cristales al momento.

– No esta mal -resumio Micke-. ?Como te va con las viejas?

– Todo controlado. La mayoria esta de buen humor. Es un poco aburrido, nada mas.

Micke le lanzo una mirada. Quiza presintio lo que pasaba por la cabeza de Lennart. Se sirvio una taza mas.

– ?No echas de menos subir al tejado? -pregunto, como si hubiera adivinado lo que Lennart habia estado pensando.

– No, me parece que no.

– ?Trabajaste con Albin alguna vez?

– No, en realidad no. A veces lo ayudaba. Ahora nadie me dejaria subir.

Permanecieron sentados en silencio el resto de la corta pausa. Lennart sintio que tornaba su desazon. Debia perseguir al asesino, en lugar de estar ahi en la calle intentando parecer ocupado.

Durante la manana movieron la zona acordonada un par de veces y siguieron trabajando a lo largo de la calle. Los trozos de hielo caian con un fragil pero potente ruido. La gente se detenia fascinada por la belleza de los brillantes carambanos y la cascada de hielo al hacerse anicos.

Lennart empujaba la nieve y el hielo sobre la acera, al mismo tiempo que tenia un ojo puesto tanto arriba como a los lados. Se detuvo un momento y descanso apoyado en la pala. Una cara conocida aparecio en la acera, una mujer con un cochecito. Lennart se aproximo unos pasos. Sus miradas se encontraron.

La mujer saludo con la cabeza y redujo el paso.

– Hola, Lennart, asi que te mantienes en forma fuera, en el frio.

– Hola, alguien tiene que hacerlo.

– ?Que tal estas? He oido lo de John.

Lennart levanto la vista hacia la fachada. Se acerco mas a la mujer.

– Oye -dijo el-, ?sabes algo?

– Como puedes ver, estoy de baja por maternidad.

– Pero habras oido algo.

Ann Lindell nego con la cabeza.

– ?Sabes si es verdad que jugo y gano una cantidad de dinero de la hostia?

– He oido algo de eso, pero desconozco los detalles.

– Te puedo dar algunos datos.

– Ola Haver es el responsable de la investigacion. Quiza lo conozcas.

Lennart movio negativamente la cabeza.

– Un tal Sammy vino a mi casa. No me gusta nada.

– Sammy tiene sus cosas, pero es un buen policia.

– Un buen policia -repitio Lennart.

El viento trajo una capa de nieve. Lennart dio unos pasos hacia la calle. No habia peatones cerca. Regreso a la acera y se situo justo al lado de Linden.

– Quiero hablar contigo.

– Estoy de baja por maternidad.

– ?No podriamos vernos y tomar un cafe? Ahora mismo no puedo, tengo que vigilar a las viejas.

Lindell sonrio. Bajo la vista a Erik en el cochecito. Solo sobresalian la punta de la nariz y la boca.

– Pasare por tu casa a las cinco y media. ?Te parece bien?

El asintio con la cabeza. Una nueva nube de nieve llego por el aire. Lo que hacia Lindell estaba mal, y lo sabia, pero quiza Lennart tuviera alguna informacion. Era evidente que este no confiaba nada en Sammy, y quiza pudiera sincerarse con ella. Las ganas de ser de nuevo una policia en activo hizo que obviara a sus colegas.

– ?Sigues viviendo en el mismo sitio?

Asintio de nuevo y regreso a la calle. Se veia la cabeza de Micke en lo alto. A pesar de la distancia Lennart vio que estaba enfadado. Dio unas palmadas y se coloco demostrativamente en mitad de la calle.

27

Ola Haver examino el cuchillo. Tenia unos veinte centimetros de largo, la empunadura negra y la hoja afilada. ?Quien usaba un cuchillo asi? Haver habia consultado a algunos colegas aficionados a la caza y habian juzgado que era demasiado voluminoso para un cazador o un pescador. Asimismo lo era para los delincuentes de la ciudad, no se podia ocultar entre la ropa. Quiza algun quinceanero disfrutara blandiendolo en el centro de vez en cuando, pero de ninguna manera se trataba de un arma que se llevara siempre encima. Berglund lanzo la idea de que se trataba de un cuchillo que habria comprado alguien de vacaciones. Quiza el comprador se sintio atraido por la vaina ricamente decorada, que faltaba.

