pudiera imaginarse, habia demostrado ser el mejor abuelo del mundo.
– Entonces ?no te importa? -pregunto Rita un tanto preocupada. Aunque les ayudaba mucho con Leo, su experiencia en todo lo relativo a los bebes y su cuidado era como minimo bastante limitada. A Simon, su hijo, lo conocio cuando era ya un adolescente.
– Por supuesto -afirmo Bertil ofendido-. Comer, cagar, dormir. ?Tan dificil habia de ser? Yo llevo mas de sesenta anos haciendolo. -Con estas palabras, poco menos que las puso en la calle y cerro la puerta. El pequeno y el iban a pasar un rato en calma y tranquilidad.
Dos horas despues, se encontraba totalmente empapado de sudor. Leo lloraba a lagrima viva y el olor a caca parecia poder cortarse en la sala de estar. El abuelo Bertil trataba de calmarlo desesperadamente, pero el pequeno gritaba cada vez mas. El pelo de Mellberg, por lo general perfectamente peinado alrededor de la coronilla, se habia desplazado y le colgaba ahora por la oreja derecha, y el pobre notaba bajo el brazo unas manchas de sudor tan grandes como platos.
Estaba al borde del colapso y miraba de reojo el movil que tenia en la mesa de la sala de estar. ?Y si llamaba a las chicas? Seguro que seguian en Torp y les llevaria mas de tres cuartos de hora llegar a casa, aunque volvieran enseguida. Y si llamaba pidiendo ayuda, tal vez no se atrevieran a encomendarle al pequeno otra vez. No, tenia que llegar a buen puerto el solito. Se las habia visto en su vida con un monton de tipos sucios y drogadictos chiflados armados de cuchillos y tambien habia participado en tiroteos. Asi que debia de poder afrontar aquella situacion. Despues de todo, el nino no era mas grande que una hogaza de pan, aunque con los recursos vocalicos de un hombre hecho y derecho.
– Venga, pequeno, a ver si arreglamos esto -dijo Mellberg al tiempo que acostaba al nino-. Veamos, te has cagado de arriba abajo. Y seguro que tienes hambre. En otras palabras, una crisis en cada agujero. Y la cuestion es, por tanto, a cual de los dos damos prioridad. -Mellberg hablaba demasiado alto para acallar el llanto-. Y bueno, comer siempre es lo primordial, al menos para mi. De modo que vamos a prepararte un buen biberon de leche.
Bertil cogio a Leo otra vez y se lo llevo a la cocina. Habia recibido instrucciones precisas de como preparar la leche, y con el microondas la tuvo lista en un suspiro. La probo chupando un trago para ver si estaba muy caliente.
– Puaj, hijo mio, no puede decirse que sepa a gloria. Tendras que esperar a crecer para probar las cosas ricas de verdad.
Leo empezo a llorar aun mas al ver el biberon y Bertil se sento a la mesa de la cocina y se coloco bien al pequeno en el brazo izquierdo. Se lo puso en la boca, que empezo a chupar avidamente el contenido. Hasta la ultima gota desaparecio en un periquete y Mellberg noto que el pequeno estaba mas relajado. Sin embargo, no tardo en empezar a retorcerse de malestar, y el olor era ya tan penetrante que ni siquiera Mellberg aguantaria mucho mas. El problema era que el cambio de panal era una tarea de la que, hasta el momento, habia logrado escabullirse con exito.
– Bueno, pues este agujero ya esta listo. Ahora solo queda el otro -dijo con un tono desenvuelto que no se correspondia en absoluto con los sentimientos que la empresa le suscitaba.
Llevo a un Leo quejumbroso hasta el cuarto de bano, en cuya pared habia montado un cambiador, y alli tenia cuanto pudiera necesitar para la operacion «panal de caca».
Coloco al nino en el cambiador y le quito los pantalones. Intentaba respirar por la boca, pero el olor era tan intenso que ni siquiera asi se libraba de el. Mellberg retiro el adhesivo de los laterales del panal y estuvo a punto de desmayarse cuando aquella plasta se desplego delante de sus narices.
– Por Dios bendito. -Busco desesperado con la mirada hasta que encontro un paquete de toallitas. Estiro el brazo y solto las piernas del pequeno para cogerlo, ocasion que Leo aprovecho para meter los pies en el panal hasta el fondo.
– No, no, eso no -rogo Mellberg agarrando un punado de toallitas para limpiarlo. Pero solo consiguio embadurnarlo de caca mas aun, hasta que se dio cuenta de que lo que tenia que hacer era retirar la fuente del problema. Levanto a Leo cogiendolo por los pies y saco el panal que, muerto de asco, dejo caer en el cubo de basura que habia en el suelo.
