– ?Eso es todo?
– Ha hablado por telefono con Caen dos veces, pero no cree que eso tenga ninguna importancia para el caso. Yo me inclino a darle la razon.
– ?Deja que yo decida lo que tiene importancia y lo que no, Munster! ?Que mas sabes?
– Que se traslado a Australia en marzo de este ano. Por eso se interrumpieron los encuentros… el tiene una clinica privada en Melbourne. Su mujer es de alli, probablemente ese es el motivo…
– ?Que tenia que decir de Eva Ringmar?
– No mucho, al parecer, pero no creo que Ruger le presionara demasiado.
Van Veeteren se rasco la nuca con un lapiz y reflexiono.
– ?Ruger? No, seguramente, no. ?Que le decias en el fax?
Munster se retorcio.
Ya ha vuelto a hacer alguna tonteria, penso Van Veeteren. ?Como haya metido la pata va a acordarse de su puta madre!
– Solo le pedi que confirmara la fecha y que estuviera disponible para una llamada telefonica… suya, comisario. Si contesta al fax puede usted llamar manana por la manana.
Van Veeteren saco su escarbadientes y lo contemplo un rato.
– ?Bien, Munster! -dijo por fin.
Munster enrojecio.
Un tio que ha cumplido los cuarenta deberia haber perdido la costumbre de enrojecer, penso Van Veeteren. Ademas es policia. Pero daba igual. Van Veeteren se levanto.
– ?Vamos a jugar al badminton!
Dio unos cuantos pelotazos al aire.
– ?Tengo la corazonada de que hoy voy a barrerle de la pista, intendente!
– Pero…
– ?No hay pero que valga! Asome la nariz al despacho de Hiller y digale que nos estamos matando a trabajar con el piromano. Por cierto, tenemos que pasar por mi casa antes. ?Tengo que ver a la puta perra… ja, ja!
Munster suspiro discretamente. Cuando al comisario le daba por bromear eso podia significar cualquier cosa… excepto que se le llevara la contraria.
– ?Que impresion sacaste de Andreas Berger? -pregunto el comisario mientras Munster intentaba encontrar la salida del laberintico garaje del edificio de la Policia.
– Inocente, sin duda.
– ?Por que?
– Tiene coartada para toda la noche. Vive alla arriba, en Karpatz… con una nueva esposa y dos crios, y un tercero en camino. Muy simpatico, su esposa tambien. El trato de ayudar a Eva a enderezar su vida despues de la tragedia, queria que volvieran a intentarlo…, fue ella la que se empeno en divorciarse.
– Todo eso lo se… ?no hay ahi nada podrido?
– ?Podrido?
– Si,
Munster aguardo unos segundos.
– ?No ha oido usted la grabacion?
– Si, claro que la he oido. Queria simplemente asegurarme…
– Y ?usted no puede pensar en informarme de por que seguimos dandole vueltas a esto? Yo creia que se habia decidido por Mitter hace tiempo…
– Son unicamente las vacas las que no cambian de opinion, Munster. Va como un tren todo este caso, ese es el problema. A mi no me gustan los juicios que van como trenes… por Dios, si hasta los testigos de la defensa llegaron a echarle sombras encima. Weiss y… ?como se llama el otro?
– Sigurdsen.
– Eso, Sigurdsen. Y ese descolorido jefe de estudios. Han sido colegas de Mitter durante quince anos y no son capaces de soltar nada mejor que, en todo caso, ellos no han notado en el tendencias violentas. «?Eh? ?Nosotros no hemos visto nada!» Con semejantes amigos no necesita uno enemigos, Munster. Parece que los profesores son igual de miserables que cuando uno estudiaba. Algunos siguen siendo los mismos, ademas.
– ?Y Bendiksen?
– Algo mejor, pero tampoco el parece excluir del todo la posibilidad de que Mitter lo haya hecho. Esa es la pega, Munster… todos y cada uno de esos cabrones, inclusive el propio Mitter, quiza, creen que es el quien lo ha hecho. Y sin embargo no tiene ni la mas minima sombra de antecedentes. Un par de bofetadas a su ex esposa, seguramente bien merecidas, y una infame historia de chivo expiatorio en una fiesta de alumnos. ?Apuesto a que tu propio registro de delitos es diez veces mas grande, Munster!
– No diga eso, comisario. En todo caso, nunca me han pillado.
Van Veeteren solto una risita.
– ?No faltaba mas! Tu eres policia. A los policias no los pillan.
Se quedo callado un rato trabajando con el palillo.
– Como quiera que sea -siguio diciendo-, no hay absolutamente nada que hable en favor de Mitter y eso significa que van a condenarle. Luego se dedicaran a discutir con muchas fiorituras sobre la carga de la prueba por aqui o la carga de la prueba por alli hasta que les crezca moho en los morros. En este caso, eso no vale. El fiscal no ha presentado ni una puta prueba. Y sin embargo, Mitter sera condenado.
– ?Por asesinato?
– No me extranaria… si, la verdad es que estoy convencido. Pero aunque fuera por chaladura, da igual. Pobre diablo, ha perdido el control para siempre. Es una lastima porque parece un tio divertido… ?Oye, para! ?Por que no sigues todo derecho, Munster? ?Vamos a mi casa primero!
– Es direccion prohibida, comisario.
– ?Vaya por Dios! -exclamo Van Veeteren-. Tu registro de delitos no debe de ser como para presumir, me temo.
Munster suspiro y aumento la velocidad. El comisario se sumio en sus pensamientos. A la altura de la iglesia de Keymer, saco un purito y echo una ojeada a Munster. En realidad no era fumador, pero sabia que el humo picante de aquellas bellezas negras rebajaba las condiciones fisicas de su contrincante mas que las suyas. Especialmente si no se tragaba el humo. Si no otra cosa, esa era una formula importante para la preparacion psiquica antes del partido.
Munster freno delante de Klagenburg, 4. Van Veeteren coloco cuidadosamente el humeante purito en el cenicero y se apeo del coche.
– Puedes esperar aqui. Vuelvo dentro de cinco minutos.
Munster apago el motor y bajo la ventanilla. Miro al comisario que subia las escaleras a paso gimnastico.
Dentro de diez anos se jubilara, penso. Diez anos… ?cuanto tiempo aguanta uno jugando al badminton?
Se acordo de haber visto a viejos que debian de tener mas de setenta anos dando vueltas por las pistas… Y paso a pensar en otras cosas.
En Synn, por ejemplo. Su bella esposa que queria que cogieran a los ninos y se tomaran unas verdaderas vacaciones de invierno este ano… dos semanas en diciembre cuando los precios estaban mas bajos, era eso lo que ella habia pensado, si la habia entendido bien. Viajar a una isla alejada en un mar azul, con rumorosas palmeras y un bar en la playa…
Y en como hacer para plantearle una cosa asi a Hiller. Claro que tenia horas extraordinarias de sobra, pero dos semanas…
?Dos semanas?, resoplaria Hiller con una cara como si le hubieran pedido que posara desnudo para la revista de la Policia. ?Dos semanas!
Y ahora tenia que jugar al badminton de nuevo durante la jornada laboral.
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