– Por ahora no -respondio Patrik-. Yo tengo que hablar otra vez con Ragnar Lissander, pero ya os contare cuando sepa algo mas.
– De acuerdo, avisa cuando me necesites -dijo Martin.
Patrik entro en su despacho. No se explicaba como podia estar tan cansado. Hoy ni siquiera le hacia efecto la cafeina. Respiro hondo para reunir fuerzas y marco el numero del padre de acogida de Christian.
– Ahora no puedo hablar mucho -le susurro Ragnar, y Patrik comprendio que Irene debia de estar cerca.
– Solo tengo dos preguntas -dijo bajando la voz el tambien, aunque no era necesario. Sopeso brevemente si debia preguntarle a Ragnar por que no habia dicho nada de la epoca que la familia paso en Fjallbacka, pero decidio esperar a que pudieran hablar tranquilamente. Ademas, tenia el presentimiento de que lo que Erica queria averiguar era mas relevante en aquellos momentos.
– Vale -respondio Ragnar-, pero que sea rapido.
Patrik le hizo las preguntas de Erica. Las respuestas lo dejaron desconcertado. ?Que significaba aquello?
Le dio las gracias a Ragnar, colgo y volvio a llamar a Erica. Seguia saltando el contestador. Dejo un mensaje y se retrepo en la silla. ?Como encajaba aquello? ?Y donde estaria Erica?
– ?Erica! -Thorvald Hamre se inclino para abrazarla. Pese a que Erica media mas de un metro setenta y llevaba bastante peso de mas, se sintio como una enana a su lado.
– ?Hola, Thorvald! Gracias por recibirme con tan poco margen -dijo correspondiendo a su abrazo.
– Tu siempre eres bienvenida, ya lo sabes. -Solo se oia un levisimo indicio de la melodia de la lengua noruega. Llevaba casi treinta anos en Suecia y, despues de tanto tiempo, se sentia mas patriota que los propios gotemburgueses, como atestiguaba la gran bandera del equipo IFK Goteborg que tenia en la pared.
– ?En que te puedo ayudar esta vez? ?En que historia apasionante estas trabajando ahora? -Se meso el enorme bigote gris y se le iluminaron los ojos.
Se conocieron cuando Erica buscaba asesoramiento para los aspectos psicologicos de sus libros. Thorvald tenia una consulta privada muy prospera, pero dedicaba todo el tiempo libre a profundizar en el lado mas oscuro del ser humano. Incluso habia asistido a un curso del FBI. Erica no se atrevia siquiera a imaginar como habria entrado alli. Lo principal era que Erica contaba con el asesoramiento de un psiquiatra excelente que, ademas, estaba encantado de compartir sus conocimientos.
– Pues queria que me respondieras a algunas preguntas, aunque todavia no puedo decirte por que, pero espero que puedas ayudarme de todos modos.
– Por supuesto, lo que necesites.
Erica lo miro agradecida y reflexiono un instante sobre por donde debia empezar. Aun no habia conseguido encajarlo todo. El monstruo cambiaba constantemente, como los colores y las formas de un caleidoscopio. Pero en algun lugar habia una estructura y quiza Thorvald pudiera ayudarle a encontrarla. Habia oido el mensaje de Patrik poco antes de llegar a Gotemburgo. Oyo la llamada, pero prefirio no coger el telefono para no tener que responder a sus preguntas. Lo que oyo en el mensaje no le causo la menor sorpresa, simplemente, confirmo sus sospechas.
Ordeno sus pensamientos un instante y empezo a hablar. Sin detenerse, sin una pausa, le expuso todo lo que sabia. Thorvald la escuchaba con suma atencion, con los codos apoyados en la mesa y las yemas de los dedos enfrentadas. De vez en cuando, a Erica se le hacia un nudo en el estomago, cuando tomaba conciencia de lo terrible que era aquella historia.
Cuando hubo terminado, Thorvald se quedo en silencio. Erica se habia quedado casi sin respiracion, como si acabase de terminar una carrera. Uno de los bebes le daba patadas como para recordarle que habia cosas agradables y amables en la vida.
– ?Y a ti que te parece todo esto? -pregunto Thorvald.
Tras dudar un instante, le expuso su teoria. La fue desarrollando durante la noche, tumbada en la cama mirando al techo mientras Patrik dormia a pierna suelta a su lado. Y habia ido perfilandola mientras el coche se deslizaba por la E6 hacia Gotemburgo. Y pronto comprendio que tenia que contarsela a Thorvald. El podria confirmarle si era tan absurda como parecia, el le diria si tenia una imaginacion exacerbada.
Pero no fue asi, sino que la miro y le dijo:
– Es perfectamente posible. Lo que dices es perfectamente posible.
