Mas rara todavia. Cuanto mas consideraba la pregunta, mas fuerte se volvia el sentido; y no al reves, lo que habria sido mas logico. Sonrio y se concentro y no la solto ni un segundo ni con la vista ni con el pensamiento, y muy atras en lo inconsciente empezaron a tomar forma las respuestas.

De la misma manera que no echo de menos el tiempo pasado.

De la misma manera que no pido que el pasado sea el ahora.

Cuando me declaren inocente o cuando tenga permiso, penso, ire a su tumba y me sentare un rato. Me sentare con cigarrillos y con vino.

Culpa, castigo, gracia. Culpa, castigo, gracia. ?Que mas daba si el castigo era por otra cosa?

?Que me condenen! ?Que me condenen duramente, pero que sea rapido!

Arrojo la pluma lejos de si. Volvio a encogerse en la litera con las rodillas dobladas y las manos debajo como un nino pequeno. Cerro los ojos y las imagenes llegaron una tras otra como en un flujo…

El 29 de junio, un jueves.

– ?Sabes lo que me paso hoy, Janek? -habia dicho ella-. Se me han declarado.

Su sangre se habia detenido. Se quedo de piedra.

– Pues si, un hombre desconocido se me acerco cuando estaba esperando el autobus y me pregunto si queria casarme con el. Algunos saben aprovechar el momento.

– ?Y que le contestaste?

– Que lo pensaria.

Ella tambien habia sonreido, pero el sabia que tenia el sexo abierto de par en par y habia sangre entre sus dientes.

– Nos casamos, Eva.

Y eso fue todo.

Apoyo la frente contra la pared. Era agradable. En cualquier momento podia decidir volverse completamente normal, era un acto de voluntad, nada mas… elegir la mas fina, la mas resistente y la mas gris de todas las mareas de pensamientos y aferrarse a ella firmemente como un sacerdote ciego.

?Como no la echaba de menos?

De la misma manera que no se echa de menos lo insoportable.

Como un tigre joven no echa de menos su propia muerte.

Ese hombre.

Que existia. Que no existia.

Que llamaba y colgaba si contestaba el. Una y otra vez.

Con quien ella hablaba cuando el no estaba en casa.

Que no existia y que la hacia sonar malos suenos. Que la hacian decir:

– Si me muero pronto, ?perdoname, Janek! ?Perdoname, perdoname!

Que ella negaba una y otra vez.

– No hay ningun hombre. No hay ningun hombre. Solo hay tu y yo, Janek. ?Creeme, creeme, creeme!

Era tan acojonantemente teatral que el comprendio que tenia que ser verdad. Porque tenia que ser la sangre y el dolor y la muerte lo que era verdad… no el engano. Y cuando su sexo se cenia a el, eso no podia ser mas que verdad. No habia preguntas. Tenia que ser la fuerza, no la debilidad. La culpa y el castigo y la gracia no tenian ningun sitio ni ningun nombre en esto.

?Olvidame! ?Olvidemonos el uno del otro cuando no estemos! ?Podriamos amar alguna vez si no existiera la muerte?

?Por que renian?

?De que hablaban alli en el balcon?

Golpeo la pared con la cabeza. Riendo y llorando.

16

– ?Su nombre completo, por favor?

– Gudrun Elisabeth Traut.

– ?Profesion?

– Profesora de aleman e ingles en el instituto Bunge.

– ?Es usted colega de Janek Mitter y de Eva Ringmar?

– Si. Soy colega de Mitter. Era colega de Eva Ringmar.

– Claro, claro. ?Tiene usted… o tenia… una relacion mas cercana con alguno de los dos?

– No, no podria afirmarlo. He trabajado en el instituto mas o menos tanto tiempo como Mitter, pero tenemos asignaturas diferentes. Nunca hemos tenido nada que ver.

– ?Y Eva Ringmar?

– Ella llego hace dos anos, cuando se jubilo el catedratico Monsen. Las dos trabajabamos en el departamento de lenguas.

– ?Eran ustedes amigas?

– No, no, en absoluto. Participabamos en las mismas reuniones de planificacion, haciamos bastantes pruebas conjuntas, nos sustituiamos en alguna clase si una de nosotras estaba enferma; es lo habitual en nuestro departamento.

– Pero ?no tenian ninguna relacion fuera del trabajo?

– ?Con Eva Ringmar?

– Si.

– No, nunca.

– ?Sabe usted si Eva Ringmar solia verse con alguno de los otros profesores del instituto… fuera del trabajo, por asi decir?

– No, no creo que hubiera nadie… excepto Mitter, claro…

– Por supuesto. Senorita Traut, le ruego que nos cuente el suceso que le ha contado a la policia y que tuvo lugar el lunes 30 de septiembre, es decir, cinco dias antes de que Eva Ringmar fuera asesinada.

– ?Se refiere usted al episodio en el cuarto de trabajo?

– Si.

– Bien. Fue despues de la ultima clase del dia. Yo habia hecho una prueba de aleman en un segundo curso y se habia alargado un poco. Debian de ser las cuatro y cuarto cuando entre en el cuarto de idiomas, donde tenemos nuestras mesas de trabajo. Estaba convencida de que yo era la ultima, pero para mi sorpresa veo a Eva Ringmar sentada a su escritorio. No es normal que ninguno de nosotros se quede despues de la ultima clase. Uno esta tan agotado al cabo de seis o siete clases que no se tienen fuerzas, sencillamente, para emprender ningun trabajo a esas horas, es preferible coger lo que hay que corregir y llevarselo a casa para hacerlo por la tarde o por la noche. Esa es nuestra situacion…

– Entiendo. Pero ese dia Eva Ringmar se habia quedado…

– Si, pero no estaba trabajando, estaba sentada con la cabeza apoyada en las manos mirando por la ventana.

– ?Le hablo usted?

– Si. Le pregunte si no iba a irse a casa.

– ?Que contesto?

– Primero se sobresalto como si no se hubiera dado cuenta de que yo habia entrado en la habitacion. Luego dijo…, sin mirarme… con los ojos fijos en la ventana…, que tenia miedo.

– ?Miedo?

– Si.

– ?Recuerda usted exactamente lo que dijo?

– Naturalmente. Dijo: «Ah, es usted, senorita Traut. Que bien. Tengo tanto miedo hoy, ?sabe usted?».

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