Medio paquete de toallitas mas tarde, empezo a ver la luz. Habia logrado limpiar la mayor parte y Leo se habia calmado. Mellberg le retiro los ultimos indicios con mucho cuidado y cogio un panal limpio de la estanteria que habia sobre el cambiador.
– Eso es, fijate, ahora si que vamos por el buen camino -dijo ufano mientras Leo pataleaba como satisfecho de poder airear un poco el trasero-. ?Para que lado se pone esto? -Mellberg estuvo dando vueltas al panal hasta que decidio que los dibujos de animalitos deberian quedar detras, exactamente igual que la etiqueta de una prenda de ropa. La forma resultaba un tanto extrana, y la cinta adhesiva quedaba regular. ?Tan dificil era fabricar las cosas como es debido? Suerte que el era un hombre de accion que veia los problemas como retos.
Mellberg levanto a Leo, fue con el a la cocina y lo sujeto como pudo con un brazo mientras rebuscaba con el otro en el ultimo cajon. Y alli encontro lo que buscaba. El rollo de cinta adhesiva. Se dirigio a la sala de estar, tumbo a Leo en el sofa y, tras un par de vueltas de cinta alrededor del panal, contemplo su obra satisfecho.
– Eso es, mira. Y las chicas preocupadas por si no era capaz de cuidar de ti. ?Que me dices? ?No nos hemos ganado un descanso en el sofa?
Bertil cogio a aquel bebe tan bien embalado y se tumbo comodamente en el sofa, con el nino en el regazo. Leo enredo un poco al principio, pero termino por hundir la nariz, complacido, en el cuello del comisario.
Media hora despues, cuando las mujeres de sus vidas llegaron a casa, los dos dormian profundamente.
– ?Esta Christian en casa? -Erica habria preferido darse media vuelta y echar a correr cuando Sanna abrio la puerta. Pero Patrik tenia razon, no le quedaba otra opcion.
– Si, pero esta en el desvan. Espera, voy a llamarlo. -Sanna se dirigio a la escalera que conducia a la planta de arriba-. ?Christian! Tienes visita -grito antes de volverse a mirar a Erica de nuevo-. Entra, no tardara en bajar.
– Gracias. -Erica se encontraba un tanto turbada en el recibidor y en compania de Sanna, pero enseguida oyo pasos en la escalera. Cuando Christian aparecio, Erica se dio cuenta enseguida de lo cansado que estaba, y de repente sintio la punzada dura y cruel de los remordimientos.
– ?Hola? -dijo extranado antes de acercarse a saludarla dandole un abrazo.
– Tengo que hablar contigo de un asunto -anuncio Erica, sintiendo de nuevo el impulso de darse la vuelta y salir corriendo.
– Aja, bueno, pues pasa -dijo Christian invitandola a entrar con un gesto de la mano. Erica se quito el abrigo y lo colgo.
– ?Quieres algo de beber?
– No, gracias. -Erica meneo la cabeza. Lo unico que queria era acabar cuanto antes-. ?Como han ido las firmas? -pregunto mientras se sentaba en un rincon del sofa, donde se hundio hasta el fondo.
– Bien -respondio Christian en un tono que no invitaba a mas preguntas-. ?Has visto el periodico de hoy? - pregunto cambiando de tema, y Erica le vio la cara gris a la luz invernal que se filtraba por las ventanas.
– Pues si, de eso queria hablar contigo. -Erica se armo de valor para continuar. Uno de los gemelos le atizo una patada en las costillas y jadeo descompuesta.
– Anda, ?dan patadas?
– Si, podria decirse que si. -Respiro hondo antes de continuar-: Fue culpa mia que se filtrara a la prensa.
– ?A que te refieres? -Christian se irguio en el sofa.
– Bueno, no fui yo quien les dio el soplo -se apresuro a anadir Erica-. Pero fui lo bastante tonta como para contarselo a la persona equivocada. -No era capaz de mirar a Christian a la cara, asi que bajo la vista y se concentro en sus manos.
– ?A Gaby? -pregunto Christian en tono cansino-. Pero ?no te das cuenta de que ella…?
Erica lo interrumpio.
– Patrik me dijo exactamente lo mismo. Y teneis razon. Debi comprender que no podia confiar en ella, que lo veria como un medio para darse publicidad. Me siento como una idiota. No debi ser tan ingenua.
– No, pero ya no tiene remedio -dijo Christian.
Tanta resignacion hizo que Erica se sintiera peor aun. Casi deseaba que le soltara una filipica, antes que verlo