– Si.
– ?Como la encontro cuando hablo con ella en septiembre?
– ?Como la encontre?
– Si, ?noto usted algo especial? ?Parecia contenta… o preocupada o…?
– No… no note nada especial.
– ?Se sorprendio de que se casara?
– Pues yo creo que si…
Una pausa corta. Ferrati hojeo sus papeles. El moscardon se desperto despues de haber dormido cuatro dias. Emprendio un zumbante viaje por encima de los congregados, pero no encontro nada de valor y regreso a la esfera del techo. El juez Havel le siguio un rato con la mirada mientras se secaba la nuca con un panuelo multicolor.
– Senorita Lingen -retomo Ferrati-. Durante los dos anos en los que tuvo usted contacto con Eva Ringmar, ?hubo en algun momento motivo para suponer que mantenia relaciones con algun hombre, aparte de Janek Mitter?
– No.
– ?Tenia… enemigos?
– ?Enemigos? No, ?por que iba a tenerlos?
– Gracias, senorita Lingen. No tengo mas preguntas.
Ruger permanecio sentado tambien ahora.
– Senorita Lingen, ?le dice algo el nombre de Eduard Caen?
– No.
– ?Nada?
– No, nada.
– ?Esta usted segura?
– Si.
Ruger se puso de pie. Saco un papel doblado del bolsillo interior y se lo tendio a Havel.
– Senor juez, permitame que entregue al tribunal una lista con las fechas en las que Eva Ringmar se reunio con Eduard Caen desde el 15 de octubre de 1990 hasta el 20 de febrero de 1992… en total, catorce encuentros. Estan ordenados cronologicamente y confirmados por el propio senor Caen. No tengo mas preguntas que hacerle a la testigo.
17
Se desperto a las cinco y veinte.
Se quedo acostado un rato tratando de recuperar el sueno, pero no pudo. Viejas imagenes y recuerdos de todo tipo se le echaron encima y al cabo de media hora se levanto. Se puso la camiseta y los pantalones encima del pijama y fue a la cocina. Vio por la ventana que el kiosco de la plaza aun no estaba abierto y se quedo esperando sentado a la mesa.
Cuando se abrieron las contraventanas, ya estaba alli. No habia el menor riesgo; la senora le conocia y no era la primera vez que madrugaba tanto.
Con el
La noticia ocupaba una pagina entera y la leyo dos veces. Doblo el periodico, apoyo la cabeza en las manos y se puso a pensar.
?Perdida de memoria?
De todas las posibilidades que habia barajado durante esas semanas, esto no se le habia ocurrido nunca.
?Perdida de memoria?
Al cabo de un rato comprendio que esa era la unica respuesta.
La unica y la correcta. Mitter le habia olvidado. Estaba tan borracho que, sencillamente, no recordaba…
Sintio que las comisuras le tiraban. Ahora tenia sueno despues del madrugon…, pero claro que era una senal. Una senal mas de que este era el buen camino. Ahora era libre y fuerte… solo necesitaba mirar hacia delante. Nada que temer. Un leon.
Algo se le retorcio en el estomago.
?Miedo?
?Podria Mitter empezar a recordar?
Tuvo una nausea acida.
Se tomo dos tabletas para el estomago. Las trago con soda. Volvio a la cama.
La idea ya estaba lista. No se preocupo de analizarla con mas detenimiento. Todavia no era necesario. No habia prisa… podia permitirse esperar y ver como se desarrollaba todo. El cosquilleo habia vuelto a despertarse, pero lo mantuvo a raya. Cierto que estaba lleno de fuerza y de actividad, pero aun era demasiado pronto. Aun podia dedicarse a otras cosas. A otros cosquilleos.
Liz. Metio la mano debajo de las sabanas. Tenia eso por delante. Lo viejo y enfermizo se habia terminado. El miercoles, Liz. Su mujer.
Ella le seduciria, lo habia visto en sus ojos…, y el la dejaria hacer. Hasta el ultimo momento la dejaria hacer, luego cogeria el la iniciativa y la penetraria hasta hacerla gritar de placer. Por detras y por delante y de lado.
Eva ya no estaba. Ahora estaba Liz. El miercoles.
18
– ?Como cono es posible que no supieramos nada de ese Caen?
Van Veeteren empezo antes de que Munster hubiera tenido tiempo de cerrar la puerta. Munster se dejo caer en su lugar habitual entre los archivadores y se tomo dos pastillas para la garganta.
– ?Y bien?
– Se habia dicho que no era necesario revisar todo su pasado… no comprendo por que sigue usted dandole vueltas a eso. Me tropece con el jefe en la cantina. Dijo que ahora teniamos que empezar a dedicarnos en serio a estos incendios intencionados.
– Munster, me importa un huevo lo que Hiller piense que debemos hacer. Si quieres saberlo, el piromano se llama Garanin, es ruso y basta con que le pongamos a un hombre detras a partir del incendio numero doce.
– ?Por que?
– Es un lunatico. Solo actua cuando hay luna llena. Lo mire esta manana, tambien tengo su direccion, pero vamos a cogerle in fraganti. Ahora se trata de Caen. ?Que has sacado en limpio?
Munster carraspeo.
– No he hablado con el personalmente, le mande un fax esta manana. Es de suponer que llegara la respuesta durante la noche, no tienen la misma hora que nosotros.
– ?De veras?
– Hum… si, y luego fui a ver a Ruger. No queria decir nada, claro, asi que le di un par de ideas para el juicio de Henderson.
– ?Bravo, Munster! ?Sigue!
– Caen era su terapeuta. Se ocupo de ella cuando estuvo ingresada en Rejmershus y luego siguieron en contacto cuando ella salio. En realidad Ruger no tiene mucho mas que las fechas de sus encuentros. Lo que le interesaba era sobre todo apretar a la testigo que creia saberlo todo de Eva Ringmar, segun dijo.