que le merecia el hecho de que Ola aludiese a la joven asesinada en aquellos terminos.
– Si, si, bueno -respondio Ola con un gesto despectivo de la mano, para demostrar con la misma claridad que no le importaba mucho la opinion de Hanna sobre su modo de expresarse.
Gosta sentia deseos de atizarle a aquel tipo. De buena gana habria sacado las llaves del coche para hacerle una marca de parte a parte en el centro de la mesa. Cualquier cosa, con tal de desequilibrar la perfeccion asfixiante de Ola.
– No, no nos referimos al asesinato de Lillemor -explico Gosta en un tono de voz gelido-. Hablamos de un asesinato cometido en Boras. Un muchacho llamado Rasmus Olsson. ?Le dice algo ese nombre?
Ola mostro un sincero desconcierto, pero eso no tenia el menor significado. Gosta habia conocido a un sinfin de excelentes actores durante su carrera de policia. Alguno incluso habria podido encontrar un hueco en el teatro nacional Dramaten.
– ?Boras? ?Rasmus Olsson? -Sus palabras resonaron como un eco de la conversacion que habian mantenido con Kerstin hacia una hora-. No, no tengo ni idea. Marit nunca vivio en Boras. Y desde luego, no conocio a ningun Rasmus Olsson. Bueno, no lo conocio mientras estuvo conmigo, claro. Despues no tengo la menor idea de a que se dedico. Claro que, teniendo en cuenta lo bajo que cayo, todo es posible. -Su voz rezumaba desprecio.
Gosta se metio la mano en el bolsillo y tanteo las llaves del coche. Le hormigueaban las manos de ganas…
– En otras palabras, no conoce la existencia de ninguna relacion entre Marit y la ciudad de Boras, ni con la persona cuyo nombre acabamos de mencionar, ?no es eso? -Hanna repitio la pregunta de Gosta y Ola poso la mirada en ella.
– ?Es que no me explico bien? -pregunto-. En lugar de hacerme repetir lo que digo, podria haber estado tomando notas…
Gosta agarro bien las llaves del coche en el bolsillo, pero Hanna no parecio verse afectada por el tono venenoso de Ola, sino que continuo imperterrita:
– Rasmus tambien era abstemio. ?No se le ocurre ninguna conexion por ese motivo? ?Alguna asociacion o algo asi?
– No -respondio escuetamente-. Tampoco existe ninguna relacion de ese tipo, y no comprendo por que le conceden tanta importancia al hecho de que Marit no bebiese alcohol. Sencillamente, era algo que no le interesaba -dijo poniendose de pie-. Si no tienen nada mas relevante que preguntar, creo que podrian volver cuando lo tengan. Y, cuando eso ocurra, preferiria que vinieran a mi casa.
A falta de mas preguntas y con el sincero deseo de salir de aquel despacho y de marcharse muy lejos de Ola, Gosta y Hanna se levantaron tambien. No se molestaron ni en darle un apreton de manos ni en decirle adios. Todos esos gestos de cortesia se les antojaban un desperdicio con el.
La reunion con el ex marido de Marit no les habia proporcionado nada nuevo. Aun asi, durante el camino de regreso a Tanumshede, Gosta noto un extrano desasosiego. Habia algo en la reaccion de Ola, algo de lo que dijo o de lo que no dijo, que le zumbaba en la cabeza reclamando su atencion. Pero, por mas que se esforzaba, no daba con lo que era.
Hanna tambien guardaba silencio, mirando el paisaje y como encerrada en su propio mundo. Gosta queria echarle una mano, decirle algo que la consolara, pero no lo hizo. En realidad, ni siquiera sabia si habia algo por lo que consolarla.
Con su padre en el trabajo se estaba a gusto en el piso. Sofie preferia estar sola en casa. De lo contrario, su padre siempre estaba encima dandole la tabarra con los deberes, preguntandole donde habia estado, adonde iba, con quien hablaba por telefono, cuanto gastaba en llamadas. Dale que te pego. Y, ademas, tenia que procurar que todo estuviese en orden. No podia haber cercos de vasos en la mesa de la sala de estar, ningun plato en el fregadero, los zapatos formando una linea perfecta en el zapatero, ni un solo pelo en la banera despues de ducharse… Podia hacer una lista infinita. Sabia que era una de las razones por las que Marit habia optado por irse. Sofie los oia discutir y, cuando tenia diez anos, ya conocia todos los matices de sus disputas. Pero su madre tenia la oportunidad de irse y, mientras vivio, Sofie contaba con un respiro dos semanas al mes, lejos de tanto rigor y tanta perfeccion. Con Kerstin y Marit podia poner los pies en la mesa del sofa, poner la mostaza en medio del frigorifico, en lugar de en el compartimento de la puerta, y dejar enredados los flecos de la alfombra, en lugar de verse obligada a peinarlos para que se vieran lisos y ordenados. Era maravilloso estar con ellas y le ayudaba a sobrellevar la semana de disciplina estricta. Pero ahora se acabo la libertad, ya no habia escapatoria. Se veia atrapada alli, en medio de tanta pulcritud y de tanto brillo. En un hogar donde siempre la interrogaban y la cuestionaban. Los unicos momentos de descanso los hallaba cuando volvia pronto de la escuela. Entonces se permitia pequenos actos de rebeldia. Como, por ejemplo, tomarse una taza de cacao sentada en el sofa blanco, poner musica pop en el reproductor de CD de Ola y desordenar los cojines. Sin embargo, siempre lo arreglaba todo antes de que el llegase a casa. Cuando Ola entraba por la puerta, no quedaba ni rastro de su rebelion. No imaginaba un horror mayor que la posibilidad de que Ola saliese un poco antes del trabajo y la descubriese. Aunque era altamente improbable: solo estando enfermo de muerte se le pasaria por la cabeza salir del trabajo un minuto antes de la hora. Debido a su cargo de jefe de equipo, consideraba vital dar ejemplo, y no toleraba los retrasos, las bajas por enfermedad y las salidas anticipadas del trabajo ni en si mismo ni en sus subordinados.
Marit lo compenso con el carino. Sofie lo veia clarisimo ahora. Ola era la crudeza, la limpieza, el frio, en tanto que Marit significaba la seguridad, el calor, un poco de caos y de alegria. Sofie habia pensado a menudo que verian el uno en el otro al principio. Como dos personas tan distintas llegaron a conocerse, a enamorarse, a casarse y a tener un hijo juntos. Para Sofie siempre fue un misterio, desde que le alcanzaba la memoria.
Se le ocurrio una idea. Aun faltaba mas de una hora para que su padre volviese del trabajo. Entro en el dormitorio de Ola, que antes fuera tambien el de su madre. Sabia donde lo tenia todo. En el armario, al fondo, en el rincon. Una gran caja con todo lo que Ola llamaba «las chorradas sentimentales de Marit», pero de las que aun no se habia desprendido. A Sofie le sorprendia que su madre no se las hubiese llevado cuando se mudo, pero quiza deseaba dejarlo atras todo, puesto que se disponia a comenzar una nueva vida. Lo unico que quiso llevarse consigo era a Sofie. Eso le bastaba.
Sofie se sento en el suelo y abrio la caja. Estaba llena de fotos, de recortes, de mechones de pelo de Sofie cuando era pequena y las pulseritas de plastico que les pusieron a ella y a Marit en la maternidad para identificarlas como madre e hija. En un tarro pequeno sono un ruidito y, al abrirlo, Sofie constato con cierta repugnancia que eran dos dientes diminutos, seguramente suyos, aunque no por ello le daban menos asco.
Paso media hora repasando despacio el contenido de la caja. Una vez lo hubo examinado todo, fue colocandolo en pequenos montones que dispuso en el suelo. Comprobo perpleja que las viejas fotos de cuando Marit era adolescente mostraban a una jovencita que se parecia muchisimo a ella. Nunca antes habia reparado en que fuesen tan iguales, pero se alegraba. Estudio a fondo la fotografia de boda de Marit y Ola, en un intento de detectar el germen de todos los problemas que los esperaban. ?Sabrian ya que no iba a funcionar? Sofie creyo intuir que asi era, Ola tenia un aspecto severo, pero satisfecho a un tiempo. La expresion de Marit denotaba casi indiferencia, era como si hubiese clausurado los canales de todos sus sentimientos. Y, desde luego, no se la veia como a una novia radiante de felicidad. Los recortes de los periodicos amarilleaban un poco y crujieron resecos cuando Sofie los desplego. Era el anuncio de la boda, el de su nacimiento, un recorte de como tejer patucos, recetas de cenas suculentas, articulos sobre enfermedades infantiles. Sofie sentia como si tuviese a su madre entre las manos. Casi se imaginaba a Marit sentada a su lado riendose de los articulos que habia recortado sobre la mejor manera de limpiar el horno o sobre como se prepara el jamon de Navidad perfecto. Sintio que Marit le ponia la mano en el hombro y sonreia cuando saco una foto de las dos en el hospital, Marit con un bulto colorado y arrugado en el regazo. Ahi se la veia tan feliz… Sofie se puso la mano en el hombro, tratando de imaginar que debajo estaba la de su madre. El calor que irradiaba la mano de Marit en la suya. Pero enseguida se hizo patente la realidad. Lo unico que habia debajo de su mano era el tejido de la camiseta, y su mano estaba fria como el hielo. Ola siempre queria cerrar las fuentes de calor, para ahorrar en la factura del gas.
Cuando llego al articulo que habia en el fondo de la caja, al principio creyo que habria ido a parar alli por error. El titular no encajaba en absoluto, y le dio la vuelta para ver si era el de la otra cara el que Marit quiso conservar. Pero alli no habia mas que un anuncio de una marca de jabon. Un tanto distraida, comenzo a leer la entradilla y, con la primera frase, sintio que se le helaba la sangre en el cuerpo. Con los ojos desorbitados y sin dar credito a lo que leia, devoro cada frase y cada letra. Aquello no podia ser. Sencillamente, no podia ser.
Sofie volvio a colocarlo todo en la caja y la guardo en su lugar, en el fondo del armario. Las ideas se