– Bueno… yo no. Digamos que me la han traido. Pero he de hacer dos llamadas para confirmarlo, asi que no quisiera decir nada antes de la reunion. Por ahora, solo he informado a Mellberg.
– Vale, pues nos vemos dentro de una hora -convino Hanna antes de levantarse para salir. Patrik seguia sin poder librarse de la sensacion de que algo le pasaba, pero se dijo que, llegado el momento, Hanna acudiria a el para contarselo.
Cogio el auricular y marco el primer numero.
– Hemos encontrado la conexion que estabamos buscando.
Patrik miro a su alrededor para disfrutar del efecto provocado por semejante declaracion. Su mirada se detuvo un segundo en Annika y se inquieto al notar que parecia haber estado llorando. Aquello era del todo inusual, Annika siempre estaba alegre y tenia una actitud positiva en todas las situaciones, de modo que se dijo que deberia hablar con ella despues de la reunion, a fin de averiguar que le ocurria.
– Sofie Kaspersen nos ha traido hoy la pieza decisiva del rompecabezas. Entre las pertenencias de su madre, encontro un viejo articulo y decidio venir a entregarnoslo. Esta claro que Gosta y Hanna, que estuvieron en casa de su padre la semana pasada, supieron transmitirle la necesidad de que colaborasen, lo que la llevo a tomar esa resolucion. ?Buen trabajo! -dijo asintiendo alentador en la direccion de los dos colegas-. El articulo… -No pudo resistir la tentacion de hacer una pequena pausa de efecto al sentir la expectacion que reinaba en la sala-. El articulo explica que, hace veinte anos, Marit sufrio un accidente de trafico en el que hubo un muerto. Su vehiculo colisiono con el de una senora mayor que fallecio en el acto y, cuando la policia acudio al lugar del siniestro, comprobaron que Marit sobrepasaba la tasa de alcohol permitida. La condenaron a once meses de carcel.
– ?Por que no hemos sabido nada al respecto hasta el momento? -pregunto Martin intrigado-. ?Fue antes de que se mudara aqui?
– No. Ella y Ola tenian veinte anos y llevaban ya uno viviendo en Tanumshede cuando tuvo lugar el accidente. Pero de eso hace mucho tiempo, la gente olvida, y quiza lo veian con cierta condescendencia. La tasa de alcohol estaba justo por encima del limite legal, y cogio el coche despues de haber estado cenando en casa de una amiga, donde tomo un poco de vino. Lo se porque he localizado los documentos relacionados con el accidente. Los teniamos en el archivo.
– O sea, que durante toda la investigacion, hemos tenido los papeles que demostraban lo que dices ahi abajo, ?no? -pregunto Gosta incredulo.
– Si, ya se -asintio Patrik-, pero no es extrano que no lo encontrasemos. Ocurrio hace tantos anos que no figuraba en ningun archivo electronico, y no existia razon alguna para revisar los documentos del archivo asi, al azar. Y, desde luego, tampoco existia razon alguna para revisar el cajon de las sentencias por conduccion bajo los efectos del alcohol.
– Ya, pero aun asi… -mascullo Gosta abatido.
– Lo he comprobado con Lund, Nykoping y Boras. Rasmus Olsson sufrio sus lesiones en un accidente de trafico. El conducia, se le fue el coche contra un arbol y su acompanante, un amigo de su misma edad, fallecio a consecuencia de la colision. Borje Knudsen tenia un repertorio delictivo tan largo como mi brazo. Uno de ellos es un accidente, ocurrido hace quince anos, en el que provoco un choque frontal con un vehiculo que venia en sentido contrario. Una nina de cinco anos murio en aquel accidente. Es decir, en tres de los cuatro casos, nuestras victimas, en estado de embriaguez, protagonizaron un accidente de trafico que causo la muerte de otra persona.
– ?Y Elsa Forsell? -quiso saber Hanna clavando la mirada en Patrik, que hizo un gesto de resignacion.
– Es el unico caso en que aun no cuento con la confirmacion necesaria. No hay ninguna sentencia contra ella en Nykoping, pero el sacerdote de su comunidad religiosa nos hablo con insistencia de la «culpa» de Elsa. Y yo creo que se trata de una culpa del mismo tipo, solo que no la hemos encontrado todavia. Voy a llamar al sacerdote, Silvio Mancini, despues de nuestra reunion a ver si puedo sacarle algo mas.
– Buen trabajo, Hedstrom. -Lo felicito Mellberg desde el lugar donde estaba sentado, junto a la mesa de la cocina comun. Su intervencion fue tan inesperada que todas las miradas se volvieron hacia el.
