tan urgente como le daba a entender. Habrian podido ordenar la documentacion a lo largo del dia siguiente, y que el negocio dependiese de ello y peligrase era una exageracion. Probablemente, Erik solo buscaba un subterfugio para salir de casa, pero ?por que tenia que arrastrar tambien a Kenneth? La respuesta era, probablemente, «porque podia».

Ambos volvieron en silencio a sus obligaciones y continuaron trabajando un rato mas. La oficina se componia de una unica habitacion bastante amplia, de modo que no existia la menor posibilidad de cerrar la puerta y quedarse a solas. Kenneth miraba a Erik a hurtadillas. Tenia algo diferente. No resultaba facil decir que era, pero Erik tenia un aspecto como mas borroso. Mas desalinado, no llevaba el pelo impecable como de costumbre, la camisa se veia un tanto arrugada. No, no era el Erik de siempre. Kenneth sopeso la posibilidad de preguntarle si todo iba bien en casa, pero renuncio enseguida. En cambio, le dijo con tanta tranquilidad como pudo:

– ?Viste ayer la noticia sobre Christian?

Erik dio un respingo.

– Si.

– Menuda historia. Amenazado por un chiflado -dijo Kenneth en tono relajado, casi festivo. Aunque el corazon le latia desacompasado en el pecho.

– Ummm… -Erik no apartaba la mirada de la pantalla, aunque sin tocar siquiera el teclado ni el raton.

– ?A ti te ha mencionado Christian algo al respecto? -Era como tratar de no rascarse la costra de una herida. No queria hablar del tema y tampoco Erik parecia animado a comentarlo. Aun asi, no pudo contenerse-. ?Te lo ha mencionado?

– No, a mi no me ha dicho nada de ninguna amenaza -respondio Erik, y empezo a revolver los documentos que tenia sobre la mesa-. Pero claro, ha estado mas que ocupado con el libro, asi que no nos hemos visto ni nos hemos llamado mucho ultimamente. Y son cosas que uno no anda comentando por ahi.

– ?No deberia hablar con la Policia?

– ?Y como sabes que no lo ha hecho? -Erik continuaba removiendo papeles sin ton ni son.

– Claro, claro… -Kenneth guardo silencio un instante-. Pero ?que puede hacer la Policia, si las amenazas son anonimas? Quiero decir que puede tratarse de cualquier desquiciado.

– ?Y yo como iba a saberlo? -pregunto Erik maldiciendo al cortarse con el filo de un folio-. ?Joder! -exclamo chupandose la herida del dedo.

– ?Tu crees que van en serio?

Erik dejo escapar un suspiro.

– ?Por que tenemos que especular con eso? Ya te digo que no tengo ni idea. -Subio el tono de voz y se le quebro un poco al final, y Kenneth lo miro perplejo. Erik estaba rarisimo, desde luego. ?Tendria que ver con la empresa?

Kenneth nunca habia confiado en Erik, ?habria cometido alguna tonteria? Enseguida desecho la idea. Llevaba demasiado bien las cuentas, habria notado enseguida si a Erik se le hubiese ocurrido alguna tonteria. Seguro que se debia a algun tropiezo con Louise. Era un misterio que llevasen juntos tanto tiempo y, salvo ellos mismos, todo el mundo veia claramente que se harian un gran favor si se dijeran «adios y gracias» y se fueran cada uno por su lado. Claro que eso no era de su incumbencia. Y el ya tenia bastante con lo suyo.

– Bueno, solo preguntaba -dijo Kenneth.

Hizo clic sobre un fichero de Excel con el ultimo informe mensual, pero tenia la mente en otro sitio.

El vestido aun tenia su olor. Christian se lo puso en la nariz y aspiro los restos microscopicos de su perfume, incrustados en el tejido. Cuando cerraba los ojos y notaba el aroma en las fosas nasales, era capaz de recrear su imagen con todo detalle. El pelo negro que le llegaba por la cintura y que solia llevar recogido en una trenza o en un mono en la nuca. En cualquiera habria quedado anticuado y de senora mayor, menos en ella.

Se movia como una bailarina, pese a que abandono la carrera. Carecia de la voluntad necesaria, decia. Tenia el talento, pero no la voluntad para poner la danza por encima de todo, para sacrificar el amor, el tiempo, la risa y los amigos. Le gustaba demasiado vivir.

De modo que dejo de bailar. Pero desde que se conocieron y hasta el final, siempre llevo la danza en el cuerpo. El era capaz de quedarse mirandola durante horas. Observarla mientras caminaba por la casa, mientras trajinaba tarareando y moviendo los pies con tanta elegancia que parecia que estuviese flotando.

