– Claro, si nos hace falta, te doy un toque. Gracias otra vez.

16.

Fjallbacka, 1924.

El parto fue peor de lo que nunca habria imaginado. Paso casi dos dias sufriendo y estuvo a punto de tirarse en plancha desesperada hasta que el propio doctor se tumbo sobre su barriga e hizo nacer al mundo al primero de los bebes. Porque eran dos. El segundo nino salio enseguida detras del otro y, antes de lavarlos y envolverlos en sus mantas, se los ensenaron ufanos a la madre.

Pero Agnes volvio la cabeza. No queria ver a aquellos seres que habian destrozado su vida y que a punto estuvieron de liquidarla. Por lo que a ella se referia, podian regalarlos, tirarlos al rio o hacer lo que quisieran. Sus vocecillas chillonas le rompian los timpanos y, despues de haberse visto obligada a escucharlas un buen rato, se tapo los oidos y le vocifero a la mujer que los tenia en brazos que se los llevase lejos. La enfermera obedecio espantada y Agnes oyo que empezaban a murmurar a su alrededor. Pero ya se alejaba el llanto de los ninos y lo unico que ella queria era dormir; dormir durante cien anos y que la despertase el beso de un principe que la llevase lejos de aquel infierno y de los dos monstruos exigentes que habian salido a la fuerza de su cuerpo.

Cuando desperto, creyo que su sueno se habia cumplido. A su lado habia una larga figura que se inclinaba sobre ella en las sombras y, por un instante, creyo ver al principe al que esperaba. Pero enseguida se le vino encima la realidad, pues vio la burda cara de Anders. La asqueo lo amoroso de su expresion. ?Acaso creia que las cosas iban a cambiar entre ellos solo porque le habia dado dos hijos? Por ella, podia quedarselos y devolverle su libertad.

Durante un instante, la idea le animo el corazon. Ya no estaba gorda e informe ni embarazada. Si lo deseaba, podia marcharse y volver a la vida que se merecia y a la que pertenecia. Pero enseguida comprendio que era imposible. Descartada la opcion de volver a casa de su padre, ?adonde iria? No tenia dinero ni posibilidad de ganarlo, salvo vendiendose como prostituta y, en comparacion, hasta la vida que ahora tenia se le antojaba mejor. Al comprender lo irremediable de su situacion, volvio la cabeza y se echo a llorar. Anders le acariciaba el cabello despacio y, si hubiese tenido fuerzas, ella habria levantado los brazos para apartar sus manos.

– Son tan hermosos, Agnes. Son perfectos -dijo con voz tremula por la emocion.

Ella no respondio. Se quedo mirando la pared, aislandose del mundo.

Si alguien pudiese venir a llevarsela de alli…

* * *

Sara seguia sin volver. Mama le habia explicado que no lo haria, pero ella penso que eran cosas de su madre. ?Por que iba a desaparecer Sara asi como asi? Si eso era verdad, penso Frida, se arrepentia de no haber sido mas amable. No tendria que haberse peleado con ella cuando le quito los juguetes, tendria que haberselos dejado. Ahora tal vez fuese demasiado tarde.

Se acerco a la ventana y miro al cielo otra vez. Estaba gris y parecia sucio, y, desde luego, Sara no estaria nada a gusto alli.

Luego estaba lo del senor aquel. Claro, le habia prometido a Sara que no diria nada, pero de todos modos… Mama insistia en que siempre habia que decir la verdad, y dejar de contar algo era casi como mentir, ?no?

Frida se sento delante de su casa de munecas. Era su juguete favorito. Antes la habia tenido su madre, de nina, y ahora la tenia ella. Le costaba imaginar que su madre hubiese tenido su misma edad alguna vez. Mama era asi, adulta.

La casa de munecas era claramente de los anos setenta. Una casa de ladrillo, de dos plantas, decorada en marron y naranja. Los muebles eran los mismos que tenia su madre. A Frida le parecian preciosos, pero era una pena que no hubiese mas cosas rosas y azules. El azul era su color favorito y el rosa el de Sara. A Frida le parecia extrano. Todo el mundo sabia que el rojo y el rosa no combinaban y Sara tenia el pelo rojo, asi que no habria debido gustarle el rosa. Pero a ella le gustaba de todos modos. Siempre hacia lo mismo; siempre tenia que hacer lo contrario, vamos.