Lo miro por ambos lados. Habia interrogado de nuevo al joven, que afirmaba haberlo encontrado en un coche, en el aparcamiento del Hospital Universitario. Creia su relato. Vio el miedo reflejado en el rostro del quinceanero, pero no habia indicios de mentira. Mattias no era un asesino, apenas un ladronzuelo y seguramente un azote para la ciudad. Solo cabia esperar que haber estado involucrado en un caso de asesinato le sirviera de leccion.

Haver le habia pedido a Lundin que investigara a la gente que solia aparcar ahi. Resultaron ser muchisimas personas. Por una parte, el personal del hospital, que aparcaba en una planta reservada, y, por otra, los pacientes y los familiares. El aparcamiento era visitado por un centenar de personas cada dia. ?No habia aparcado el alli cuando acudio al ortopeda hacia un par de anos?

Se hablo de investigar a las personas que asistieron al hospital el dia de los hechos, pero descartaron la idea por ser demasiado ardua. La simple recopilacion de los nombres seria complicada y llevaria mucho tiempo. Lo unico que tenian era el difuso recuerdo de Mattias del coche, una furgoneta, posiblemente roja con el techo blanco. Ademas, cuando lo llevaron alli para que senalara el lugar donde estaba aparcado el coche, comenzo a dudar sobre si el vehiculo estaba equipado con un techo fijo o ensamblado. En otras palabras, habia una decena de marcas de coches entre las que elegir. De lo unico de lo que estaba seguro era de la pintura roja.

?El asesino estaba herido y por esa razon habia ido al hospital? Habian hablado con Urgencias y con Cirugia, pero no habian sacado nada.

Encontrar el arma asesina solia ser un progreso, pero en este caso parecian estar en un callejon sin salida. El cuchillo seria importante cuando detuvieran a un sospechoso y lo pudieran relacionar con el arma.

Haver lo devolvio a la bolsa de plastico y permanecio sentado, pensativo, saltando entre la investigacion y Ann Lindell. El beso que habian intercambiado habia crecido hasta formar una nube sobre su cabeza. Le roia una inseguridad que se habia incrustado en su interior. Por primera vez, la duda se habia instalado en su matrimonio con Rebecka. Las escaramuzas otonales de su relacion dieron paso a una ardua tregua de silencios y preguntas en el aire, que habia escalado a un estado de guerra. Rebecka no dijo nada mas sobre su visita a Lindell, tampoco comento nada sobre la harina en su ropa. Solamente lo observo con una mirada fria, sus movimientos fueron rapidos y desdenosos, lo evito. Ella paso la mayor parte de la manana en el cuarto de bano, donde su ducha duro mas tiempo del habitual, y en el dormitorio. No desayunaron juntos y a Haver le parecio bien. Se libro de sus miradas.

Ahora temia la vuelta a casa. ?Debia decir lo que pensaba? Se pondria furiosa. Era celosa, el ya lo sabia, sobre todo cuando se trataba de Ann Lindell. A Haver no le gustaba hablar de ella en casa, sabia que a Rebecka no le hacia gracia que fuera tan amigo de Ann. Hasta entonces no habia tenido razon para los celos, pero si el le contaba lo del beso se desataria el infierno. Aun cuando ella aceptara sus explicaciones e intentara hacer borron y cuenta nueva, la desconfianza permaneceria para siempre.

Decidio no contar nada. Se quedaria en un poco de harina en su pecho, un abrazo y un beso, pero no podia negar que sentia una extrana mezcla de orgullo y verguenza por haber enganado a Rebecka. Al mismo tiempo empezo a oir una debil voz que lo exhortaba a ponerse de nuevo en contacto con Ann, a continuar y entrar en terreno minado.

Hacia mucho que no se sentia atractivo. Ahora alguien habia deseado tocarlo. No habia sido el quien la habia acosado. Ann era, por lo menos, igual de culpable, si es que se podia hablar de culpabilidad. Si bien todo se habia quedado en un abrazo y un beso, Haver creia que Ann habria podido llegar mas lejos y al pensar eso, de pronto,

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