Habia un tono en su voz que daba testimonio de… ?de que?, penso Van Veeteren. ?De que habia perdido toda esperanza pero estaba, sin embargo, firmemente decidida a vivir hasta el final?
– ?Va usted a la iglesia, senora Ringmar?
– Nunca. ?Por que lo pregunta?
– No importa. ?Que fue de Rolf?
– Se establecio en Canada. No he… vuelto a verle desde la tarde en que se fue.
Aunque lo habia pensado durante mucho tiempo, le resultaba dificil pronunciar las palabras, se notaba con facilidad.
– Pero escribiria…
– Dos cartas. Una llego en 1973, el mismo ano que se fue. La otra, dos anos mas tarde. Pienso que…
– ?Si?
– Pienso que le daba verguenza. Es posible que le escribiera a Eva, eso decia ella en todo caso, pero nunca me enseno nada. A lo mejor lo inventaba para alegrarme.
Se quedaron callados un rato. Van Veeteren tomo un poco de cafe y ella le acerco mas el plato de las pastas.
– ?Cuando se fue Eva de casa?
– Medio ano despues que Rolf. Habia hecho la revalida y obtuvo plaza en la Universidad de Karpatz. Ella era la que tenia una buena cabeza, no se de donde la habia sacado. Estudio idiomas, se hizo profesora de frances e ingles, bueno, todo eso ya lo sabe usted…
Van Veeteren afirmo.
– Luego se caso con ese Berger. Pudo haber salido bien a pesar de todo. Al cabo de unos anos tuvieron un hijo… Willie… fueron unos anos felices, creo yo, pero luego ocurrio la desgracia… se ahogo. Nosotros… nosotros somos una familia desgraciada, comisario, creo que lo he sabido toda mi vida. Las cosas son asi para algunas personas… es imposible… ?no le parece que es asi?
Van Veeteren se tomo el ultimo sorbo de cafe. Penso un momento en su hijo.
– Pues si, senora Ringmar -dijo-. Creo que es exactamente como usted dice.
Ella sonrio levemente. Van Veeteren se dio cuenta de que ella era de esa clase de personas que, pese a todo, habian aprendido a encontrar cierta satisfaccion amarga en medio de la desgracia.
Una especie de: «?No te lo decia yo, Dios? ?Ya sabia que me enganabas desde el principio!».
– Tengo entendido que se separaron despues de la desgracia…
– Si, Eva se puso mal de los nervios con aquello… y Andreas no tuvo fuerza para cargar con todo.
– ?Que quiere decir?
– Pues… perder a Willie y Eva que empezo a beber y a hacer locuras… estuvo internada medio ano… ?lo sabia?
Van Veeteren asintio.
– Pues eso es lo que paso.
Suspiro. Pero, de nuevo, no se trataba de una rendicion total. Resignacion solamente, una serenidad estoica ante las atrocidades de la vida. Van Veeteren sintio de repente algo que tenia que ser simpatia por esta mujercita atormentada… una simpatia calida; no era un sentimiento al que tuviera la costumbre de entregarse y nada que hubiera esperado. Permanecio un rato callado antes de continuar:
– Pero se recupero, su hija, me refiero.
– Si, si. Hay que reconocerlo. A mi me parecio que su marido podia haberla ayudado mas, pero ella se recupero, desde luego.
– ?Tenia usted mucho contacto con su hija, senora Ringmar?
– No, la verdad es que nunca tuvimos mucha intimidad… yo no se por que, pero ella tenia su vida. No buscaba ayuda en mi, ni siquiera entonces… yo creo…
Se callo. Mastico una pasta y parecio buscar entre sus recuerdos.
– ?Que es lo que cree usted, senora Ringmar?
– Yo creo que ella pensaba que yo la habia traicionado… a ella y a Rolf.
– ?De que manera?
– Pues… que deberia haberlos defendido de Walter.
– ?No lo hizo usted?
– Claro que lo intente, pero quiza no fue suficiente. No se, comisario… es dificil saber esas cosas.
Se hizo una pequena pausa. Van Veeteren sacudio cuidadosamente unas migas de pasta al suelo. Solo tenia dos preguntas mas, las que en realidad le habian hecho venir hasta aqui para hacerlas.
– ?Sabe usted si Eva tuvo relacion con algun otro hombre… quiero decir antes que con Janek Mitter?
La senora Ringmar sacudio la cabeza.
– No lo se… en realidad no lo creo. En todo caso, ella no dijo nada…, pero en realidad no solia decirlo. Vivio en Gimsen unos anos, tuvo un puesto en un instituto femenino catolico. Yo solia llamarla una vez a la semana, pero no nos vimos nunca.
– ?Por que se fue a vivir a Maardam?
– No lo se. Por el trabajo, quiza; me parece que no le gustaba mucho ensenar solo a chicas. Le resultaba un poco conventual, me figuro.
– Entiendo. Y respecto a Janek Mitter, ?que tiene que decir usted de el?
– Nada. No le conozco… mi hija me mando una tarjeta de Grecia y me dijo que se habia vuelto a casar.
– ?Se sorprendio usted?
– Si… yo creo que si. Me alegre tambien… pero luego paso lo que paso.
Y de nuevo se encogio de hombros.
Como si la vida, en realidad, no tuviese nada que ver con ella, penso Van Veeteren. Tal vez no fuera un mal metodo.
– Asi que usted no sabe nada de su relacion. Eva no le conto nada.
– No. Creo que hable por telefono con ella dos veces desde que regreso de Grecia. Aunque, si, una vez contesto Mitter… me parecio simpatico.
Cuando llego a la plaza habia empezado a llover de nuevo. Un par de comerciantes estaban cubriendo con plasticos los embalajes de los productos, verduras, un vivero de pescado en miniatura, unos tarros de confitura, casera probablemente. Le hicieron un gesto, pero eso fue todo.
Se subio el cuello y se metio las manos en los bolsillos. Se quedo un rato de pie junto al coche, dudando. La lluvia era suave, no caia, flotaba alrededor como un velo humedo al viento. Acariciaba como una mano suave y sensible los bajos tejados de las casas, el discreto y encalado ayuntamiento, la solitaria aguja de la iglesia… lo unico que se atrevia a salir y desafiar al enorme cielo.
El encuentro con la senora Ringmar no habia salido exactamente como el habia imaginado. Pensandolo bien, era dificil decir lo que se esperaba, pero habia algo…
Solto las llaves del coche. Echo una mirada al reloj y empezo a andar en direccion al mar. Siguio por uno de los rompeolas y se quedo en la punta observando las picadas olas que perezosamente se colocaban en la base de cemento. El aire era una trinidad de humedad, sal y gritos de gaviotas. De pronto sintio frio.
Algo hay, penso…, algo que todo el tiempo me retiene.
Se metio las manos aun mas adentro en los bolsillos y emprendio el regreso a la tierra.
15
Habia pedido papel y le habian dado una gruesa entera.
Arriba, su nombre y luego una sola linea. No mas. Una linea. Clavo los ojos en ella.
?Como no la echo de menos?
Era una formulacion rara. Subrayo
Subrayo tambien