En la casa habia cuatro munecos. Dos hijas, una madre y un padre. Frida cogio a las dos ninas y las coloco una frente a otra. Por lo general, ella siempre queria ser la que iba de verde porque era la mas bonita, pero ahora que Sara estaba muerta, le dejaria ser la verde. Y ella seria la del vestido marron.

– Hola, Frida, ?sabes que estoy muerta? -pregunto la muneca-Sara.

– Si, mama me lo ha contado -contesto la marron.

– ?Y que te ha dicho tu madre?

– Que significa que ahora estas en el cielo y que no vendras mas a jugar conmigo.

– ?Que rollo! -exclamo la muneca-Sara.

Frida asintio moviendo la cabeza de su muneca.

– Si, a mi tambien me parece un rollo. Si hubiera sabido que ibas a morir y que no volverias a jugar conmigo, te habria dejado los juguetes que hubieras querido y no habria dicho nada.

– ?Que pena! -dijo la muneca-Sara-. Que este muerta, vamos.

– Si, que pena -confirmo la marron.

Las dos munecas guardaron silencio un instante, al cabo del cual la muneca-Sara pregunto en tono grave:

– ?No habras dicho nada del senor?

– No, te lo prometi.

– Claro, era un secreto.

– ?Pero por que no puedo contarlo? Ese senor es malo -protesto la muneca marron.

– Justo por eso. El senor me dijo que no podia contarlo. Y a los senores malos hay que hacerles caso.

– Si estas muerta, el senor no podra hacerte nada, ?no?

A esa pregunta, la muneca-Sara vestida de verde no supo que contestar. Frida dejo las dos munecas con cuidado y volvio junto a la ventana. ?Por que tendria que ser todo tan dificil solo porque a Sara se le habia ocurrido morirse?

Annika ya habia vuelto de almorzar y llamo a Patrik, algo ansiosa, cuando lo vio entrar con Ernst.

Patrik le hizo una sena de que la veria mas tarde, pero ella insistio, de modo que el se coloco ante su puerta con gesto inquisitivo. Annika lo miro por encima de las gafas. Tenia un aspecto deplorable y estaba tan empapado que parecia un gato ahogado. Pero, claro, entre el bebe y el caso de asesinato, no le quedaba mucho tiempo para el cuidado personal.

Vio la impaciencia en los ojos de Patrik y se apresuro a informarlo:

– Hoy he recibido varias llamadas a raiz de la divulgacion en los medios.

– ?Algo interesante? -pregunto Patrik sin mayor entusiasmo en la voz.

Rara vez recibian de la gente nada de interes, asi que no abrigaba demasiadas esperanzas.

– Si y no -respondio Annika-. La mayoria de las que llaman son, como comprenderas, las chismosas de siempre con informacion capciosa sobre sus enemigos de toda la vida y algun que otro informante suelto, y en este caso la homofobia ha florecido con todo su esplendor, te lo aseguro. Al parecer, uno es sospechoso de forma automatica por ser homosexual y, si eres hombre y te gustan las flores o la peluqueria, eres capaz de hacer cosas horribles con los ninos.

Patrik cambio el peso de su cuerpo al otro pie, claramente impaciente, y Annika se apresuro a seguir. La joven tomo la primera de las notas que habia en el monton y se la dio.

– Esto me parecio que podia dar de si. Una mujer, se nego a dar su nombre, aseguro que deberiamos echarle un ojo a la historia clinica del hermano menor de Sara. No quiso decir mas, pero la intuicion me dijo que ahi quiza haya algo. Por lo menos, puede que valga la pena investigarlo.

A Patrik no le parecio ni la mitad de interesante de lo que ella esperaba pero, por otro lado, el no habia oido el tono de preocupacion de la mujer. Era bien distinto de la vulgar alegria por el mal ajeno que mostraban quienes disfrutaban difundiendo habladurias.

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