en la tregua que habia en su vida en comun, una especie de paz armada, en la que ninguna de las partes estaba dispuesta a abandonar las trincheras, ni tampoco a dejar las armas.
– Pareces preocupado -dijo Ann.
De pronto deseo contarlo todo, pero se contuvo y dijo que habia mucho que hacer.
– Bueno, ya sabes como es, hay que correr todo el rato, perseguir de un lado a otro y continuamente aparece mas mierda. Sammy esta muy frustrado. Ha tenido que dejar su trabajo con las bandas juveniles. Todo empezo tan bien, pero ahora no tenemos gente ni recursos.
– Deberiamos enviar un mensaje a todos los delincuentes: «Por favor, abstenganse de maltratar y asesinar durante los proximos seis meses, trabajamos en un proyecto juvenil y no tenemos tiempo para nada mas».
Haver rio. Penso en tomar un trago de cerveza, pero descubrio que la botella estaba vacia. Ann saco una nueva y el bebio sin tener en cuenta que conducia. «Tengo que telefonear», volvio a pensar, y poso la botella sobre la mesa.
– Que sed tenias -senalo Ann.
– Tengo que hacer una llamada.
Salio al recibidor y regreso casi de inmediato.
– Todo va bien -expreso, pero Ann vio otra cosa reflejada en su rostro.
Permanecieron sentados un rato en silencio. Ann saboreaba el vino y, mientras, Haver la observaba. Sus miradas se encontraron por encima del borde de la copa de vino. El inesperado deseo de Haver retorno. Busco la botella de cerveza. Ann poso su mano sobre la de el.
– Cuentame -dijo.
– A veces tengo ganas de divorciarme, a pesar de que quiero a Rebecka. Juego como un masoquista con la idea de castigarme a mi mismo o a ella, no se por que. Antes, cuando nos veiamos, ella me atraia como si fuera un iman y yo una limadura de hierro. Creo que ella sentia lo mismo. Ahora todo es apatia. A veces me mira como a un extrano.
– Quiza a veces seas un extrano -apunto Ann.
– Me vigila como si esperara algo.
– O a alguien. ?Todavia es celosa? Comentaste algo de eso cuando estuvimos en Espana.
– No se. Siento como si a ella no le importara.
Ann observo que Ola cada vez estaba de peor talante. Temio que se derrumbase y eso ella no lo aguantaria. Tenia que intentar decir cosas sensatas, que con toda seguridad resultarian bastante insensatas. De lo que ella tenia miedo era del sentimentalismo, una trampa en la que quiza deseaba caer. Seria una victima. Asi era. No es que lo amara, pero la necesidad de cercania rezongaba como un deseo en su interior, lo sentia con tanta fuerza que temio que el edificio de su vida tan minuciosamente construido pudiera derrumbarse. No habia estado junto a un hombre desde el verano. «Me estoy secando», pensaba con cada vez mas frecuencia. A veces se acariciaba, pero nunca conseguia satisfacerse. Penso en Edvard, alla en Graso, a diez mil kilometros de distancia. Daria cualquier cosa para que sus manos la estrecharan. El habia desaparecido para siempre, lo habia perdido en una noche de calenton de borrachera. La anoranza y el desprecio por si misma iban a la par.
Haver tomo su mano y ella lo dejo hacer. El silencio era doloroso, pero no se podia pronunciar ninguna palabra.
– Quiza deberia irme -dijo Haver con la voz rasgada.
Carraspeo y la miro con una expresion infeliz.
– ?Y tu? -continuo con una pregunta que ella no deseaba oir ni contestar.
– Voy tirando -respondio-. A veces resulta un poco ingrato, pero tengo a Erik, que es muy bueno.
Eso era lo que se esperaba que ella dijera, y si, a veces era suficiente con la criatura, pero cada vez mas a menudo se hacia notar la necesidad de otra vida.
– Pero a veces resulta un poco ingrato -repitio.
– ?Todavia echas de menos a Edvard?
«Vale ya», penso ella, y de pronto se enfado por sus preguntas tan personales, aunque se calmo al instante. No habia maldad en lo que el decia.
– A veces. Creo que perdimos nuestra oportunidad, que nunca fuimos al mismo ritmo.
El apreto la mano de ella.
– Seguro que encuentras un hombre sensato -expreso, y se puso en pie.
