– Si, tu riete -la recrimino Erica con una sonrisa-. Pero, tal y como estan las cosas, no habra boda, con el retraso que llevamos con los preparativos.

– Pues nada -replico Anna resuelta mientras se sentaba a la mesa, lapiz y papel en mano-. Hagamos una lista ahora mismo, y nos ponemos manos a la obra. Y que no se crea Patrik que va a librarse. Tu no eres la unica que se casa, ?no? Os casais los dos.

– Si, claro, nos casamos los dos -respondio Erica, un tanto esceptica, pues no creia facil sacar a Patrik de la confusion de que, en los preparativos de aquella boda, Erica era tanto directora de proyecto como soldado de a pie. De hecho, Patrik parecia creer que, una vez se hubo declarado, habian concluido sus obligaciones de tipo practico y que, a partir de ahi, lo unico que le quedaba por hacer era no llegar tarde a la iglesia.

– Veamos: buscar un grupo que toque en la fiesta. Esto… sera cosa de Patrik -aseguro Anna encantada. Erica enarco una ceja con expresion incredula. Anna no se dejo distraer por ello y continuo con su lista.

– Buscar un frac para el novio. Esto… lo hara Patrik -Anna estaba muy concentrada en su tarea, y Erica, encantada de no tener que llevar las riendas por una vez.

– Pedir hora para la degustacion del menu… lo hara Patrik.

– Oye, no creo que funcione… -comenzo Erica, pero Anna fingio no oirla siquiera.

– El vestido de novia… Si, bueno, esto es cosa tuya, Erica, en lo del vestido has de poner algo de tu parte. ?Que te parece si manana nos vamos las tres a Uddevalla, a ver que tienen?

– Si… -respondio Erica vacilante. Lo ultimo que le apetecia en aquellos momentos era ir a probarse ropa. Los kilos de mas que habia acumulado durante el embarazo de Maja seguian ahi como una montana inamovible, junto con los otros kilos que habia ido anadiendo durante los ultimos meses, pues, debido al estres, no habia tenido tiempo de reparar siquiera en lo que comia. Se detuvo mientras se llevaba a la boca el bollo que tenia en la mano y volvio a dejarlo en el plato. Anna dejo la lista y la miro.

– ?Sabes? Si dejas de comer hidratos de carbono desde hoy hasta el dia de la boda, perderas los kilos a toda velocidad.

– Anda ya, yo nunca he perdido kilos a ninguna velocidad digna de mencion -respondio Erica con amargura. Una cosa era pensar una misma que le sobraban unos kilos y otra muy distinta que alguien te lo dijera. Pero, claro, Anna tenia razon. Algo debia hacer si queria verse guapa el dia de su boda-. Vale, lo intentaremos -dijo a reganadientes-. Nada de bollos ni galletas ni golosinas, me olvidare del pan y de la pasta de harina blanca y de todas esas cosas.

– Muy bien, pero, en cualquier caso, has de ir a buscar un vestido ya. Luego, si es necesario, pueden meterle un poco las costuras.

– Me lo creere cuando lo vea -replico Erica con voz apagada-. Pero tienes razon, podemos ir a Uddevalla manana, en cuanto hayamos dejado a Emma y a Adrian en la guarderia. Y ya veremos. Si no, tendre que casarme en chandal -dijo observandose con pesadumbre-. Bien, ?y que mas? -pregunto suspirando y senalando con la cabeza la lista de Anna que, entusiasmada, seguia anotando y distribuyendo tareas a diestro y siniestro. Erica experimento de pronto un cansancio indecible. Aquello no saldria bien, de ninguna manera.

Cruzaron la calle sin prisa. Hacia tan solo cuatro dias que Patrik y Martin recorrieron el mismo camino y no estaban muy seguros de lo que iban a encontrarse. Hacia cuatro dias que Kerstin conocia la noticia de la muerte de su pareja. Cuatro dias eternos, seguramente.

Patrik le dirigio a Martin una mirada inquisitiva antes de llamar al timbre. Como si se hubieran puesto de acuerdo, ambos exhalaron un hondo suspiro con el que dejaron escapar parte de la tension acumulada. En cierto modo, consideraban que era muy egoista sentirse atormentado por visitar a personas que habian perdido a un ser querido; que era puro egoismo sentir el menor malestar, cuando para ellos era mucho mas facil que para quienes se hallaban en pleno luto por la perdida de un familiar. Claro que el malestar se debia a su miedo a decir una inconveniencia, a dar un mal paso que empeorase la situacion, pese a que la logica les decia que nada de lo que ellos pudiesen hacer agravaria un dolor que siempre resultaba invicto, imposible de asimilar.

