Jamas se habian visto mas que de pasada y Erica se preguntaba cual seria la razon por la que iba a verla.
– Hola -respondio Niclas vacilante, antes de volver a guardar silencio.
Tras unos momentos que a ambos se les hicieron eternos, el anadio:
– ?Puedo entrar? Necesito hablar contigo.
– Claro -respondio Erica aun perpleja-. Entra y sientate mientras yo preparo un cafe.
Ella fue a la cocina mientras el se quitaba el abrigo. Luego cogio a Maja, que habia empezado a lloriquear en el suelo, y antes de sentarse ante la mesa de la cocina, sirvio el cafe con la mano que le quedaba libre.
– Eso me suena -dijo Niclas entre risas al tiempo que se sentaba frente a Erica-. Esa capacidad que desarrollan las madres para hacerlo todo con la misma soltura, tengan o no las dos manos libres. No comprendo como os las arreglais.
Erica le sonrio. Resultaba increible ver como cambiaba el rostro de Niclas cuando reia. Sin embargo, el marido de su amiga no tardo en adoptar de nuevo una expresion grave y su rostro volvio a parecer sombrio.
Dio un sorbito de cafe, como para ganar tiempo. Erica no podia resistir la curiosidad. ?Que querria de ella?
– Seguro que te preguntas para que he venido -dijo, como si le hubiese leido el pensamiento.
Erica no respondio. Niclas tomo otro trago de cafe antes de continuar:
– Se que Charlotte estuvo aqui hablando contigo…
– Pero no puedo decirte de que…
Niclas alzo una mano y la tranquilizo:
– No, no he venido para sonsacarte lo que Charlotte te haya contado, sino porque tu eres su amiga mas cercana en este pueblo y, por lo que vi cuando estuviste en casa, eres una buena amiga. Y eso es justo lo que Charlotte va a necesitar dentro de poco.
Erica lo miro llena de curiosidad, aunque, al mismo tiempo, tenia el desagradable presentimiento de saber que iba a contarle. Sintio una manita en la mejilla y miro a Maja, que la observaba satisfecha jugueteando con un mechon de su melena. A decir verdad, no estaba segura de querer saber mas. Algo la empujaba a desear mantenerse en la pequena burbuja en la que habia vivido los ultimos meses. Aunque a veces esa misma burbuja hubiese estado a punto de asfixiarla, resultaba un lugar seguro y familiar. Pero logro superar el impulso, aparto la mirada de Maja, la dirigio a Niclas y dijo:
– Estoy dispuesta a ayudar en todo lo que pueda.
Niclas asintio, pero parecia dudar. Despues de darle varias vueltas a la taza entre las manos, respiro hondo:
– He traicionado a Charlotte. He traicionado a mi familia de la peor manera imaginable. Pero hay otras cosas, cosas que nos han ido carcomiendo, que han hecho que nos apartemos el uno del otro. Cosas a las que ahora debemos enfrentarnos. Charlotte no sabe nada de mi engano, pero debo contarselo y entonces necesitara tu apoyo.
– Puedes explicarmelo -le dijo Erica con serenidad.
Y Niclas empezo a desahogarse con alivio palpable y lo conto todo: un amasijo desagradable, incoherente, sucio.
Era evidente que, al terminar su relato, se sentia mucho mejor. Erica no sabia que decir. Acariciaba la mejilla de Maja como para defenderse de una realidad demasiado fea y horrible. Una parte de ella sentia deseos de levantarse y gritarle que se fuese al infierno. Y la otra, de abrazarlo y acariciarle la espalda para procurarle consuelo. Finalmente, le dijo:
– Tienes que contarselo a Charlotte. Vete a casa ahora mismo y dile todo lo que me has dicho a mi. Y si me necesita, aqui estoy. Despues… -Erica guardo silencio, sin saber como expresar lo que queria decir-, despues teneis que retomar las riendas de vuestra vida. Si Charlotte, y solo si ella te perdona, tendras que asumir la responsabilidad y esforzarte para que podais seguir adelante. Lo primero que has de hacer es salir de esa casa. Charlotte estaba a disgusto viviendo con Lilian desde el principio y se que, despues de la muerte de Sara, todo ha ido a peor. Teneis que haceros de una casa propia, un hogar donde sea posible el reencuentro, donde podais llorar en paz la muerte de Sara, donde podais convertiros en una familia.
Niclas asintio.
