imitaba a otras madres, tambien a la suya, en casi todo lo que emprendia. Era como si la maternidad no fuera real.
Nunca habia vivido tan cerca de alguien, derrochado tanta energia en otra persona. Esto la cansaba, pero al mismo tiempo le daba fuerza y dignidad. No podia dejar de sorprenderse del camino que habia tomado su vida, de lo mucho que ella habia cambiado.
Vivia en dos mundos, uno donde fingia ser una buena madre, mientras la impaciencia y la mala conciencia la manejaban, y otro donde paseaba orgullosa con su cochecito por las aceras de Uppsala embargada por una serena alegria.
No pensaba mucho en el padre del nino. Eso le sorprendia. Durante el embarazo, sobre todo durante los ultimos meses, jugo con la idea de buscarlo. No se trataba de obligarlo a abandonar a su familia -habia descubierto que estaba casado y tenia dos hijos-, ni de que pagara la manutencion, ni siquiera de que reconociera su paternidad. «?Por que, entonces?», se preguntaba a si misma. No encontro ninguna respuesta y ahora que el nino habia nacido ya no le daba importancia.
Los padres de Ann la habian atosigado a preguntas, pero ella habia desechado todas las proposiciones de que contara quien era el padre. No tenia ninguna importancia, ni para ella ni para sus padres; nunca viviria con el.
Ya atenderia mas adelante las preguntas del nino cuando este fuera lo suficientemente mayor. Todos los ninos tienen derecho a un padre, esa habia sido su opinion esencial, aunque ahora ya no estaba tan segura. No lo necesitaban. Se negaba a si misma la latente esperanza de que un bonito dia pudiera aparecer un hombre que aceptara el papel de sustituto.
Se detesto muchas veces por su actitud frivola, pero se enfrentaba a la idea racionalizando las necesidades que habia sentido durante los ultimos anos, la confusion y la debilidad que le provocaba pensar en Edvard. «Ahora las cosas son asi, se una buena madre, igual que eres una buena policia, punto final. No necesitas a ningun hombre», se persuadia a si misma, consciente de que se autoenganaba. Cuando una vez, inusitadamente, hablaron con sinceridad de la vida de Ann, Beatrice lo llamo «el arte de la supervivencia».
Estaba encantada con Beatrice. Nunca habia creido que su companera llegara a significar tanto para ella. Beatrice siempre le habia parecido una chica muy dura, de principios firmes. Ann se habia acercado a ella de forma vacilante, interesada en su amistad, pero al mismo tiempo con miedo a ser juzgada.
Muchas veces se sentia como una oveja abulica, vulnerable debido a sus fuertes sentimientos hacia Edvard, que ella misma achacaba a una fijacion adolescente por tener un hombre con quien convivir y a su vacilante actitud para con el nino.
Beatrice no la habia censurado. Al contrario. Esa sensacion de rivalidad que habia entre las dos unicas mujeres de la unidad se disolvio y con el paso del tiempo Beatrice se convirtio en una amiga, algo que Ann habia echado de menos desde que abandono Odeshog. A veces imaginaba que quiza se debiera a que ahora Beatrice no necesitaba defenderse: Ann estaba desarmada, lejos del trabajo, atada a la criatura.
Ottosson, el jefe de la brigada, siempre habia tratado a Ann Lindell como su favorita, la habia apoyado y le habia hecho pequenos favores, pero solo a hurtadillas, ya que Ottosson se cuidaba de mantener el companerismo entre los colegas. Seguro que Beatrice lo habia notado, y quiza se habia sentido tratada injustamente.
Fuera como fuere, Ann estaba contenta del interes de su colega por su persona y su bienestar. Era extrano. Hasta el momento casi unicamente habian hablado de trabajo; ahora entre ellas habia surgido la amistad y compartian mucho mas que el trabajo.
Telefoneo a Ottosson. Sabia que no podria contenerse, asi que mas valia llamarlo de inmediato.
