explicarte algunas cosas. Seguramente no vas a entender nada, pero estoy dispuesto a sacrificar un par de minutos por ti.

– Gracias -dijo Munster-. Muy amable.

– Las cosas tienen relacion unas con otras, ?comprendes, Munster?… Hay ciertos codigos y ciertos patrones. Nosotros nadamos en esos patrones, nos movemos, pensamos, vivimos segun esos codigos. No es mas que una cuestion de sutilidades, es dificil descubrirlas, pero tenemos que prestarles atencion, buscarlas y conducir con mano ligera para encontrar el camino. ?Sabes lo que es el determinante?

– ?El determinante?

– Si.

– Ni idea -dijo Munster.

– Yo tampoco -dijo Van Veeteren-. Pero voy siguiendole la pista. Es lo que nos guia, es el principio aglutinador, Munster…, de como avanzamos, como actuamos, como elegimos el camino… Supongo que estas de acuerdo en que en un libro debe haber accion.

– Desde luego.

– Y en que tiene que haber una intriga o por lo menos un hilo rojo en una pelicula o en una obra de teatro.

– Si, claro.

– Una novela, una obra de teatro o una pelicula, Munster, no son otra cosa que vida disecada. Vida captada y disecada, creada para que podamos contemplarla de una manera facil y asequible. Salir del ahora, del momento presente, y contemplarlo a distancia… ?Estas de acuerdo conmigo?

– Si -dijo Munster-, quiza si…

– Si hacen falta intrigas e hilos rojos para sostener la vida disecada, la artificial, lo mismo tiene que ocurrir, como es natural, con el producto autentico, la verdadera vida. Ese es el meollo.

– ?El meollo?

– Si, el meollo. Claro que puedes elegir vivir completamente al margen del meollo si quieres… ver la pelicula al reves, cono, o tener el libro boca abajo cuando estas leyendo…, pero no te creas que has entendido nada, porque, haber, hay no solo uno sino miles de meollos, series enteras de meollos… de patrones… de codigos… de determinantes. El jueves me voy a Australia, Munster, y no vayas a creer que es por casualidad. Es exactamente lo que debo hacer. ?No te lo crees?

Por un instante Munster se acordo de su propia y proyectada laguna… Synn y los chicos y dos semanas junto al mar azul…

– Si fueramos una pelicula, tu y yo -siguio Van Veeteren partiendo el palillo-, o un libro, seria imperdonable por mi parte contarte ciertas cosas en este momento. Seria una afrenta a quien va al cine y una burla al genero como tal… tal vez tambien un menosprecio de tus dones, Munster. ?Entiendes?

– No -dijo Munster.

– Un crimen contra los determinantes -dijo Van Veeteren, y por un segundo parecio como que pensaba sonreir-. Si no tenemos ninguna religion, al menos podemos tratar de vivir como si fueramos un libro o una pelicula. No hay otras indicaciones, Munster.

Vaya discurso del carajo, penso Munster. ?Esta aqui diciendo estas cosas o estoy sonandolo yo?

– Por eso estoy irritado -siguio Van Veeteren-. Deberian encontrarle esta noche. Yo le quiero aqui manana para confrontarle con las respuestas a nuestros faxes… y con una persona. Tenemos que vernoslas con un asesino en serie, Munster, ?te das cuenta? Eso es una rareza.

Estoy sonando, decidio Munster.

Llamaron a la puerta y el agente Beygens asomo la cabeza.

– Excuse, comisario, acabamos de recibir un fax del extranjero.

– Bien -dijo Van Veeteren-. ?Damelo!

42

– Palabra de honor -dijo Ulich.

En realidad el turno de Tomas Heckel no empezaba hasta las diez, pero esta noche habia hecho un trato. Si estaba a las nueve menos cuarto, Ulich llegaria a tiempo al combate de boxeo en el que su hijo participaba en semipesados contra un ingles de color llamado Whitecock.

Ese no era el plato fuerte, naturalmente. Solo uno mas entre los combates previos, pero el joven Ulich tenia, como en tiempos su padre, un punch prometedor. Y capacidad de aguantar mucho castigo.

Heckel, que estudiaba segundo de medicina, conocia bastante bien los riesgos de dejarse golpear la cabeza por dinero, pero su trabajo como portero de noche era demasiado reciente para meterse en una discusion. Tampoco queria privar al padre de estar, por lo menos, presente cuando las celulas del cerebro empezaran a fallar. Ademas de los bocadillos y el cafe, esa noche habia cogido tres gruesos libros de anatomia. Tenia pensado estar despierto toda la noche estudiando… El tiempo es oro y solo quedaban seis dias para el examen.

– Palabra de honor -repitio Ulich, y maniobro con su enorme masa corporal para salir de la angosta cabina del portero-. Como gane el chico te ganas una botella.

– De ninguna manera -dijo Heckel-. ?Hay algo que deba saber?

Ulich reflexiono.

– El equipo de balonmano de Copenhague en el tercero -dijo-. Echales un ojo… si, hay uno que tiene que mover el coche tambien. Lo ha aparcado de manera que estorba a los de la basura manana por la manana. Prawitz fue a decirselo… hay una nota junto al telefono. Me parece que es un tal Czerpinski en la 26… yo le llame, pero no estaba en la habitacion.

– O. K. -dijo Heckel-. Que te diviertas. Espero que todo vaya bien.

– Esta vez si que… -dijo Ulich, y se fue boxeando por la puerta giratoria.

Heckel tomo asiento y miro por encima el registro del hotel. De treinta y seis habitaciones, treinta ocupadas. No estaba mal para ser un lunes de diciembre. Tecleo en el mando de Ulich. Bien podia ver las noticias antes de dedicarse a la anatomia. Ademas no era frecuente tener la suficiente calma para el estudio antes de la medianoche.

Faltaban un par de minutos. Seguia en pantalla un concurso ridiculo. ?Que era lo que habia dicho Ulich?

?Un coche mal aparcado?

Encontro la nota. La tuvo en la mano y memorizo el numero de la matricula mientras telefoneaba a la 26. No obtuvo respuesta. Colgo el auricular, pero pego con un celo la nota al telefono para que no se le olvidase.

Empezaron las noticias. Primero la persecucion del asesino ese, claro… lo habia oido varias veces durante la tarde. Lo ponia tambien en los periodicos que estaban en el mostrador de la recepcion… Carl Ferger… tres asesinatos, por lo menos… un Fiat azul… numero de matricula…

Clavo los ojos en la pantalla de la tele.

Clavo los ojos en el telefono.

Apago la tele y cogio uno de los periodicos. Venia en la primera pagina. Arranco el papel que acababa de pegar y empezo a comparar… letra a letra, cifra a cifra. Como si no supiera leer bien. O estuviera alli con un billete de loteria ganador de un premio millonario y no acabara de comprender que era verdad…

Luego cruzo su mente un irritante y grotesco pensamiento… que no iba a tener mucho tiempo para el estudio esa noche.

Se armo de valor y llamo a la policia.

La primera llamada llego poco despues de las nueve y media. La recibio Munster porque dio la casualidad de que Van Veeteren estaba en el retrete.

– Estupendo -dijo Munster-. Entiendo. El llamara dentro de cinco minutos. ?Que numero teneis?

Lo anoto y volvio a enfrascarse en los periodicos de la tarde. Van Veeteren regreso. Munster aguardo unos segundos.

– Le han cogido ya en Schaabe -dijo con el tono mas calmoso que fue capaz de encontrar.

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