Debia ponerse en pie e ir a su habitacion, pero todavia no se sentia capaz. Primero tenia que reunir fuerzas. Su cuerpo ya no la obedecia. Las palabras del cunado y su contraataque la habian vaciado de sus ultimas fuerzas. Durante mucho tiempo habia mantenido la mascara, habia ocupado el tiempo hablando con Justus, Por las tardes se sentaban muy juntos en el sofa, miraban la television pasivamente, pero tambien hablaban. Berit recordo episodios de su vida y la de John, intento crear una imagen que Justus pudiera hacer suya. Le hablo de la juventud de el, dejando fuera lo peor, le conto lo aplicado y apreciado que era en el taller, su conocimiento de los ciclidos y lo mucho que queria a su hijo. Ella sabia que los muertos caminan junto a los vivos. Ahora creaba el mito de John, la imagen del padre que ponia a la familia por encima de todo, guiado por el sueno de proporcionar una infancia feliz a Justus.

La noche anterior le habia revelado que, cuando nacio, John abrio una cuenta de ahorros donde todos los meses, independientemente de lo poco que tuvieran, ingresaba ciento cincuenta coronas. Ella habia sacado el ultimo extracto de la cuenta y Justus permanecio sentado durante un buen rato con el papel en la mano.

Ahora Lennart amenazaba con devastar lo que ella habia intentado construir y una doble pena la golpeo con fuerza. ?Cuanto tiempo aguantaria? Su trabajo en la asistencia domiciliaria no proporcionaba suficientes ingresos y las posibilidades de conseguir la jornada completa eran pocas. No tenia estudios ni contactos. Probablemente el seguro de John le daria algo, pero serian tiempos dificiles. Ella deseaba darle mucho a su hijo, y ahora todavia mas.

Se levanto con gran esfuerzo y se coloco frente a la puerta de Justus. No se oia ni un suspiro. Llamo y abrio la puerta. El estaba sentado en la cama y no le presto atencion cuando entro en la habitacion.

– ?No creeras lo que ha dicho, verdad? Solo son mentiras.

Justus miro de nuevo fijamente la cama.

– Esta confundido. Ha oido algun cotilleo de mierda y busca un culpable. ?Entiendes lo que digo?

Dijo que si con la cabeza.

– Como si no tuvieramos de sobra -dijo ella con un suspiro, y se sento en la silla de su escritorio-. Nunca he sido infiel, no he mirado a otro hombre. Tu padre era suficiente para mi, ?entiendes? Estabamos bien juntos. A la gente le sorprendia que llevaramos tantos anos, pero para John y para mi no habia nadie mas.

– ?Asi que no paso nada? -pregunto Justus, y le lanzo una rapida mirada.

– Nada de nada -contesto ella-. Absolutamente nada.

– Entonces, ?por que ha dicho eso Lennart?

De nuevo intento explicar que Lennart ahora vivia en otro mundo, donde la muerte de John lo eclipsaba todo.

– Nosotros podemos recordar a John y nos tenemos el uno al otro. Lennart no tiene nada.

– Papa queria a Lennart -repuso Justus-. ?Por que le has dicho eso?

No dijo nada mas, pero los ojos expresaban algo que ella no habia visto antes. Dolor y odio, que hicieron que su rostro envejeciera como si el odio no tuviera cabida en su juventud. Maldijo a su cunado. Se puso en pie, queria decir algo mas, pero suspiro y lo dejo solo, se quedo parada en el recibidor. Oyo como cerraba la puerta tras ella.

Le preocuparon las palabras referidas al deseo de mudarse de John. Claro que lo habian hablado alguna vez, pero nunca en serio. Ambos habian nacido en Uppsala y por lo menos a ella le resultaba dificil verse en otra ciudad. «Ciudad de mierda», le habia dicho a Justus.

Que el hubiera hablado de eso con Justus le parecio un reves. A ella no, solo al nino. ?De que mas habrian hablado que ella desconocia?

