vecinos dirian que sono como un animal herido y aterrorizado en la noche.
Ake Bolinder, que vivia en la casa rectangular y acababa de soltar a su pastor aleman, fue el primero en llegar. Al doblar corriendo la esquina de la lavanderia vio como una mujer se desplomaba en el suelo. Reconocio inmediatamente a Gunilla Karlsson. No la conocia mucho, pero la habia visto en las reuniones de vecinos y quiza alguna vez en el supermercado Konsum.
Se inclino sobre ella, sintio el olor a vino que destilaba su cuerpo y observo que agarraba espasmodicamente un sacacorchos. Ordeno al perro que se sentara y se inclino sobre ella sin saber que hacer. Miro hacia la puerta abierta del apartamento.
Bolinder era un hombre pacifico de unos cincuenta anos, soltero y muy preocupado por su apariencia. Miro fijamente los pechos de Gunilla, el sujetador negro que brillaba sobre la nieve blanca, se arrodillo y aparto un mechon de cabello que cubria su rostro. «Mira que si vomita», penso, y retrocedio. Pero la expresion de su rostro era casi placida. Se oyo una carrera, la puerta de un balcon que se abria y una voz que gritaba algo ininteligible.
El perro, que, obediente, estaba sentado a un par de metros, gruno. Bolinder levanto la vista y siguio la mirada del perro. En el umbral de la puerta aparecio un hombre con los rasgos faciales retorcidos por el dolor y el odio. Bolinder pudo oir el sonido afilado que se producia cuando el aire expirado abandonaba la boca del hombre, formando nubes blancas en la fria noche. Su barba goteaba sangre.
Jupiter, el pastor aleman, ladro. Bolinder se puso de pie.
– ?Que pasa? -pregunto Bolinder, y en ese mismo instante Jupiter se lanzo al ataque. Bolinder no supo si se debia al miedo que habia en su voz o al hecho de que el hombre de la puerta diera un paso adelante, pero el salto del perro fue toda una sorpresa.
Nunca antes Jupiter habia mostrado tendencias protectoras, menos aun agresividad. Era tan pacifico como su amo, el favorito entre los ninos del patio. Ahora se lanzo hacia delante con el pelo erizado y ensenando los dientes.
El hombre de la puerta vacilo un instante y consiguio cerrarla en el ultimo momento. Bolinder vio como Jupiter se lanzaba contra la puerta y oyo que el pesado cuerpo del perro chocaba contra la hoja de esta, para luego caer al suelo.
Se puso sobre las cuatro patas como un rayo y ladro. El primer ladrido, algo timorato, fue reemplazado por otros violentos. Bolinder llamo al perro, pero este no le hizo caso. La mujer se movio lentamente y Bolinder volvio a inclinarse sobre ella. Abrio los ojos y se sobresalto al ver la figura del vecino, se incorporo con el codo y miro fijamente el apartamento y al perro ladrando.
– Ha intentado violarme -dijo.
De repente, fue consciente de su cuerpo medio desnudo, se sento y cruzo los brazos sobre sus pechos. Bolinder se quito la chaqueta y la coloco con cuidado sobre sus hombros.
A pesar del dolor y del inesperado rumbo que todo habia tomado, tuvo la suficiente presencia de animo para coger una toalla del cuarto de bano y secarse la sangre de la cabeza. Apreto la toalla contra esta. Le palpitaba. Se toco la frente con cuidado por encima de la herida. No creia que el hueso frontal estuviera roto, pero la herida tenia mala pinta. La botella le habia golpeado sobre la ceja y comprendio que la mayor parte de la sangre provenia de alli.
El sacacorchos le habia perforado la pechera de la camisa y habia penetrado un par de centimetros, pero habia chocado con el esternon y no le habia producido un dano digno de mencion.
Mas que confuso, Vincent Hahn estaba desconcertado por el inesperado ataque de Gunilla. Creyo que la tenia donde el queria, pero lo habia enganado. Ahora tenia que huir. Desde el patio se oian los ladridos del perro y voces indignadas. Tiro la toalla ensangrentada al suelo, tomo una limpia, la apreto contra la cabeza y desaparecio en la oscuridad por el mismo camino por el que habia venido.