– Gracias -respondio Patrik tan perplejo que ni siquiera se sintio avergonzado. Un elogio por parte de Mellberg era como… No, ni siquiera se le ocurria un buen simil. Sencillamente, Mellberg no elogiaba a nadie y punto. Un tanto desconcertado por lo inesperado del comentario, prosiguio-: En otras palabras, ahora hemos de trabajar partiendo de los nuevos datos. Averiguar tanto como podamos de aquellos accidentes. Gosta, tu te encargaras de Marit. Martin, tu dedicate al caso de Boras. Hanna, tu indaga en el de Lund. Yo tratare de averiguar algo mas sobre Nykoping y Elsa Forsell. ?Alguna pregunta?
Nadie se pronuncio, de modo que Patrik dio por concluida la reunion y se marcho dispuesto a telefonear a Nykoping. Reinaba en la comisaria una especie de frenesi, una energia y una tension renovadas. Era tan evidente que Patrik penso que podria palparlo con la mano. Se detuvo en el pasillo, respiro hondo y entro para hacer aquella llamada.
Cuando iba a Italia a ver a la familia y los amigos, todos acostumbraban a hacerle siempre las mismas preguntas. ?Como podia vivir a gusto en el frio norte? ?No eran los suecos una gente muy rara? Por lo que ellos sabian, siempre estaban encerrados en sus casas y apenas hablaban con nadie. Ademas, no sabian entenderselas con el alcohol: bebian como esponjas y siempre se emborrachaban. ?Como queria vivir alli?
Silvio solia dar un trago de un buen vaso de vino tinto y contemplar unos segundos los olivares de su hermano antes de responder:
– Los suecos me necesitan.
Y, de hecho, era lo que sentia. Cuando, treinta anos atras, partio rumbo a Suecia, le parecio una aventura. La oferta de un trabajo temporal que le hizo la comunidad catolica de Estocolmo le brindo la oportunidad que siempre habia buscado, la oportunidad de conocer un pais que siempre se le habia antojado mitico y extraordinario. Una vez alli, quiza no le resulto tan extraordinario. Y era verdad que, el primer invierno, estuvo a punto de morir de frio, hasta que aprendio que, para salir a la calle en enero, debia ponerse tres capas de ropa. Pese a todo, fue un amor a primera vista. Se enamoro de la luz, de las comidas, de la fria apariencia y el interior ardiente de los suecos. Aprendio a apreciar y a comprender sus pequenos gestos, lo obsequioso de sus comentarios, la amabilidad discreta de que hacian gala los rubios hombres del norte. Aunque esto ultimo no era del todo cierto. En realidad, se quedo muy sorprendido cuando aterrizo en tierra sueca y comprobo que no todos los suecos eran rubios de ojos azules.
En cualquier caso, alli permanecio. Despues de diez anos en la comunidad de Estocolmo, se le ofrecio la posibilidad de dirigir su propia parroquia en Nykoping. Con el transcurso de los anos habia adquirido incluso cierto acento de Sormland, mezclado con su sueco italianizado, y le encantaba comprobar el regocijo que semejante mezcla provocaba en su auditorio de vez en cuando. Reir era algo que los suecos hacian con poquisima frecuencia. Quiza el comun de los mortales no asociara el catolicismo a la alegria y a la risa, pero para el la religion era eso precisamente. Si el amor a Dios no era luz y deleite, ?que podia serlo en la vida?
Aquello sorprendio a Elsa al principio. Elsa acudio a el quiza con la esperanza de encontrar alli cilicio y latigo. En cambio, hallo una mano calida y una mirada afable. Llegaron a conversar tanto sobre ello… Su sentimiento de culpa, su necesidad de verse castigada… A lo largo de los anos, la fue guiando por todos los estratos de los conceptos de culpa y perdon. La parte mas importante del perdon era el arrepentimiento. El arrepentimiento sincero. Y eso lo habia sentido Elsa de un modo desmedido. Durante mas de treinta anos, habia sentido arrepentimiento, cada dia y cada segundo. Demasiado tiempo para llevar un yugo tan pesado. Silvio se alegraba de haber aligerado su carga levemente, para que pudiera respirar un poco, al menos durante unos anos, hasta el dia de su muerte.
Silvio fruncio el entrecejo. Habia pensado mucho en la vida de Elsa -y tambien en su muerte- desde que recibio la visita de los policias. En realidad, habia pensado mucho en ello antes tambien, pero sus preguntas removieron una infinidad de sentimientos y de recuerdos. Sin embargo, la confesion era sagrada. El sacerdote no podia traicionar la confianza que los fieles depositaban en el. Y lo sabia. Aun asi, las ideas giraban en su cabeza, el anhelo de romper una promesa a la que estaba obligado por Dios. Pero sabia que era imposible.
Cuando sono el telefono que tenia en el escritorio, supo instintivamente quien llamaba. Respondio con una mezcla de esperanza y de angustia.
– Aqui Silvio Mancini.
Sonrio al oir la voz del policia de Tanumshede. Escucho un buen rato lo que Patrik Hedstrom tenia que decirle y, finalmente, respondio al tiempo que meneaba la cabeza:
– Lo siento, me es imposible desvelar lo que Elsa me confio.