erica intentando imaginarse a la hijastra mayor de Anna amasando con el delantal puesto y las unas pintadas de negro.

– Esta enamorada -declaro Anna, como si eso lo explicase todo. Lo cual, por cierto, quiza fuese verdad.

– Vaya, pues yo no recuerdo haber sufrido nunca ese efecto secundario -dijo Erica poniendo los bollos en una bandeja.

– Al parecer, el joven le dijo ayer que le gustaban las chicas hacendosas. -Anna enarco una ceja y miro a Erica.

– Vaya, no me digas.

Anna se echo a reir mientras cogia uno de los bollos.

– Tranquila, tranquila, no tienes que ir a su casa a castigarlo. Conozco al chico y, creeme, Belinda tardara una semana en cansarse de el, luego volvera con esos cerdos vestidos de negro que tocan en bandas dudosas y pasan completamente de que sea hacendosa.

– Eso espero. Pero la verdad es que los bollos no estan nada mal. -Erica cerro los ojos para dar un mordisco. Los bollos recien hechos eran lo mas parecido a un orgasmo que podia experimentar en aquel estado.

– Pues si, la ventaja de que tengamos la pinta que tenemos es que podemos zamparnos todos los bollos que queramos -dijo Anna hincandole el diente al segundo.

– Ya, pero luego nos pasara factura -le advirtio Erica, que no pudo evitar seguir el ejemplo de Anna y coger otro bollo. Belinda tenia autentico talento natural.

– Yo creo que, con los gemelos, lo perderas todo y mas -rio Anna.

– Si, supongo que tienes razon. -Erica se quedo pensando abstraida y su hermana adivino en que.

– Todo ira estupendamente. Ademas, esta vez no estas sola. Yo te hare compania. Podemos colocar dos sofas delante de Oprah y pasarnos los dias enteros dando el pecho.

– Y turnarnos para llamar y pedir la comida por telefono cuando nuestros senores lleguen a casa.

– Exacto, ya lo ves. Sera genial. -Anna se chupo los dedos y se repantigo con un lamento-. Ay, estoy llena. - Subio las piernas hinchadas, las coloco en la silla de enfrente y cruzo las manos encima de la barriga-. ?Has hablado con Christian?

– Si, estuve en su casa el jueves. -Erica siguio el ejemplo de Anna y subio las piernas ella tambien. El bollo solitario que quedaba en la bandeja la llamaba a gritos y, tras oponer una breve resistencia, estiro el brazo para cogerlo.

– ?Y que paso?

Erica dudo un segundo, pero no estaba acostumbrada a tener secretos para su hermana y al final le conto todo lo relativo a las cartas de amenaza.

– Que horrible -dijo Anna meneando la cabeza-. Y tambien es raro que empezaran a llegarle antes de que el libro estuviera publicado siquiera. Habria sido mas logico que todo hubiera comenzado ahora que la prensa se ha fijado en el. Quiero decir… bueno, parece que se trata de alguien que no esta bien de la cabeza.

– Si, eso parece. Pero el caso es que Christian no quiere tomarselo en serio. O, al menos, eso dice el. Pero me di cuenta de que Sanna esta preocupada.

– Me lo imagino -asintio Anna mojandose el dedo para poder pescar los granos de azucar que habian quedado en la bandeja.

– Bueno, hoy tiene su primera firma -dijo Erica con cierto orgullo. Por mas de una razon, se sentia responsable del exito de Christian y, gracias a el, estaba reviviendo su propio debut. Las primeras firmas. Un gran acontecimiento, grande de verdad.

– ?Que bien! ?Donde sera?

– Primero en Blad, en Torp. Y luego en Bokia, en Uddevalla.

– Espero que vaya gente. Seria una pena que tuviera que verse alli solo -comento Anna.

Erica hizo una mueca al recordar su primera firma, celebrada en una libreria de Estocolmo. Durante una hora entera se esforzo por parecer indiferente mientras la gente pasaba por delante de ella como si no existiera.

– Ha salido tanto en la prensa que seguro que alguien va, si no por otra razon, al menos por curiosidad -dijo, deseando de verdad estar en lo cierto.

– Si, pero que suerte que la prensa no se haya enterado de lo de las amenazas -opino Anna.

– Pues si, una suerte -contesto Erica cambiando de tema. Aunque el desasosiego no terminaba de abandonarla del todo.

Se iban de vacaciones y el no podia esperar mas. No sabia exactamente que implicaba, pero el solo nombre sonaba prometedor. Vacaciones. Y se irian en la caravana que tenian aparcada en la parcela.

No solian dejarlo jugar alli dentro. En alguna que otra ocasion habia intentado mirar por las ventanas, por si veia algo detras de las cortinas marrones. Pero nunca conseguia distinguir nada y siempre estaba cerrada con llave. Ahora su madre la estaba limpiando. La puerta estaba abierta de par en par, para que estuviera «bien ventilada», como ella decia, y los almohadones estaban en la lavadora, para quitarles el olor a invierno.

Todo era como una aventura inverosimil y fantastica. Se preguntaba si podria ir en la caravana mientras viajaban, como en una pequena casa rodando hacia algo nuevo y desconocido. Pero no se atrevia a preguntar. Su madre llevaba un tiempo de un humor raro. El tono hiriente y afilado se dejaba oir claramente y su padre salia de paseo con mas frecuencia si cabe, cuando no se escondia detras del periodico.

En alguna ocasion la habia sorprendido mirandolo de un modo extrano. Tenia en los ojos algo distinto que lo llenaba de temor y lo retrotraia a lo oscuro que habia dejado atras.

– ?Piensas quedarte ahi mirando o vas a ayudarme? -le pregunto poniendose en jarras.

El se sobresalto al notar que la dureza volvia a resonar en su voz y corrio hacia ella.

– Cogelas y llevalas al lavadero -le dijo arrojandole un monton de mantas malolientes con tal fuerza que casi perdio el equilibrio.

– Si, madre -respondio apresurandose a entrar.

Si supiera que habia hecho mal. Si el obedecia a su madre en todo. Nunca la contradecia, se comportaba bien y nunca se manchaba la ropa. Aun asi, era como si a veces no fuese capaz ni de mirarlo.

Habia intentado preguntarle a su padre. Se armo de valor en una de las pocas ocasiones en que se quedaban solos y le pregunto por que su madre ya no lo queria. Su padre aparto el periodico un instante y le respondio que aquello no eran mas que tonterias y que no queria oirlo hablar de ello. Su madre se pondria muy

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