– ?Como que? Lennart se dedicaba sobre todo a asuntos de poca monta.
– Quiza estaba involucrado en algo grande -propuso Fredriksson-. Vale, dejemoslo. Pensaba preguntarle como veia la relacion de John y Berit. ?Eran felices?
Mikael Andersson resoplo.
– ?Felices? -le dijo-. Que palabra mas jodida; pero creo que si.
– ?Nada de lios?
– Por parte de John, no lo creo. Se conocieron cuando tenian dieciseis anos. Yo estaba presente cuando se vieron por primera vez. Fue en los billares de Sivia. Nos pasabamos el dia alli. Un dia aparecio Berit con una amiga. Se quedo inmediatamente coladita por John. El no era como nosotros, un bocazas y eso. John era tranquilo, algo reflexivo. Muchos se sentian inseguros ante el, ya que no decia gran cosa.
– ?Quiere decir que John y Berit han sido fieles durante veinte anos?
– Al decirlo asi parece fantastico, pero creo que es cierto. El nunca hablo de otras tias, y con el hablaba de casi todo.
Se oyo un ligero golpe y la puerta se abrio. Riis asomo la cabeza.
– Oye, Alian, tengo una nota para ti -dijo mientras inspeccionaba al visitante.
Fredriksson alargo la mano por encima de la mesa y tomo el papel doblado, lo desdoblo y leyo la escueta nota del colega.
– Vaya -dijo, y miro a Mikael Andersson-. Ha mencionado que John y Berit atravesaban algunos apuros economicos.
– Si, estos ultimos meses.
– ?Fue esa la razon por la que el 3 de octubre hizo una transferencia de diez mil coronas a su cuenta?
De nuevo, Mikael se puso rojo como un tomate. Carraspeo y a Fredriksson le parecio ver una expresion asustada en sus ojos. No de terror, quiza mas bien de preocupacion. Sabia que eso no significaba nada. La mayoria de las personas, sobre todo frente a la mesa de un policia, reaccionaban de esa forma al hablar de dinero. Podian hablar con desenfado de toda clase de comportamientos, hasta de las cosas mas siniestras, pero al hablar de dinero los nervios entraban en escena.
– Bueno, no. Lo que paso fue que tuve problemas a principios de septiembre. John me presto diez mil coronas que luego le devolvi.
– ?Como fue eso?
– Ya le he dicho que tuve problemas de dinero y John se ofrecio a prestarme la pasta.
– La pasta. Diez mil pavos es mucho dinero para un parado.
– Si, pero el me dijo que podia permitirselo.
– ?Puedo preguntarle por que tenia problemas monetarios? ?Solia pedirle dinero prestado a John?
– Alguna vez, pero nunca tanto.
– ?Por que?
– Habia estado jugando a la ruleta, asi de sencillo.
– ?Y habia perdido?
– Suele ocurrir.
– ?Donde?
– Baren-Baren, ?sabe donde esta?
Fredriksson asintio con la cabeza.
– ?Y luego consiguio dinero?
– Si, el sueldo. Lo justo para pagar a John. Luego pase el mes de octubre con aprietos.
– ?No seria que tomo prestado mas dinero y que las diez mil coronas eran solo un primer pago?
– No, no es cierto -aseguro Mikael.
– ?Le comento John por que disponia de tanto dinero, asi de repente?
– No.
– ?No seria que usted tenia que hacer un trabajo por ese dinero, pero que se arrepintio y se lo devolvio?
– No, ?a que se refiere?
– Yo que se -dijo Fredriksson, y doblo cuidadosamente el papel.
– ?Cuando estuvo en el Baren-Baren? -continuo.
– Suelo ir mucho por alli.
– ?John tambien?
– A veces.
– ?Jugaba?
– Si, pero nunca grandes cantidades.
– ?Lo definiria como jugador compulsivo?
– No, era muy precavido.
Fredriksson permanecio sentado en silencio.
– Se que parece extrano, pero eso fue lo que paso, lo prometo.
– No es extrano que un amigo le preste dinero a otro -dijo Fredriksson con calma-. Pero, como comprendera, se torna interesante cuando una de las partes aparece asesinada.
Se interrumpio el interrogatorio. Mikael Andersson intento aparentar calma, pero la franqueza del comienzo habia desaparecido. Siguio a Fredriksson en silencio y, cuando alcanzaron la ultima puerta que el policia abrio, aseguro por enesima vez que todo habia pasado como lo habia contado.
Fredriksson le creyo.
Mejor dicho, quiso creerle.
14
Cuando a las tres y media Vincent Hahn salio a la calle, era doscientas coronas mas rico. En cada ocasion sentia que entraba en un nuevo mundo. Las personas eran nuevas. Incluso la calle que iba de la estacion del tren al rio habia cambiado de aspecto durante las pocas horas que habia estado en el bingo. Parecia mas distinguida, como si fuera una avenida de un pais extranjero. Las personas no eran las mismas que las que el dejo a cambio del calor y la intimidad del salon de bingo.
La sensacion perduro un minuto o dos, despues retornaron las voces enemigas, los empujones y las miradas. Los tilos de la calle habian dejado de ser plataneros, y se asemejaban a terrorificas estatuas negras y frias que evocaban entierros y muerte. Sabia de donde procedia la sensacion, pero hacia todo lo posible por reprimirla. Y asi evitar los recuerdos del cementerio donde estaban enterrados sus padres.
Vincent Hahn sentia que el era una persona mala. Si su madre y su padre levantaran la cabeza, quedarian aterrorizados al ver a su hijo menor convertido en un misantropo, una persona que desconfiaba de todo y de todos; peor aun, alguien que creia que su mision era castigar y vengar las injusticias.
Pero no habia castigo suficiente. ?No habia sufrido el? ?A quien le importaba? Todo seguia su curso como si el no existiera. «Estoy vivo», deseaba gritar en la calle Bangardsgatan, para que los peatones se detuvieran, pero no chillo y ninguno siquiera redujo la marcha al pasar apresurado a su lado.
«Aire -penso-, es como si fuera aire para vosotros. Pero si soy aire os envenenare, mi aliento os destruira, os rodeare de muerte.» Era su decision. Ahora ya no tenia miedo, ni dudas.
Rio en alto, miro el reloj y supo que esa noche lo haria. Por fin tenia un plan, una razon. Una pareja de jubilados salio del salon de bingo. Vincent hizo una senal con la cabeza. Para el simbolizaban el fracaso. No quiso pensar en ello, pues ahi se encontraban tanto su fuerza como su debilidad. Los pensamientos, los recuerdos. Hasta ahora le habian presionado hasta convertirlo en un ser insignificante. Movio la cabeza hacia los jubilados, sus aliados en la solitaria comunidad del bingo, victimas al igual que el. Sabia que ellos, en cierta manera, lo comprenderian. Vivos, pero muertos.
El premio del bingo le hizo fuerte, casi arrogante. Se decidio a ir a una pasteleria. Iria a Guntherska. Desde el sillon de uno de sus rincones podia controlarlo todo.