«Quedate un rato mas», tuvo ganas de decir, pero se contuvo. Salieron al recibidor. Haver se estiro a por la chaqueta, pero fue como si el brazo cambiara de direccion por si mismo. La sujeto de los hombros y la atrajo hacia si. Ella suspiro, ?o fue un sollozo? Poso lentamente las manos en su espalda y lo abrazo con cuidado. Paso un minuto. Luego se libero de su abrazo, pero permanecio parada justo a su lado. Sintio su aliento, nada era desagradable. El acaricio su mejilla, paso la punta de sus dedos por su oreja. Ella temblo. El se inclino aun mas sobre ella. Se miraron durante una decima de segundo antes de besarse. «?A que sabe Ola Haver?», penso despues de que el se fuera.
No se miraron, sino que se separaron como en el escenario de un teatro, se deslizaron, murmuraron cada uno su adios y el cerro con cuidado la puerta de la calle tras de si. Ann poso una mano sobre la puerta mientras se pasaba la otra por la boca. «Mal hecho», penso, pero se arrepintio de inmediato. No habia nada malo en su corto encuentro. Un beso, lleno de busqueda y anoranza, amistad pero tambien atraccion, que surgio como la lava en una violenta erupcion y se transformo en un mineral tan desconocido como sus cualidades.
Regreso a la cocina. La masa sobresalia del cuenco. Quito el pano y observo como esta habia crecido. De pronto surgio el llanto y deseo que Ola se hubiera quedado un rato mas. Solo un ratito. Se le ocurrio que el habria querido ver como hacia el pan. A ella le habria gustado. Los brazos remangados, la resistencia de la masa calida y pringosa y la mirada de el. Habria formado y cocido calidas hogazas de un pan marron claro. Sin embargo, la masa esperaba ahi como un pedazo informe que ella ya no deseaba tocar.
Ola Haver bajo las escaleras despacio, pero luego acelero sus pasos. El estomago revuelto, el cerebro hecho un lio y una angustia punzante le acompanaron hasta el patio, en el que habia medio metro de nieve. ?Es que nunca iba a parar de nevar?
Penso en Rebecka y en las ninas, y apresuro el paso. Una vez en el aparcamiento levanto la vista hacia la fachada y busco el apartamento de Ann, pero no estaba seguro de cual era su ventana. Supero el impulso de regresar corriendo y se sento en el coche helado, pero no fue capaz de girar la llave. Tirito y comprendio que el corto encuentro en el recibidor de Ann siempre influiria en su relacion laboral. ?Podrian trabajar juntos? Haver suspiro profundamente y maldijo su propia debilidad. Fue un beso inocente, pero muy explosivo. Despues de conocer a Rebecka nunca habia besado a otra mujer. ?Lo notaria ella? Paso la lengua por sus dientes. Las marcas externas desaparecen en pocos segundos, pero las internas se quedan adheridas. Se sentia satisfecho de una manera difusa. Habia conquistado a Ann, una mujer atractiva que no era conocida por ser facil. Sabia que era un pensamiento ridiculo, pero la frialdad de los ultimos tiempos en casa habia abierto un espacio psicologico para esa sensacion de triunfo que el absorbia como si fuera un sabroso caramelo. Jugo con la idea de emprender una relacion con Ann. ?Querria ella? Lo dudaba. ?Lo soportaria el? Aun mas dudoso.
Salio marcha atras del aparcamiento. La nieve recien caida estaba intacta, lo que le recordo que se habia hecho tarde, pero tambien el cuerpo destrozado de Johny en Libro.
– ?Que es eso blanco en la ropa?
Bajo la vista a la pechera de su camisa y se ruborizo.
– Ann estaba haciendo pan -indico laconico-. Me tropezaria con algo.
– Vaya, haciendo pan -repitio Rebecka, y desaparecio al dormitorio.
Miro a su alrededor. La cocina estaba impecable. Todo en su sitio. La encimera recien secada relucia. Lo unico que perturbaba la imagen eran una vela a medio consumir y una solitaria copa con un poso de vino en el fondo. La cera se habia derretido y habia formado un extrano dibujo sobre el cardenillo del candelabro herencia de su abuela. Haver lo asociaba a su infancia. Ella solia encenderlo los dias especiales. La copa era verde, un