*****

Ann Lindell observo la fachada de enfrente. La casa de ladrillos amarillos le recordaba algo, seguro que a otro edificio, en otra ocasion, en otra investigacion. Ahora iba por libre, era extrano. Normalmente ella habria formado parte de un grupo, con una tarea definida y un objetivo claro. No era la primera vez que avanzaba a tientas en una investigacion, pero ahora tenia que asegurar cada paso. Era una sensacion de libertad mezclada con mala conciencia.

Habia llamado al telefono de informacion y habia conseguido el numero y la direccion de Berit Jonsson. Vivia en uno de esos apartamentos iluminados. Saco el movil, lo guardo y volvio a mirar la fachada. Debia llamar a Ola Haver, pero era muy tarde y quiza su presentimiento era totalmente infundado. Si ella hubiera estado de servicio habria llamado sin dudar. Pero si lo hacia ahora se veria obligada a explicarle a Ola que estaba investigando por su cuenta. Dio un profundo suspiro, tecleo su numero y despues de unos segundos de indecision presiono el boton de llamada. Rebecka Haver respondio tras el primer tono. Lindell escucho en su voz que presuponia que era su marido quien llamaba.

– ?Esta Ola Haver? -pregunto Lindell sin presentarse.

Un segundo de duda antes de que Rebecka respondiera.

– Esta trabajando -respondio laconica.

Silencio.

– ?Quien llama?

– Gracias, eso es todo -dijo Lindell con voz forzada, y corto la llamada. «Imbecil -penso al instante-. Seguro que tienen identificador de llamadas.»

La verguenza se apodero de ella y maldijo su propia torpeza. Estaba trabajando. Podia llamar alli, pero ahora le parecia que seria anadir un error a otro.

*****

El telefono sono y Berit descolgo el auricular con el movimiento de alguien que espera la notificacion de una muerte. Era una mujer sobre la que habia leido en el periodico y de la que John le habia hablado: Ann Lindell, de la Unidad Criminal. Lo que sorprendio a Berit fue que sonara tan cansada y que, a pesar de ser tan tarde, deseara pasar por alli para intercambiar unas palabras con ella.

*****

Ann Lindell llego unos minutos despues. Llevaba un bebe en brazos.

– Este es Erik -dijo.

– ?Llevan a los ninos con ustedes cuando estan trabajando?

– En realidad estoy fuera de servicio -explico Lindell-, pero estoy investigando un poco.

– Investigando un poco -le repitio Berit-. ?No tiene canguro?

– Vivo sola -dijo Lindell, y coloco a Erik con cuidado sobre el sofa del salon.

Se habia despertado al llegar a casa de Berit, pero se volvio a dormir cuando Lindell lo cogio en brazos al subir las escaleras. Berit apago la lampara para que no le alumbrara en los ojos. Las dos mujeres permanecieron observando al nino dormido.

– ?Que quiere?

Habia algo de impaciencia en su voz, mezclada con lo que Lindell supuso que era miedo.

– Siento mucho lo que ha pasado. Era una persona decente. -Inconscientemente utilizo las palabras de Ottosson.

– Vaya -dijo Berit sin apenas voz.

– Creo -continuo Lindell- que lo mataron por dinero y creo que usted tiene ese dinero.

– ?Que?, ?que tengo el dinero?

Berit nego con la cabeza. Eran demasiadas impresiones y preguntas. Primero Lennart, luego Justus y ahora esa policia fuera de servicio.

– Esto significa que puede estar en peligro -advirtio Lindell.

Berit la miro e intento comprender el significado de las palabras.

– Si le soy sincera el dinero no me interesa. Era de John y ahora es suyo, pero mucho dinero implica siempre un peligro.

Fue un presentimiento por parte de Lindell. Ella no sabia si el motivo del asesinato era el dinero y menos aun

Вы читаете La princesa de Burundi
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату