– No -dijo al fin-. La victima de Lund habia consumido muchisimo alcohol, y la policia no disponia de ese dato con respecto a la victima de Nykoping, pero habia pensado que tu y yo podriamos ir a hablar con ellos y averiguar mas detalles.

Martin asintio.

– Claro, ?cuando salimos?

– Manana -respondio Patrik-. Bien, si nadie quiere anadir nada mas, podemos dar por finalizada la reunion y ponernos manos a la obra. Si hay algo que haya quedado poco claro, propongo que leais mi resumen. Annika ha sacado copias y podeis ir cogiendo un ejemplar cada uno segun vayais saliendo.

Se levantaron taciturnos y meditabundos. Todos pensaban en las dimensiones del caso al que se enfrentaban y trataban de incorporar a su vocabulario la expresion «asesino en serie». Jamas, en toda la historia de la comisaria de Tanumshede, habian tenido que recurrir a ella. No era un hito agradable.

Gosta se dio la vuelta al oir a alguien a su espalda cuando iba a entrar en su despacho.

– Martin y yo nos vamos manana y estaremos fuera dos dias -explico Patrik.

– ?Y? -pregunto Gosta.

– Habia pensado que Hanna y tu os encargarais de lo demas entretanto. Por ejemplo, podriais revisar la carpeta de Marit. Yo he leido su contenido tantas veces que creo que seria beneficioso que alguien lo hiciese con nuevos ojos. Y haced lo mismo con lo que tenemos de Rasmus Olsson, por cierto. Ademas, Martin habia comenzado a elaborar una lista de todos los propietarios de galgos espanoles del pais, y estaria bien que continuaseis con ella. Habla con Martin esta tarde y le preguntas hasta donde llego. Y… ?que mas habia? Ah, si, el periodista del Kvallstidningen ha enviado por fax una copia del diario de Lillemor Persson. Nos enviaran tambien el original, pero llega por correo ordinario y no tenemos tiempo que perder esperandolo. Yo me llevo una copia, pero Hanna y tu podeis ir echandole un vistazo.

Gosta asintio agotado.

– Bien -concluyo Patrik-. Entonces en marcha. ?Se lo cuentas tu a Hanna?

Gosta volvio a asentir. Mas agotado si cabe. Vaya mierda tener que trabajar de aquel modo. Estaria totalmente exhausto antes de que la temporada de golf hubiese empezado siquiera.

Era por las noches cuando mas cercano sentia el horror. ? Y si venian mientras ella estaba durmiendo? ?Y si no le daba tiempo de despertar hasta que no fuese demasiado tarde? En el dormitorio, el y su hermana tenian cada uno su cama. Ella solia ir por las noches a taparlos hasta la barbilla y a darles un beso en la frente, primero a el, luego a su hermana. Un dulce «buenas noches» y apagaba la luz. Y cerraba con llave. Y era entonces cuando el mal campaba a sus anchas dominando sus sentidos. Sin embargo, supieron hallar consuelo. Con pasos cautos y de puntillas, se pasaba a la cama de su hermana y se acostaba pegado a ella bajo el edredon. No acostumbraban a hablar, simplemente se quedaban asi, muy cerca, sintiendo el calor mutuo. Tan cerca que se intercambiaban el aliento, aire ardiente que llenaba sus pulmones y se extendia hasta sus corazones invadiendolos de una sensacion de seguridad.

A veces se quedaban asi, despiertos, mucho rato. Cada uno veia el miedo en los ojos del otro, aunque incapaces de formularlo con palabras. En esos instantes, sentia a veces tal amor por su hermana que creia que podria estallar. Llegaba a cada rincon de su ser y lo impulsaba a querer acariciar cada centimetro de su piel. La veia tan indefensa, tan inocente, tan atemorizada por lo de fuera. Mas asustada aun que el mismo. En su caso, el miedo convivia mezclado con el anhelo de lo que existia alla fuera. Aquello a lo que habria tenido acceso, de no ser por su condicion de pajaro cenizo, y de no ser porque lo desconocido lo aguardaba alli.

A veces, cuando yacia asi por las noches, con su hermana en sus brazos, se preguntaba si lo terrible guardaba alguna relacion con la mujer de la voz agria. Despues, el sueno se apoderaba de el. Y con el sueno, los recuerdos.

Martin se mareaba en coche desde siempre. Aun asi, trataba de leer las paginas fotocopiadas del diario de Lillemor.

– ?Quien sera ese «el» del que habla y al que dice reconocer? -pregunto desconcertado sin dejar de leer, por si encontraba mas pistas.