Ottosson rio encantado al oir su voz. Lindell se sintio pillada. Recibio un analisis de la situacion. Tal y como habia sospechado, hasta el momento sus colegas no tenian muchas pistas. Ella nunca habia oido hablar de Johny, pero si de su hermano, Lennart. No le parecio especialmente afortunado que fuera Sammy quien se hubiera encargado del interrogatorio. Nunca se habian llevado bien, pero no menciono sus dudas. Recordo al afamado ratero como una persona bastante arrogante.
Al oir el informe de Ottosson, todavia anoro mas el trabajo. Su voz denotaba prisa, y aun asi se tomo tiempo para hablar con ella un buen rato. Lindell estaba sentada a la mesa de la cocina. En un acto reflejo habia tomado un cuaderno y anotaba los datos del asesinato y la investigacion.
Podia verlo todo ante sus ojos: la reunion matinal, los colegas sentados a sus mesas con el telefono en la mano o concentrados en la pantalla del ordenador. Haver, con su expresion abierta; Sammy, con su estilo relajado; Fredriksson, mirando al vacio mientras se tocaba la punta de la nariz con la yema de los dedos; Lundin, seguramente en el cuarto de bano enjabonandose las manos; Wende, buscando en las bases de datos; Beatrice, resuelta y decidida revisando las listas de nombres y direcciones; Ryde, el inteligente tecnico desabrido, parapetado tras su mal humor.
Deseaba volver lo mas pronto posible. La criatura gimoteo. Inconscientemente, se llevo la mano al pecho y se levanto de la mesa. «?De que va el asesinato? -se pregunto-. ?Drogas? ?Deudas? ?Celos?» Hojeo las notas antes de entrar con calma en la habitacion del nino.
Estaba tumbado de espaldas con la mirada fija en un punto del techo o en los coloridos cascabeles del movil que colgaba encima de la cuna. Ann lo miro. La criatura. Sus ojos se fijaron en la figura de ella y emitio un debil gemido.
Al sacarlo de la cuna su cabeza recayo en su cuello. La extrana mezcla del aroma dulce y acido que emanaba del rollizo cuerpo del bebe, que yacia como un peso calido contra su pecho, le hizo abrazarlo con cuidado y murmurar unas palabras infantiles.
Ann coloco con cuidado al nino sobre la cama de matrimonio deshecha, se desabrocho la blusa y el sujetador de amamantar, y se tumbo junto al nino. El sabia lo que le esperaba y agito los brazos esperanzado.
La criatura mamaba ansiosa mientras Ann se acomodaba. Le acaricio el cabello y cerro los ojos. Penso en Lennart Jonsson y en su hermano.
13
Mikael Andersson se sento en la silla de las visitas. Fredriksson ordeno un par de archivadores que habia sobre la mesa.
– Me alegro de que haya podido venir -dijo.
– Que menos -respondio Mikael.
– Puede que usted fuese el ultimo que viera a Johny con vida -comenzo Fredriksson.
– Aparte del asesino.
– Si, claro. ?Lo conocia desde hacia mucho tiempo?
– Toda la vida. Crecimos en el mismo barrio, fuimos al mismo colegio, y nos hemos seguido viendo.
– ?Por que salia con el?
– Era mi amigo -respondio Micke, y miro a Fredriksson.
– ?Se lo pasaban bien juntos?
Fredriksson recibio un si con la cabeza como respuesta. El hombre que tenia enfrente no se correspondia con la imagen que se habia formado mientras hablaba con el por telefono. Fredriksson estimo que Mikael Andersson era de baja estatura, alrededor de un metro sesenta y cinco, y tenia cierto sobrepeso, por no decir que era gordo. Fredriksson sabia que trabajaba de chapista, pero le resultaba dificil imaginarselo encaramado a un tejado.
– ?Que hacian juntos?
– Quedabamos, apostabamos un poco a los caballos, a veces ibamos a ver algun partido de bandy. [3]
– Ahora el Sirius no va muy bien -dijo el policia.
– No, es verdad. ?Que mas quiere saber?
– Conocera a Berit y a Lennart.
– Claro.