Oyeron unos pasos acercandose por el pasillo y, al cabo de un instante, se abrio la puerta, pero al otro lado no estaba Kerstin, tal y como esperaban, sino Sofie.

– Hola -les dijo la muchacha con un hilo de voz y con la cara marcada por el llanto de varios dias. La joven no se movio, de modo que Patrik se aclaro la garganta para tomar la palabra.

– Hola, Sofie. -Guardo silencio un instante, pero anadio enseguida-: Supongo que te acordaras de nosotros, Patrik Hedstrom y Martin Molin. -Miro a Martin y volvio a dirigirse a Sofie-. ?Esta en casa… Kerstin? Tendriamos que hablar con ella unos minutos.

Sofie se hizo a un lado, entro en el piso y llamo a Kerstin mientras Patrik y Martin aguardaban en el vestibulo.

– ?Kerstin! Ha venido la policia. Quieren hablar contigo.

Kerstin salio de una de las habitaciones. Tambien ella tenia la cara hinchada y roja de tanto llorar. Se quedo en silencio a unos metros de donde se encontraban ellos y ni Patrik ni Martin sabian como abordar el tema. Finalmente, la mujer les dijo:

– ?Quieren entrar?

Ambos asintieron, se quitaron los zapatos y la siguieron hasta la cocina. Sofie parecia querer acompanarlos, pero quiza Kerstin intuyo que el tema que iban a tratar no era apropiado para ella, porque le hizo un gesto disuasorio y casi imperceptible. Sofie parecio dispuesta a ignorarlo, pero luego se encogio de hombros, se metio en su cuarto y cerro la puerta. Ya se lo harian saber en su momento; ahora Patrik y Martin querian hablar a solas con Kerstin.

Patrik fue derecho al grano y comenzo en cuanto se hubieron sentado.

– Vera, hemos encontrado una serie de… anomalias en torno al accidente de Marit.

– ?Anomalias? -repitio Kerstin mirando sin comprender a Patrik y a Martin alternativamente.

– Si… -continuo Martin-. Existen ciertas… lesiones que probablemente no puedan atribuirse al accidente.

– ?Probablemente? -volvio a repetir Kerstin-. ?No lo saben?

– No, aun no estamos seguros -confeso Patrik-. Sabremos mas cuando el forense haya enviado el informe definitivo, pero por ahora tenemos los interrogantes suficientes como para hacerle algunas preguntas mas. Queremos saber si existe algun motivo para creer que alguien hubiese querido hacerle dano a Marit.

Patrik vio que Kerstin se estremecia. Mas que verlo, sintio que una idea cruzaba por su cabeza, una idea que la mujer desecho enseguida. Pero precisamente aquella idea era la que el debia abordar.

– Si sabe de alguien que pudiera querer causarle dano a Marit, debe contarnoslo. Al menos, para que podamos excluir a la persona en cuestion como sospechosa.

Patrik y Martin la observaban tensos. La mujer parecia estar debatiendose en su interior y ambos guardaron silencio para darle tiempo a formular su respuesta.

– Bueno, durante un tiempo, recibimos unas cartas -respondio despacio y a disgusto.

– ?Cartas? -pregunto Martin lleno de curiosidad.

– Pues si… -Kerstin hacia girar el anillo de oro que llevaba en el anular izquierdo-. Nos pasamos cuatro anos recibiendo cartas.

– ?Cual era el contenido de esas cartas?

– Amenazas, comentarios sucios, cosas sobre nuestra relacion.

– Es decir, las remitia alguien que aludia a… -Patrik dudaba preguntandose en que terminos formular la pregunta-… a la naturaleza de la relacion que ustedes mantenian.

– Si -respondio Kerstin incomoda-. Alguien que sabia o sospechaba que eramos algo mas que amigas y que… -Ahora le toco a ella el turno de vacilar y de elegir los terminos-… que lo «desaprobaba» -anadio al cabo.

– ?En que consistian las amenazas? ?Eran graves? -Martin iba anotando cuanto decian. Verdaderamente, aquello no contradecia los indicios que

indicaban que la muerte de Marit no habia sido un accidente.

– Si, eran muy graves. Decian que la gente como nosotras era repugnante, que eramos repugnantes para la naturaleza. Que la gente como nosotras merecia morir.

– ?Con que frecuencia las recibian?

Kerstin hizo memoria. Seguia nerviosa, dandole vueltas al anillo una y otra vez.

– Puede que unas tres o cuatro al ano. Unos anos mas, otros menos. No parecian seguir un patron. Era mas bien como si a la persona en cuestion le diera un arrebato de pronto, no se si me entienden.

– ?Por que no lo denunciaron nunca a la policia? -pregunto Martin levantando la vista del bloc de notas.

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