– No lo explica -respondio Patrik, que habia leido las copias antes de partir-. Ni siquiera parece estar segura de haberlo visto, o de donde lo vio.

– Pero si dice que le produce una sensacion desagradable -observo Martin senalando el lugar de la pagina donde acababa de leerlo-. Resulta increible que haya sido casualidad que la mataran despues.

– Si, estoy de acuerdo -admitio Patrik mientras aceleraba para adelantar a un camion-. Pero no hay nada mas en el diario que resulte de interes, de todos modos. Y puede ser cualquiera. Alguien del pueblo, alguien del grupo de participantes, alguien del equipo de produccion… Lo unico que sabemos es que se trata de un hombre. -Se detuvo, pues oyo que Martin empezaba a respirar con dificultad-. ?Te encuentras bien? ?Te estas mareando? -Una simple ojeada a la cara de Martin le confirmo que asi era. Sus pecas relucian rojizas en contraste con la palidez de su cara, mas acentuada que de costumbre, y el pecho se le agitaba subiendo y bajando al ritmo de su respiracion-. ?Quieres que abra la ventanilla para que entre un poco de aire fresco? -pregunto algo preocupado. Por un lado, lo sentia por el colega; por otro, no tenia ninguna gana de hacer el viaje hasta Lund con una vomitona en el coche. Martin asintio y Patrik bajo la ventanilla del lado del acompanante. Martin se apoyo en la ventanilla y respiro con avidez el oxigeno, aunque venia mezclado con el humo de los coches, por lo que no le reporto el alivio que esperaba.

Unas cuantas horas mas tarde, con las piernas entumecidas y con dolor de espalda, entraron en el aparcamiento de la comisaria de policia de Lund. No se habian permitido mas que una breve pausa para orinar y estirar las piernas, ya que ambos estaban ansiosos por saber que sacarian de la reunion con el comisario Kjell Sandberg. Solo tuvieron que aguardar unos minutos en recepcion: el comisario bajo enseguida. En realidad, el hombre libraba aquel sabado, pero despues de la llamada de Patrik, acepto acudir a la comisaria.

– ?Que tal el viaje? -pregunto Kjell Sandberg echando a andar delante de ellos.

Era un hombre de muy baja estatura -poco mas de uno sesenta, calculo Patrik-, pero parecia compensarlo con la gran cantidad de energia acumulada en su breve persona. Hablaba con todo el cuerpo y gesticulaba sin cesar, y tanto a Martin como a Patrik les costo seguir su carrera por el pasillo. La marcha culmino por fin en una sala de descanso y entonces Kjell los invito a pasar primero.

– He pensado que podiamos sentarnos aqui en lugar de en mi despacho -dijo Kjell senalando una mesa donde habia un monton de archivadores. En el primero de ellos se leia «Borje Knudsen» que, segun sabia Patrik desde el dia anterior, era el nombre de la victima numero tres, o numero dos, para ser exactos y consecuentes con la cronologia. Se sentaron y Kjell empujo el monton hacia Patrik-. Ayer estuve revisandolo todo otra vez. Despues de vuestra consulta, bueno, podria decirse que vi una serie de detalles a una luz distinta. -Meneo la cabeza como lamentandolo y excusandose un poco.

– Y hace seis anos, ?no hubo ninguna sospecha de que algo no encajaba? -pregunto Patrik, aunque procurando que no sonara como un reproche.

Kjell meneo de nuevo la cabeza. Cada vez que lo hacia, su enorme bigote aleteaba de un modo un tanto comico.

– No, la verdad, no se nos paso por la cabeza que hubiese nada extrano en la muerte de Borje. Ya sabeis, Borje era uno de los borrachos habituales, a los que uno esperaba encontrarse muerto cualquier dia. Habia estado a punto de morir de una borrachera en mas de una ocasion, pero se habia librado. Aquel dia pensamos simplemente que… Bueno, cometimos un error, no hay que darle mas vueltas -dijo con expresion angustiada.

Patrik asintio como para consolarlo.

– Por lo que se, era facil cometer ese error precisamente en este caso. Tambien nosotros creimos durante bastante tiempo que nuestro asesinato habia sido un accidente. -Con esta confesion, Patrik parecio conseguir que Kjell se sintiera un poco mejor.

– ?Que fue exactamente lo que hizo que reaccionarais, o, bueno, que reaccionaras a nuestra consulta? - pregunto Martin tratando de no quedarse mirando el aleteo del bigote. Aun conservaba algo de la palidez del viaje y se alegro de poder comer un par de galletas Maria, que lo animaron un poco. Por lo general, solia tardar unas horas en volver a su ser despues de un viaje en coche.

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