Desde luego, no era su intencion que Sara fuese la victima. No era su intencion que nadie saliese perjudicado. Se llevo la mano al pecho, sentado y paralizado ante la gran mesa de despacho atestada de historias clinicas y otros documentos. Era un dolor tan agudo que lo sentia discurrir por sus venas y concentrarse en el corazon. De repente comprendio que debia de sentir alguien que sufriese un infarto, aunque ese dolor no podia ser peor que el suyo.

Se paso las manos por el cabello. Lo que habia ocurrido, aquello a lo que tenia que poner fin, se le antojaba un jeroglifico irresoluble. Aun asi, debia darle solucion. Tenia que hacer algo. De un modo u otro, tenia que salir del atolladero en que se habia metido. Siempre le habia funcionado bien antes. Su encanto, su agilidad y su sonrisa abierta y sincera lo salvaron de la mayoria de las consecuencias de su manera de actuar a lo largo de los anos, pero ahora parecia haber llegado al final del camino.

El telefono sono. Habia empezado el horario de atencion telefonica. Aunque se sentia destrozado, tenia la obligacion de curar a los enfermos.

Con Maja en la mochila colgada del pecho, Erica emprendio un intento desesperado por limpiar un poco. Tenia demasiado fresca en la memoria la anterior visita de su suegra, por lo que fue pasando la aspiradora como una posesa por la sala de estar. Con un poco de suerte, Kristina no tendria ningun motivo para subir al piso de arriba, asi que, si conseguia dejar presentable la planta baja antes de que llegase, todo iria bien.

La ultima vez que Kristina fue a visitarlos, Maja tenia tres semanas y Erica aun se encontraba en una especie de soporifera conmocion. Las pelusas revoloteaban por las esquinas tan grandes como ratas y el fregadero estaba abarrotado de platos sucios. Patrik habia hecho algun intento por limpiar un poco, pero puesto que Erica le ponia a Maja en brazos tan pronto como volvia a casa, no llego mas que a sacar la aspiradora del armario.

En cuanto entro por la puerta, Kristina adopto una expresion displicente que solo se borro al ver a su nieta. Durante los tres dias siguientes, y a traves de su atontamiento, Erica oyo a Kristina refunfunando sin cesar: era una suerte que ella hubiese ido a verlos, de lo contrario, Maja habria contraido asma entre tanto polvo; o en sus tiempos las madres no se pasaban los dias frente al televisor, sino que se las arreglaban para cuidar al bebe y a los hermanos que tuviera, para limpiar y, ademas, para tener un plato de comida caliente en la mesa cuando llegaba el marido. Por fortuna, Erica estaba demasiado agotada para dejarse afectar seriamente por los comentarios de su suegra. En realidad, le agradecio mucho los momentos de soledad que tuvo ocasion de disfrutar cada vez que Kristina salia a pasear con Maja en el cochecito o cuando le ayudaba a banarla y a cambiarla. Pero en esta segunda visita, Erica se encontraba fisicamente recuperada y esta circunstancia, en combinacion con la melancolia que la embargaba, hizo que su instinto le dijese que mas valia evitar cualquier motivo de critica por parte de su suegra en la medida de lo posible.

Miro el reloj. Faltaba una hora para que Kristina llegase arrasando y aun no habia empezado con los platos. Ademas, deberia limpiar el polvo. Le echo una ojeada a su hija Maja; se habia dormido placidamente en la mochila, al sonido de la aspiradora, y Erica se pregunto si funcionaria tambien a la hora de conseguir que durmiera en su cuna. Hasta el momento, todas las tentativas en ese sentido habian ido acompanadas de airadas protestas, pero decian que los ninos se dormian mejor al son de ruidos monotonos como los de la aspiradora y la secadora. Al menos valia la pena intentarlo. Por el momento, la unica manera de conseguir que la pequena se durmiese era tenerla en el regazo o junto al pecho, y ya empezaba a parecerle insostenible. Tal vez deberia probar alguno de los metodos sobre los que habia leido en Barnaboken, la obra maestra de Anna Wahlgren, madre de nueve hijos, con todo tipo de consejos practicos sobre el cuidado de los ninos. Lo habia leido antes de que naciera Maja, junto con otros muchos libros, pero cuando llego el bebe real, se esfumaron todos los conocimientos teoricos adquiridos. A cambio, empezaron a practicar la filosofia de como sobrevivir cada minuto y Erica empezaba a pensar que tal vez hubiese llegado el momento de recuperar el control. No era logico que un bebe de dos meses gobernase toda la casa hasta tal extremo. Si Erica hubiese podido soportar aquella situacion, habria sido distinto, pero empezaba a sentir que su vida se ensombrecia cada vez mas.

