Alguien le habia mandado un cura.

No sabia quien. Ruger o el jefe de Policia o el senil del juez ese… dificil saberlo. Quizas habia sido por su propia iniciativa; segun dijo el, no hacia falta ningun eslabon mediador. Solo Dios Padre.

El cura sonrio con una sonrisa acuosa. Tenia que secarse los ojos todo el rato; dijo que era a causa de la sequedad del aire y del sistema de ventilacion.

– Yo suelo escuchar el sistema de ventilacion -dijo Mitter-. Creo que puede ser la voz de Dios.

El pastor asintio con interes.

– ?Si?

– Seguramente conoce usted la voz de Dios, ?no es asi?

– Si…

– Es bastante monotona, ?no le parece?

– La voz de Dios llega de modo distinto a distintos oidos.

– ?Que cojones de relativismo es ese? -dijo Mitter.

– Bueno… yo solo quiero…

– ?Pretende usted afirmar que el Senor no es mas que un cuento fenomenologico? ?Haga el favor de ensenarme su tarjeta de identidad!

El cura sonrio afable. Pero una vacilante arruga trato de instalarse en su reluciente frente.

– ?Si usted no es capaz de referir la prueba ontologica de Dios, hago que le echen de aqui inmediatamente!

El cura se seco los ojos.

– Quiza sea mejor que vuelva en otra ocasion. Veo que le pongo de mal humor.

Mitter llamo al guardia y dos minutos mas tarde volvia a estar solo.

Tambien le mandaron una psicoterapeuta.

Era una mujer de unos treinta anos y el guardia permanecio apostado todo el tiempo al otro lado de la puerta.

– ?Es usted danesa? -pregunto Mitter.

Tenia el pelo rubio y la nuca alta, asi que la pregunta no era injustificada. Ella nego con la cabeza.

– Me llamo Diotima -dijo-. ?Me permite que hable con usted un rato?

– Es un nombre bonito y raro -dijo Mitter-. Puede usted quedarse todo el tiempo que quiera.

– Han pedido que pase usted un reconocimiento psiquiatrico -siguio Diotima-. Independientemente de como sea la sentencia…

– Estoy muy agradecido -dijo Mitter-. En cualquier caso no habia pensado reanudar la ensenanza inmediatamente.

Diotima asintio. Llevaba el pelo en una cola de caballo que oscilaba un poco hacia delante y hacia atras cada vez que movia la cabeza. Mitter se hubiera acercado de buena gana y le hubiera puesto una mano en la nuca, pero no se sentia bastante limpio. Diotima tenia una lozania que era completamente inconfundible; escondio sus manos entre las rodillas tratando de pensar en otra cosa.

– ?Como se siente? -pregunto.

El reflexiono, pero no dio con una respuesta adecuada.

– Ha sido penoso…

Ella bajo la voz al final, de modo que el no pudo saber si era una pregunta o una afirmacion. Y ?se referia a el o a si misma…?

– Este no es un sitio para curarse -continuo.

El sonrio fugazmente.

– ?Sabe cuanto tiempo ha estado aqui?

El asintio.

– ?Que dia es hoy?

– Miercoles.

– Si. Su sentencia se conocera esta tarde. ?Por que ha preferido no estar alli?

El se encogio de hombros.

– ?Quiere un cigarrillo?

– De buena gana.

Ella saco un paquete de su cartera. Lo dejo en la mesa entre los dos. El libero su mano derecha. Cogio un cigarrillo y lo encendio. Era un cigarro suave, mentolado, un tabaco tipico de tias, pero a pesar de ello se lo fumo, agradecido, hasta el filtro.

De alguna manera exigia mas concentracion fumar precisamente un cigarrillo como aquel y no estaba muy seguro de las preguntas que ella le habia hecho mientras fumaba. En todo caso, el no contesto nada.

Cuando apago la colilla en el lavabo, ella se levanto y el se dio cuenta de que pensaba irse. Sintio un nudo de llanto en la garganta que se mezclo desagradablemente con el desabrido sabor de humo frio. Ella tal vez lo notara porque dio dos pasos hacia el y le puso la mano en el brazo un instante.

– Volvere -dijo-. Y, de todas maneras, no estara aqui metido mucho tiempo.

– Janek -dijo el-, me llamo Janek. No quiero que me trate de usted.

– Gradas. Diotima.

– Lo se. Ya lo habia dicho.

Ella sonrio. Tenia los dientes completamente regulares y blancos. El suspiro.

– ?Seguro que no eres danesa?

– Mi abuela paterna era de Copenhague.

– ?No te lo decia yo?

– Adios, Janek.

– Adios, Diotima.

Ruger llego con la noticia una hora despues de la cena. Parecia mas encogido que de costumbre y se sono dos veces antes de empezar.

– No pudo ser -dijo.

– ?Vaya! No pudo ser.

– No. Pero se quedo en homicidio. El jurado fue unanime. Seis anos.

– ?Seis anos?

– Si. Con buena conducta pueden quedarse en cinco.

– No tengo nada que objetar -dijo Mitter.

Ruger dejo pasar un rato.

– Va a pasar usted un reconocimiento de su estado mental -siguio diciendo luego-. Desgraciadamente es cuestion de su estado actual. Tal vez hubieramos debido elegir otra linea de defensa, pero nadie considera que fuera usted irresponsable en el momento del crimen.

– Bueno -dijo Mitter. Empezaba a sentirse muy cansado-. ?Quiere hacer el favor de ser breve?, creo que tengo que echarme a dormir pronto.

– Si sale usted adelante, ira a una carcel estatal. Si no, ira usted a Greifen o a Majorna.

– ?A Majorna?

– Si, en Willemsburg. ?Lo conoce? Es un antiguo establecimiento del siglo xix. Quiza sea preferible Greifen…

– A mi me da igual.

– Si mejora usted le trasladaran en seguida a la carcel, pero puede beneficiarse del tiempo transcurrido en el psiquiatrico…, eso es lo que hay. ?Esta usted cansado?

Mitter asintio con la cabeza.

– Le sacaran de aqui manana. Espero que pueda dormir bien esta noche, a pesar de todo.

Le tendio la mano. Mitter la cogio.

– Siento mucho que no lo consiguieramos. Lo siento sinceramente.

– No importa -dijo Mitter-. Haga el favor de dejarme solo ahora. Seguro que tendremos oportunidad de hablar en otra ocasion.

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