Corrio. Sintio un mareo, pero siguio corriendo. Conocia bien el bosque y sabia donde se encontraban los diferentes caminos. Si elegia el camino mas rapido a casa apenas le tomaria cinco o seis minutos, pero se veia obligado a dar un rodeo para evitar a la gente.
?Adonde podria ir? ?Cuanto tiempo podria quedarse en casa antes de que apareciera la policia? Gunilla lo habia reconocido. Bien es cierto que no estaba empadronado en Bergslagsresan -vivia de realquilado-, pero comenzarian a husmear de inmediato y seguro que encontrarian su direccion. Quiza a traves del hospital o de su ex cunada. Ella era la unica que lo habia visitado desde que se mudo a Savja.
?Quien podria acogerlo? No tenia a nadie que le pudiera dar cobijo, le curara las heridas y lo dejara descansar. ?Y quien se ocuparia de Julia? Sollozo y continuo su carrera dando traspies. Tenia que volver a casa con ella, llegar antes que la policia. Nadie toquetearia a Julia. La podria ocultar en el bosque. Es cierto que se mojaria y pasaria frio, pero seria un destino mejor que caer en manos de un policia fascista.
Llego desorientado a la granja de Bergsbrunna. Habia paseado por alli alguna vez y reconocio el lugar. A traves de las paredes de madera oyo el relinchar de los caballos. Tenia frio. Debia de hacer una temperatura de por lo menos quince grados bajo cero. Sentia la herida de la frente entumecida. Se quedo parado en la cuesta del establo. ?Por que no se metia en su interior? No tenia nada en contra de los caballos. Eran unos animales esplendidos, inteligentes. Pero ahi tambien habia gatos. Los habia visto, uno blanco y otro marron claro.
Oyo en la distancia ladridos de perro y se le ocurrio que quiza la policia hubiera llevado perros para seguir su rastro. Pronto lo alcanzarian. El establo no ofrecia proteccion alguna.
Siguio corriendo entre dos prados. Alli la nieve era mas profunda y avanzo con dificultad. Sus fuerzas comenzaron a flaquear y jadeo agotado. Al final del camino brillaba una luz. Vio un abeto de Navidad en el patio. Tuvo la sensacion de haber pasado por aquello antes. Correr en el frio para salvar su vida. Sin amigos, unicamente podia confiar en si mismo. El pecho le ardia.
Salio por la via del tren y siguio los railes hacia el norte. Enseguida llegaria al paso a nivel. Habia leido sobre los vagabundos de Estados Unidos que se subian a los trenes de mercancias y viajaban por todo el continente en busca de trabajo, pero por donde estaba el tren pasaba pitando a toda velocidad.
Se quedo parado, indeciso. Un coche se acercaba por el campo al otro lado del paso elevado. Los faros lanzaban capas de color amarillo calido sobre el campo de futbol. Vincent corrio hasta el cruce y se tumbo en medio de la calle.
El coche se acerco aun mas. Era de gasoil, lo supo por el ruido del motor. De repente la luz lo hizo visible. Cerro los ojos, pero levanto un brazo, como una persona en peligro de naufragio. Por un instante penso que el coche pasaria de largo, pero, en cambio, freno.
Se abrio la puerta y salio un hombre corriendo.
– ?Que ha pasado?
Vincent gimio.
– Me han atropellado.
– ?Aqui?
Vincent se apoyo en el codo y asintio.
– Un coche. Se ha dado a la fuga. ?Me puede ayudar?
– Voy a llamar a una ambulancia -dijo el hombre, y saco su telefono movil.
– No, mejor acerqueme al hospital.
El hombre se acuclillo y observo a Vincent un poco mas de cerca.
– Se ha dado un buen golpe.
– Le pagare.
– Que dice, no hace falta. ?Puede caminar?
Vincent se puso lentamente a cuatro patas. El hombre lo ayudo a levantarse y a entrar en el coche.
El olor de Jupiter despisto a Viro durante unos segundos antes de emprender la marcha. El guia canino lo siguio. A pesar de la gravedad del asunto sonrio para si mismo al ver el celo de Viro.
Despues de un cuarto de hora llegaron al paso a nivel. Al mismo tiempo que circulaba a toda velocidad un
