– Deberias mirarte esa herida. Quiza necesite algun punto.

– Oye, madero, ?aun no te has ido?

*****

Lennart la siguio con la mirada cuando ella empujo el cochecito al cruzar la calle para dirigirse a la parada del autobus.

– Tia de mierda -murmuro.

Fue entonces, por primera vez, cuando las palabras de Mossa penetraron como proyectiles en su conciencia. Habia utilizado la palabra «puta» y esta era muy fuerte viniendo del irani. El podia ser duro, pero prestaba atencion al valor de las palabras, las elegia con cuidado. Si habia dicho «puta» es que queria decir lo que decia; no como otros, que soltaban insultos a todas horas cuando hablaban de mujeres. Todos los que conocian a Mossa sabian que era respetuoso con ellas, que adoraba a su madre y que siempre concedia mucha importancia a presentar sus saludos a las hermanas y las madres de sus amigos.

Llamo «puta» a Berit. Eso unicamente podia significar una cosa: ella habia sido infiel. «Habla con la puta de su mujer», eso habia dicho exactamente. El significado de las palabras afecto profundamente a Lennart. ?Habria estado con otro?

El cansancio habia desaparecido. Se puso los calcetines y la ropa de abrigo y tras unos minutos estaba en la calle. El camino que tomo fue el mismo sendero de lagrimas por el que habia caminado lentamente la noche en la que se entero de la muerte de John. Ahora se apresuraba calle arriba en un arrebato de colera y con las preguntas incontestadas oprimiendo su cabeza.

Habia la misma cantidad de nieve que entonces. En la plaza Brantings no se veia ningun tractor, pero si un grupo de jovenes bulliciosos que cantaban villancicos. Se detuvo y los observo. El mismo habia estado alli tiempo atras, gritando, expulsado de una fiesta sin drogas de Santa Lucia en Brantingsgarden, borracho perdido de cerveza, catorce anos y con un desarraigo, tanto literal como figuradamente, que aun laceraba su cuerpo como una mezcla de verguenza y odio. ?Dios mio, cuanto odio sintio! Rompio una ventana de la biblioteca y tiro las bicicletas al suelo. La policia lo detuvo y Albin tuvo que pagar las reparaciones.

Se acerco a los jovenes.

– ?Alguno de vosotros tiene un movil?

Lo miraron fijamente.

– Necesito llamar por telefono.

– ?Comprate uno!

– Necesito uno ahora.

– Alli tienes una cabina.

Lennart agarro a uno de los chicos.

– Dame el telefono; si no, te mato -grito al oido del chico atemorizado.

– Te dejo el mio -dijo una nina, y alargo su movil.

– Gracias -respondio Lennart, y solto al chico-. Dos minutos -anadio, y se fue hacia un lado.

Llamo a Micke, que se habia quedado dormido en el sofa y respondio sonoliento. Hablaron durante un par de minutos. Lennart tiro el movil a la nieve y salio medio corriendo por la Skomakarberget.

*****

Berit acababa de apagar el televisor. Por alguna razon le interesaban mas las noticias desde la muerte de John. Incluso Justus estaba sentado a su lado. Quiza fuera para medir su propia desgracia con todo lo que sucedia en el mundo, para ver que no estaban solos. Al contrario, la violencia se duplicaba y se repetia hasta la eternidad en la pantalla del televisor.

Lanzo el mando sobre la mesa y poso su mano sobre el hombro de Justus. Vio que estaba a punto de levantarse, pero deseaba que se quedara en el sofa un rato mas. El giro la cabeza y la miro.

– Quedate un rato -pidio ella, y para su sorpresa el se hundio de nuevo en el respaldo.

– ?Que es un tattare? -pregunto.

– ?Tattare? Bueno -contesto Berit demorandose-. Como puedo explicarlo. Una clase de personas que no eran ni gitanos ni suecos. Morenos. Habia familias de tattares. Papa solia hablar de ellos. ?Ah, si! Solia decir que «esas personas eran tattares». Lo decia como si de esa manera todo estuviera explicado. ?Por que lo preguntas?

– Uno del patio dijo eso.

– ?De quien?

– De papa -senalo Justus, y la observo con esa mirada cruel, directa, que no toleraba medias verdades ni disimulos-. Dijo que papa era un tattare.

– No es cierto -dijo Berit-. Ya lo sabes. El era rubio.

– Pero Lennart es moreno.

– Bueno, eso son cosas que dicen los ninos. Ahora ya no hay tattares. ?Se metieron contigo? ?Quien fue?

– Patrik -indico Justus-, pero esta pirado. Su padre pega a su nueva mujer.

– ?Que dices?

– Todo el mundo lo sabe.

Ella penso en sus palabras. Era obvio que el iba a oir cosas, pero no le preocupaba. Estaba acostumbrado a defenderse. Aunque en ocasiones Justus pudiera parecer debil, uno se equivocaba si creia que era todo bondad. En eso se parecia a John, duro como una piedra.

Sollozo al pensar en John. Justus miro fijamente al frente antes de posar su mano sobre las rodillas de ella.

– Papa queria que nos mudaramos -dijo-. Yo tambien quiero.

– ?Adonde podriamos mudarnos? ?Cuando dijo eso?

– Este otono. Muy lejos.

– Solia sonar, ya lo sabes, pero creo que aqui estaba a gusto.

– Queria irse de esta ciudad de mierda -insistio.

– ?Dijo eso? -pregunto Berit, y miro de hito en hito sorprendida a su hijo-. ?Ciudad de mierda?

Justus asintio con la cabeza y se puso en pie.

– ?Adonde vas?

– Tengo que dar de comer a los peces.

Berit observo su espalda y su cuello. Se movia como John. Los movimientos que hacia sobre la superficie del agua del acuario eran los mismos. Los ciclidos se acercaron con movimientos envolventes, en bonitos bancos, de forma que la vista lo percibia como un solo cuerpo.

Entonces aporrearon la puerta. No llamaron al timbre, sino que siguieron aporreando. A Justus se le cayo el bote de la comida y miro fijamente hacia el recibidor. Berit se puso en pie, pero fue como si sus piernas temblorosas no pudieran aguantarla. Miro el reloj del aparador.

– ?Abro? -pregunto Justus.

– No, abro yo -contesto, y se levanto.

Fue al recibidor. Los golpes habian cesado. Puso la cadena de seguridad y entreabrio la puerta con cuidado. Fuera esperaba Lennart.

– ?Por que aporreas la puerta?

Sopeso no dejarlo entrar, pero entonces armaria escandalo en la escalera, asi que era mejor abrir. Entro como un tiro por la puerta.

– ?Estas borracho?

– ?No me vengas con eso! Nunca he estado tan sobrio en toda mi vida. ?Tia de mierda!

– ?Largate! -exclamo Berit decidida, y abrio de nuevo la puerta, la dejo abierta de par en par con la mirada clavada en la de Lennart.

– ?Basta ya! Me ire cuando me de la gana. Primero me tienes que contar unas cosas.

– Justus, vete a tu cuarto -ordeno Berit.

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