– ?Que cono estas diciendo? -grito Van Veeteren-. ?Ya era hora!

– Casi -anadio Munster-. Tienes que llamarles… era un tal comisario Frank. ?Le conoces?

Van Veeteren dijo que si y marco el numero.

– ?Frank? Aqui Van Veeteren. Me alegra que una gallina ciega siga siendo capaz de encontrar un grano…, ?que decias?

Munster contemplaba al comisario por encima del periodico. Estaba agazapado sobre el telefono y parecia querer extraer al asesino del auricular… mientras masticaba con intensidad dos escarbadientes y escuchaba.

– Bueno, bueno… ocupate de echarle la mano encima cuando llegue; si no, te despellejo vivo. Me voy a Australia el jueves, le quiero aqui antes…

Frank replico algo y Van Veeteren afirmo despacio.

– All right -dijo-. Yo no me muevo de aqui. Llama en cuanto termineis.

Colgo el telefono.

– Ya puedes irte a casa -le dijo a Munster-. Le cogeran en cuanto aparezca por el hotel… se ha rapado la cabeza, lleva gafas y probablemente se ha maquillado… es un bicho ingenioso. Ha reservado cuatro noches en el Hotel Palace… para asistir a un congreso de fabricantes de protesis. ?Has oido una cosa igual, Munster? ?Fabricante de protesis!

– ?Como dieron con el?

– Habia aparcado mal -dijo Van Veeteren encogiendose de hombros-. El pecado mortal de nuestra epoca, sin duda.

Cuando Munster salio al crudo ambiente nocturno, noto para su sorpresa que no tenia ganas de irse a casa, que de buena gana se hubiera quedado alla arriba con el comisario, esperando. Leyendo los periodicos un rato mas… hasta que llegara la proxima llamada.

El ultimo verso.

Lo que significaria que se habia acabado la persecucion.

El caso terminado. El asesino detenido.

Hora de que la maquinaria judicial se encargase del asunto…

Seguro que seguiria habiendo preguntas, pero la verdad es que parecia que todo habia llegado a puerto. El fax lo habia aclarado todo, ya no cabian teorias ni soluciones alternativas. Van Veeteren habia tenido razon… como de costumbre. Carl Ferger era el hombre que buscaban.

Y era, como alguien habia dicho un par de semanas antes, una historia de los cojones.

Camino de su barrio penso tambien en lo que habia dicho Van Veeteren de los determinantes… no acababa de estar seguro de si habia sido en serio o no. No podia negarse que habia miga en ello y quiza fuera como siempre, solo que lo grande y lo dificil no se dejaba atrapar mas que en esa tosca red de seriedad y burla.

Se sorprendio un momento por la formulacion, pero comprendio que debia de ser un prestamo de Reinhart.

Esa tosca red…

En todo caso decidio mirar que significaba «determinantes» en su nuevo y aun incompleto diccionario de veinticuatro volumenes en cuanto llegara a casa.

La espera de Van Veeteren resulto mas corta de lo que temia. A las diez y media llego la llamada de confirmacion de Frank.

Ferger habia sido apresado.

Habia entrado en el hotel con toda tranquilidad e inmediatamente habia sido reducido por doce agentes armados.

– ?Doce? -dijo Van Veeteren.

– Doce -dijo Frank.

– ?Confiesa?

– No. Hace teatro.

– O. K. -dijo Van Veeteren-. Metedle en un furgon celular y traedle esta noche. Quiero tenerle aqui para el desayuno.

– A sus ordenes -dijo Frank-. ?Como te funciona el reves ahora? Me acuerdo de que tenias problemas con el cuando estabamos en Frigge…

– Ahora es un arma mortal -dijo Van Veeteren-. Si pasas por aqui ya lo veras.

43

Munster no le hubiera reconocido.

Es verdad que no guardaba un recuerdo claro de el de los interrogatorios en el instituto Bunge, pero esta figura derrumbada casi no tenia ningun parecido con la imagen que se habia difundido en la tele y en los periodicos.

En cierto modo parecia mas joven. La cabeza redonda y completamente rapada producia una dudosa impresion de inocencia. De ingenuidad… o tal vez lo contrario: de avanzada senilidad.

?O una combinacion de ambas cosas?

Estaba sentado junto a la pared con las manos cruzadas sobre la inestable mesa. La mirada baja. Probablemente cerraba los ojos de vez en cuando.

Reinhart y Munster estaban sentados junto a la pared opuesta de la habitacion, que era rectangular. Uno a cada lado de la puerta. La silla del comisario parecia minuciosamente colocada en el centro geometrico; Munster solo veia su espalda; inmovil como una esfinge a lo largo de todo el interrogatorio. Escupia las preguntas de la misma manera atona y despreciativa, como si en el fondo ya tuviese todas las respuestas y como si todo aquello no le interesara lo mas minimo.

– ?Sabe usted por que esta aqui?

– No.

– No le he preguntado si era usted culpable. Le he preguntado si sabia por que estaba usted aqui. Ha sido usted declarado en busca y captura en la radio, en la tele y en sesenta y ocho periodicos diferentes… con su nombre y su foto. A pesar de ello afirma usted no saber por que esta aqui. ?Piensa usted aducir que es imbecil o que no sabe leer?

– No. Se por que estoy aqui.

La voz era debil, pero no temblorosa.

– Permitame aclarar desde el principio que siento por usted el mayor desprecio, senor Ferger. Tenerle a la vista no me produce otro sentimiento que puro asco. En otras circunstancias, en una sociedad menos civilizada que la nuestra, no dudaria un segundo en matarle aqui mismo…, ?ha comprendido?

Ferger trago saliva.

– Estoy convencido de que mis sentimientos los comparten no solamente mis colegas sino, en general, todas las personas que estan al tanto de lo que usted ha hecho.

– Yo soy inocente.

– ?Callese, senor Ferger! Esta usted donde esta porque es usted un asesino. Sera usted procesado por los asesinatos de Eva Ringmar el 5 de octubre, de Janek Mitter el 22 de noviembre y de Elizabeth Hennan el 30 de noviembre. Tambien ha asesinado usted a un nino de cuatro anos el i de junio de 1986, pero aun no hemos terminado de reunir las pruebas de ese asesinato…

– No es verdad.

Fue un susurro tan debil que Munster apenas pudo captarlo. Van Veeteren lo paso por alto.

– Si piensa que importa lo que conteste, quiero sacarle del error. Sera usted condenado y pasara el resto de su vida en la carcel… desde ahora le advierto que corre el riesgo de ser ejecutado…

– ?Que demonios esta diciendo?

Seguia hablando mas para la mesa que para Van Veeteren.

– … no en nombre de la ley, claro esta, pero ya se encargara algun otro preso. Hay un profundo desprecio por los que son como usted, tambien en las carceles. No es inusual que se practiquen metodos muy muy

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