– Si, se que tienes razon. Deberia haber arreglado ese tema hace mucho tiempo, pero estaba tan ocupado con mis cosas que no veia…
Inclino la cabeza hacia la mesa y se quedo mirandola fijamente. Cuando alzo la vista, tenia los ojos llenos de lagrimas.
– ?La echo tanto de menos, Erica! La echo tanto de menos que siento que todo mi ser se rompe en pedazos. Sara no esta, Erica. Hasta ahora no habia tomado conciencia de ello. Sara no esta.
Las lagrimas corrian por sus mejillas para ir a estrellarse contra la mesa. Niclas temblaba y su rostro se desfiguro hasta el punto de que resultaba irreconocible. Erica extendio el brazo y le tomo la mano.
Y asi permanecio largo rato, mientras el lloraba su dolor.
Aquel fin de semana volvio a ocurrir. Habian pasado unos quince dias desde la ultima vez, de modo que el empezo a desear que todo fuese un sueno o que hubiese acabado definitivamente. Pero luego se presento otra vez. El instante de repugnancia, de negacion y de dolor.
Si al menos supiese como combatirlo. Cada vez que sucedia, sentia que la abulia paralizaba su cuerpo y, simplemente, se dejaba llevar.
Sebastian se abrazo las piernas, sentado en la cima de Veddeberget. Desde alli podia contemplar la bahia. Hacia frio y mucho viento, pero en cierto modo, era agradable. Asi el ambiente exterior era acorde con el que reinaba en su interior. Aunque para que la identidad fuese total, tendria que llover tambien, porque asi se sentia el por dentro, como si una lluvia torrencial arrastrase consigo todo lo que era bueno y estaba entero; como si todo se perdiese por un desague gigantesco.
Ademas, Rune habia vuelto a reprenderlo. Encima de lo que ya tenia. Vociferando y gritando, le dijo que a ver que se habia creido, que se daba perfecta cuenta de que no estaba esforzandose lo suficiente. Que tenia que trabajar mas. Que no tendria ningun futuro si no trabajaba mas duro, porque estaba claro que no tenia cabeza para los estudios. Pero el lo intento tanto como pudo dadas las circunstancias. No era culpa suya si todo terminaba siempre en desastre.
A Sebastian le ardian los ojos y se seco indignado las lagrimas con el puno del jersey. Lo ultimo que deseaba era ponerse a lloriquear como un nino alli sentado. Cuando, en realidad, todo era culpa suya. Si hubiera sido un poco mas fuerte, aquello no habria sucedido ni la primera vez ni la segunda tampoco. No habria sucedido una y otra vez.
Ya le corrian las lagrimas imparables por las mejillas y con tanto ahinco se las secaba en el puno del grueso jersey, que se le lleno el rostro de aranazos.
Por un instante, sintio el impulso de poner fin a todo. Seria tan sencillo. Unos pasos hasta el borde y luego, solo dejarse caer. En unos segundos habria acabado. De todos modos, a nadie le importaba. Para Rune seria un alivio. Asi no tendria que hacerse cargo del hijo de otra persona. Tal vez pudiese incluso conocer a otra mujer y tener hijos propios, puesto que tanto lo deseaba.
Sebastian se levanto. La idea seguia resultandole atractiva. Se acerco despacio al borde de la montana y miro hacia abajo. Estaba alto. Intento imaginarse como seria: volar por el aire, ingravido durante un instante, y luego el retumbar de su cuerpo contra el suelo. ?Sentiria algo en ese momento? Probo a sacar un pie fuera del borde de la roca y lo dejo suspendido en el aire. Despues se le ocurrio de pronto que tal vez no muriese en la caida, que podia sobrevivir y quedarse paralitico o algo asi. Quedaria como un bulto baboso para el resto de su vida. Eso si que le proporcionaria a Rune un argumento para quejarse de verdad. Aunque, seguramente, lo llevaria enseguida a alguna residencia.
Vacilo unos segundos mas con el pie en el aire. Despues volvio a ponerlo en el suelo y retrocedio despacio. Con los brazos cruzados convulsamente, se quedo mirando el horizonte. Mucho, mucho rato.
Ella se le abalanzo tan pronto como lo vio entrar por la puerta.
– ?Que ha sucedido? Aina llamo para contarme que la policia habia ido a buscarte al trabajo -le dijo con voz quebrada, casi presa del panico-. No le he dicho nada a Charlotte.