Volvio a acercarse el vestido a la cara. Noto la tela fresca en la mejilla, como se le quedaba levemente prendida a la barba, le refrescaba las mejillas, ardientes y febriles. La ultima vez que lo llevo fue un solsticio de verano. La tela azul reflejaba el color de sus ojos y la trenza oscura que le colgaba a la espalda brillaba tanto como el lustre del vestido.

Fue una tarde fantastica. Una de las pocas celebraciones del solsticio en que hizo sol y pudieron sentarse en el jardin. Arenque y patatas recien cocidas. Prepararon la comida entre los dos. El bebe estaba a la sombra, con la mosquitera bien extendida, para que no pudiera entrar ningun insecto. El bebe estaba protegido.

Le paso por la mente el nombre del bebe y Christian se estremecio, como si se hubiera pinchado con un objeto puntiagudo. Se obligo entonces a pensar en copas empanadas, en los amigos que las levantaban para brindar por el verano, por el amor, por ellos. Penso en las fresas que ella saco en un gran frutero. La recordaba sentada ante la mesa de la cocina, limpiandolas, y como el la hizo rabiar porque, a cada tanto, una fresa iba a parar a la boca de ella en lugar de al frutero. El que ofrecerian a los invitados, junto con un cuenco de nata montada con una pizca de azucar, tal y como le habia ensenado su abuela. Ella se rio de sus comentarios, lo atrajo hacia si y le dio un beso con el sabor de fruta madura en los labios.

Christian sollozo alli sentado, con el vestido en la mano. No pudo evitarlo. Las lagrimas salpicaron el vestido de manchas oscuras y el se apresuro a secarlas con la manga del jersey. No queria mancharlo, no queria manchar lo poco que conservaba de ella.

Volvio a colocar el vestido en la maleta. Era lo unico que le quedaba. Lo unico que habia sido capaz de conservar. Cerro la tapa y la empujo hasta el rincon. Sanna no debia encontrarla. La sola idea de que pudiera abrirla, mirar dentro y coger el vestido le revolvia las entranas. Sabia que no estaba bien, pero en realidad habia elegido a Sanna por una sola razon: porque no se parecia a ella, porque no le sabian a fresa los labios y porque no se movia como una bailarina.

Pero no habia servido de nada. El pasado lo habia alcanzado, por fin. Tan malvado como cuando la alcanzo a ella con aquel vestido azul. Y Christian no veia ya salida alguna.

– ?Podeis cuidar de Leo un momento? -Paula se dirigio a su madre, pero, en realidad, miraba de reojo a Mellberg, esperanzada. Tanto ella como Johanna comprendieron poco despues del nacimiento del pequeno que la nueva pareja de la madre de Paula seria un canguro perfecto. Mellberg era totalmente incapaz de decir que no.

– Pues no, es que ibamos… -comenzo Rita, pero su pareja la interrumpio y se apresuro a decir:

– Por supuesto, sin problemas, la abuela y yo podemos quedarnos con el pequeno, asi que ya podeis largaros.

Rita lanzo un suspiro de resignacion, pero le dedico una mirada tierna al diamante en bruto con quien habia decidido compartir la vida. Sabia que muchos lo consideraban un majadero, un hombre desaseado e impertinente. Pero ella vio en Mellberg desde el principio otras cualidades, que una buena mujer seria capaz de sacar a la luz.

Y tenia razon. La trataba como a una reina. Bastaba verlo contemplar a su nieto para comprender los recursos que aquel hombre escondia. Era increible lo que queria a aquel nino. El unico problema era que ella habia pasado rapidamente a ocupar el segundo lugar, aunque no le importaba. Ademas, habia empezado a ponerlo a punto en la pista de baile. Nunca llegaria a ser el rey de la salsa, claro, pero Rita ya no se veia obligada a sopesar la posibilidad de utilizar zapatos con refuerzos de acero.

– Si te arreglas con el tu solo un rato… Asi quiza mama podria venirse con nosotras, ?no? Johanna y yo pensabamos ir a Torp a comprar alguna cosa para la habitacion de Leo.

– Trae al nino -dijo Bertil moviendo las manos ansiosamente para que le entregaran al pequeno, que Paula tenia en brazos-. Por supuesto que nos arreglamos un par de horas. Un biberon o dos, cuando le entre hambre, y luego un ratito de compania de primera con el abuelo Bertil. ?Donde iba a estar mejor este pillin?

Paula le dio al nino y Bertil lo cogio en brazos. ?Madre mia, vaya pareja mas desigual! Pero existia entre ellos una relacion muy estrecha, imposible negarlo. Aunque Bertil Mellberg siguiera siendo a sus ojos el peor jefe que

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