Unos agiles toquecitos en la puerta vinieron a interrumpir su cavilar. O bien aquella hora habia pasado en un tiempo record, o bien su suegra se presentaba antes de lo previsto. Lo segundo era lo mas verosimil y Erica miro desesperada a su alrededor. En fin, ya no tenia mucho remedio. No le quedaba mas que ponerse la sonrisa e ir a abrirle a su suegra. Eso hizo, abrio la puerta y…

– ?Pero, mujer, no te quedes ahi con Maja en plena corriente! Agarrara un catarro, ya veras.

Erica cerro los ojos y conto hasta diez.

Patrik esperaba que todo fuese bien durante la visita de su madre. Sabia que podia ser un tanto… acaparadora, y aunque Erica no solia tener problemas para bandearla, no era la misma desde que nacio Maja. Al mismo tiempo, necesitaba un poco de ayuda y, puesto que el no podia proporcionarsela, no les quedaba otra salida que recurrir a los medios disponibles. Una vez mas, se pregunto si debia buscar a alguien con quien Erica pudiese hablar, es decir, un profesional.

Pero ?adonde acudir? No, mas valia dejar que siguiese su curso. Seguramente pasaria solo en cuanto empezasen a establecer ciertas rutinas, se decia. Sin embargo, no podia evitar una persistente sospecha de que tal vez optase por tomarselo tan a la ligera porque exigia menos esfuerzo por su parte.

Se obligo a abandonar los pensamientos relativos al hogar y volvio a las notas que tenia delante.

Habia convocado una reunion en su despacho a las nueve y solo faltaban cinco minutos. Tal y como se figuraba, Mellberg no opuso la menor objecion a que implicase en el caso al resto del personal, sino que incluso le dio la impresion de que lo daba por supuesto. Lo contrario habria sido absurdo, claro esta, incluso para Mellberg. ?Como iban a sacar adelante una investigacion de asesinato el y Ernst solos?

Martin fue el primero en llegar y sentarse en la unica silla para las visitas que habia en el despacho. Los demas tendrian que traerse sus propias sillas.

– ?Que tal el apartamento? -se intereso Patrik-. ?Valia la pena?

– ?Es perfecto! -exclamo Martin con un destello de entusiasmo en los ojos-. Nos lo quedamos sobre la marcha, asi que dentro de dos semanas puedes venir a ayudarnos con la mudanza.

– ?No me digas? ?Puedo ir? -ironizo Patrik-. Muy amable. En fin, ya te dire algo cuando haya negociado con el gobierno que tengo en casa. Erica no es muy generosa con mi tiempo ultimamente, asi que no te prometo nada.

– Claro -repuso Martin-. Tengo varios a los que pedirles ayuda para la mudanza, asi que seguro que nos arreglamos sin ti.

– ?He oido algo de una mudanza? -pregunto Annika, que entraba en ese momento con la taza de cafe en una mano y el bloc en la otra-. ?Puedo dar credito a mis oidos? ?De verdad vas a adscribirte al grupo de las parejas formales, Martin?

El joven se ruborizo como hacia siempre que Annika lo provocaba, pero no pudo reprimir la sonrisa.

– Si, has oido bien. Pia y yo hemos encontrado un apartamento en Grebbestad. Nos mudamos dentro de dos semanas.

– Vaya, que bien -dijo Annika-. Ya era hora, vamos. Empezaba a preocuparme que fueras a quedarte para vestir santos. Y…, dime, ?cuando podremos ver corretear a vuestros pequenos?

– Venga, para ya -protesto Martin-. No te creas que he olvidado el modo en que acosabas a Patrik cuando conocio a Erica, y mira como le ha ido. El pobre se sentia presionado a fecundar a su mujer y ahora, ya lo ves, parece diez anos mayor -aseguro haciendole un guino a Patrik para que no cupiera la menor duda de que estaba bromeando.

– Bueno, si quieres algun truco sobre como se hace, dimelo -respondio Patrik generoso.

Martin estaba a punto de responderle con un sarcasmo, cuando aparecieron Ernst y Gosta intentando cruzar la puerta al mismo tiempo, cada uno con su silla. Gosta dejo pasar refunfunando a Ernst que, con toda tranquilidad, se sento en medio del despacho.

– Esto se pone estrecho -protesto Gosta con mala cara, obligando a Martin y a Annika a correr un poco sus sillas.

– Donde caben tres… -contesto Annika mordaz, sin terminar el dicho.

El ultimo en presentarse fue Mellberg, que se contento con quedarse en el umbral.

Patrik extendio los documentos que tenia delante y respiro hondo. Era consciente de la magnitud de la responsabilidad que suponia encargarse de una investigacion de asesinato y se sentia abrumado por ella. No era

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