Aquellas palabras la hicieron soltar el aire con una mezcla de miedo y alivio. Ahora estaba segura de que tenia razon. Pero las consecuencias eran casi imposibles de comprender.
Estuvieron hablando cerca de una hora. Erica le hizo las preguntas necesarias para tener una idea cabal de todo. Si queria exponer aquella teoria, debia disponer de todos los datos. De lo contrario, podia ser desastroso. Y aun le faltaban algunas piezas del rompecabezas. Habia reunido las suficientes como para ver el dibujo, pero aqui y alla se advertian los huecos. Y antes de desvelar su hipotesis, debia rellenarlos.
De nuevo en el coche, apoyo la cabeza en el volante. Lo sintio fresco en la frente sudorosa. La siguiente visita no despertaba en ella el menor entusiasmo, ni las preguntas que debia hacer ni las respuestas que tendria que oir. Era una pieza que no estaba segura de querer poner en su lugar. Pero no tenia eleccion.
Puso el coche en marcha y emprendio el viaje a Uddevalla. Una ojeada al movil le confirmo que tenia dos llamadas perdidas de Patrik. Su marido tendria que esperar.
Llamo tan pronto como abrio el banco. Erik siempre la subestimo, pero se le daba bien engatusar a la gente y averiguar cosas. Ademas, tenia toda la informacion necesaria para formular las preguntas adecuadas, el numero de cuenta, el numero de registro de la empresa. Y tenia la voz firme y exigente que convencio al senor del banco de que no debia cuestionar su derecho a comprobar los datos.
Cuando colgo el telefono, se quedo sentada a la mesa de la cocina. Se lo habia llevado todo. Bueno, todo no, habia sido lo bastante generoso para dejar un poco, a fin de que se las arreglaran un tiempo. Pero por lo demas, habia limpiado las cuentas, tanto la privada como la de la empresa.
La ira le arraso las entranas como un cataclismo. No pensaba permitir que se saliera con la suya. Era tan jodidamente imbecil… y claro, creia que ella era igual de tonta. Erik habia reservado un billete a su nombre y Louise no tuvo que hacer muchas llamadas para saber exactamente que vuelo tomaria y cual era su destino.
Se levanto y cogio una copa del mueble, la puso debajo de la espita, lo giro y contemplo como la llenaba aquel liquido rojo maravilloso. Hoy lo necesitaba mas que nunca. Se llevo la copa a los labios, pero se detuvo al advertir el olor del vino. No era el momento adecuado. Le sorprendio que se le ocurriese siquiera la idea, porque llevaba anos pensando que cualquier momento era el adecuado para una copa de vino. Pero ahora no. Ahora necesitaba estar despejada y fuerte. Ahora tenia que mostrarse firme.
Disponia de la informacion precisa, podia senalar con la varita y conseguir que todo hiciera «pof», como por arte de magia. Solto primero una risita, pero despues empezo a reir en voz alta. Reia mientras dejaba la copa en la encimera, reia mientras contemplaba la imagen que le devolvia la superficie lisa de la puerta del frigorifico. Habia recuperado el poder sobre su existencia. Y muy pronto todo haria «pof».
Todo estaba arreglado. El mensajero que traia el material de Gotemburgo estaba en camino. Patrik deberia dar saltos de alegria, pero la alegria verdadera se resistia a hacerse presente. Seguia sin localizar a Erica y la idea de que anduviese por ahi en su estado haciendo Dios sabia que lo llenaba de preocupacion. Sabia que era muy capaz de cuidar de si misma. Era una de las muchas razones por las que la queria. Pero no podia evitar la preocupacion.
– Llegaran dentro de media hora -grito desde la recepcion Annika, que fue quien pidio el mensajero.
– ?Estupendo! -respondio el desde el despacho. Luego se levanto y se puso la cazadora. Murmuro algo ininteligible cuando paso por delante de Annika al salir y se encamino corriendo para protegerse del viento gelido en direccion a Hedemyrs. Estaba furioso consigo mismo. Deberia haber hecho aquello mucho antes, pero no encajaba en su mundo cuadriculado. Para ser sincero, ni siquiera se le habia pasado por la cabeza. Hasta que supo como llamaba Christian a su hermana. La sirena.
Los libros estaban en la planta baja de los grandes almacenes. Lo encontro enseguida. Siempre destacaban bien los titulos de los autores locales y Patrik sonrio al ver un expositor con los libros de Erica y un cartel con ella de cuerpo entero.
– Que horror, pensar que iba a terminar de ese modo -dijo la cajera cuando fue a pagar el libro. El asintio sin mas, no estaba de humor para charlas. Se guardo el libro en el interior de la cazadora cuando salio corriendo de