la oreja. ?Quieres ver la cicatriz?

Sammy nego con la cabeza.

– Yo iba a una clase de refuerzo y el ping-pong era lo unico que se me daba bien. Jugabamos dos o tres horas al dia.

– Volvamos a John -dijo-. ?Como le iba en casa?

– ?Que?

– Me refiero a Berit.

– Berit es buena gente.

– No lo dudo, pero ?tenian problemas entre ellos?

– ?Quien ha dicho eso?

– Nadie.

– Pues entonces -dijo Lennart.

Sammy comprendio que Lennart Jonsson intentaba armarse de apatia y arrogancia. Sammy Nilsson sabia que sin estas se derrumbaria, pero al mismo tiempo le irritaba su actitud indolente.

– Estoy intentando resolver el asesinato de tu hermano -comento.

– Vaya.

*****

Sammy abandono el apartamento, bajo las escaleras a grandes zancadas, le dio una patada a una lata vacia que encontro fuera del portal de forma que salio volando hasta un arriate, donde, desde hacia tiempo, se acumulaban grandes cantidades de papel tirado.

Llamo a Ottosson desde el coche para saber si habia algo nuevo, pero el comisario no tenia mucho que contar. Sixten Wende habia comenzado a investigar los movimientos en el vertedero de Libro. Ahora tenian una lista preliminar de los conductores que solian verter la nieve alli. La lista seguramente era larga. Wende se encargaba de telefonearlos a todos.

Ademas, Lundin habia estudiado el dibujo de la rueda que la policia cientifica habia encontrado en Libro. Hasta el momento nada confirmaba que fuera un coche del ayuntamiento el que habia dejado la marca en la nieve. Andreas Lundemark, responsable del ayuntamiento y el unico que tenia que ir por ahi, conducia un Volvo con un dibujo en las ruedas completamente diferente.

– Pero podria ser de cualquiera -dijo Ottosson-, alguien que ha ido a pasear al perro o tener un encuentro amoroso.

Sammy oyo como interrumpian a Ottosson.

– Te llamo mas tarde -corto apresurado-. Tengo que comprobar una par de cosas.

10

Haver se encontraba de pie junto al coche. Resolvio no pensar en todos los interrogatorios y controles que habia que hacer, sino concentrarse en una tarea a la vez. Ya lo habia experimentado antes; la sensacion de que la infinidad de tareas ocultaba lo mas evidente.

«Hazlo sistematicamente», penso, pero en ese mismo instante se sintio inseguro del orden en que debia continuar.

El Taller Mecanico Sagander estaba situado en una hilera de edificios, encajado entre una empresa de neumaticos y otra que se dedicaba al montaje de puertas de aluminio. Era de esa clase de construcciones en las que uno no se fija a no ser que trabaje en la zona.

Una valla de dos metros de altura, un patio con un par de contenedores, algunos pales con cajones que contenian chatarra y un remolque con tubos desguazados. Un par de baneras se apoyaban contra la pared.

Haver constato que habia tres coches delante del edificio: un Mazda, un viejo y oxidado Golf y un Volvo relativamente nuevo. Al entrar en el patio, el cielo encapotado se abrio y surgio un sol inesperado. Haver alzo la mirada. Una grua de un patio vecino giro y levanto su carga. Se quedo parado un momento y observo a los hombres sobre la boveda. Uno de ellos hizo una senal con el brazo al operario de la grua, que se vislumbraba en una pequena cabina a una decena de metros del suelo. La grua giro su brazo unos metros. El hombre hizo una nueva senal y le grito algo a su companero de trabajo, quien se rio y grito algo a su vez.

El padre de Haver habia sido obrero de la construccion y en su infancia, algunas veces, Haver lo habia acompanado al trabajo, por lo general a pequenas obras, pero a veces a grandes zonas de viviendas con gran aglomeracion de gente, material, maquinas y sonidos.

Permanecio observando con nostalgia el trabajo de albaniles y carpinteros, no sin notar una comezon de envidia. Ante todo sintio una calidez interior, debido al sol, pero tambien por el movimiento de los hombres y la interaccion entre ellos. Hasta sus ropas de trabajo, chaquetas forradas de colores chillones, le hicieron esbozar una sonrisa boba.

Uno de los hombres de la boveda lo vio. Haver levanto la mano. El hombre contesto con el mismo gesto y siguio trabajando.

Un sonido estridente procedente del interior del taller rompio el hechizo. Torno a la realidad: el negro asfalto que se entreveia bajo la nieve sucia, contaminada de chatarra y virutas, herrumbre y trozos volantes de carton ondulado, y la deprimente fachada de chapa del Taller Mecanico Sagander con las ventanas completamente cubiertas de polvo.

Suspiro sonoramente y evito los lugares del patio con mas fango. La puerta de acero estaba abierta. Haver entro y le recibio el ruido de la chapa y las chispas y el humo de soldar. Un hombre mayor pulia un amplio cilindro de acero inoxidable con el escariador de angulo. Dio medio paso atras, se quito las gafas protectoras y observo su trabajo.

Debia de haber visto a Haver con el rabillo del ojo, pero no le presto atencion. Un hombre algo mas joven, que tambien vestia un mono azul, levanto la vista de su soldadura. El hombre del escariador continuo su tarea. Haver permanecio parado a tres o cuatro metros de el y espero, miro a su alrededor e intento imaginarse a Johny en su trabajo.

Entonces vio una tercera figura al fondo del taller, en la parte oscura. El hombre lanzo un tubo sobre el banco de trabajo, saco un metro y midio el largo del tubo con cierto descuido, nego con la cabeza y lo tiro a un lado. Tenia cerca de cincuenta anos y una melena corta recogida en una coleta. Levanto la vista, midio a Haver con la mirada y desaparecio detras de una estanteria de tubos.

En una garita situada junto a una de las paredes largas se sentaba un hombre mayor inclinado sobre unos archivadores. Haver supuso que se trataba del mismisimo Sagander. Se dirigio hacia la garita, al pasar le hizo una senal con la cabeza al pulidor, le lanzo una mirada al joven soldador y llamo a la puerta de cristal.

El hombre, que no vestia ropa de trabajo, se subio las gafas a la frente y asintio con la cabeza, como para indicar que podia pasar. Haver entro. Olia a sudor ahi dentro. Se presento e hizo un amago de sacar su documentacion, pero el hombre movio las manos deteniendolo.

– Suponia que vendrian -le dijo con una aspera voz de whisky.

Apoyo la mano en el borde de la mesa y empujo la silla.

– Hemos leido lo de Johny. Sientese.

Rondaba los sesenta, relativamente bajo, quiza un metro setenta y cinco, pelo cano y piel rubicunda. Tenia los ojos separados y una gran nariz. Haver pensaba que los narigudos parecian personas resueltas, y en el caso de Sagander lo remarcaba su manera de hablar y mirar a las visitas.

Parecia ser una persona que queria resultados, y rapidamente.

– John trabajo aqui -empezo Haver-. Tiene que ser jodido leerlo en el periodico.

– No tan jodido como tuvo que ser para John -respondio el hombre.

– ?Es usted el jefe?

El hombre asintio con la cabeza.

– Agne Sagander -se apresuro a contestar.

– ?Cuanto tiempo trabajo John aqui?

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