– Refuerzos en camino, no esta mal -confeso al agente-. Pues si es verdad lo que dices, que vengan. Desde aqui se ve el fiordo hasta Frederikssund -informo-. Veremos las luces azules cuando crucen el puente del Principe Frederik. Asi que tengo tiempo de sobra para hacer lo que tenga que hacer antes de que lleguen.
– Vienen del sur, de Roskilde, no vas a ver ni hostia, payaso -dijo el policia-. Sueltanos y entregate, asi saldras dentro de quince anos. Si nos matas eres hombre muerto, eso te lo prometo. Tiroteado por mis companeros o pudriendote en la carcel con la perpetua, que viene a ser lo mismo. Los asesinos de policias no sobreviven en este sistema.
El sonrio.
– Estas diciendo chorradas y mintiendo. Si no respondes a mis preguntas vas a estar en el deposito del anexo dentro de… -miro el reloj de pulsera-…digamos que dentro de veinte minutos a partir de ahora. Tu, los ninos y tu colega. Y ?sabes que?
Acerco su cabeza hasta quedar pegado a el.
– Escapare.
Los golpes del interior de la caseta arreciaban. Cada vez eran mas fuertes y sonaban a metalico. Por instinto miro al suelo, donde habia tirado el martillo, antes de levantar a la nina.
Sus instintos no mentian. El martillo habia desaparecido. La nina lo habia metido dentro sin que el lo advirtiera. Lo habia metido el mismo a la vez que a la nina. Que putada. Asi que no estaba tan inconsciente como el creia, la muy pilla.
Saco poco a poco el cuchillo del cinturon. Pues tendria que usar aquello para quitarlos de en medio.
Capitulo 52
Por extrano que parezca, Carl no tenia miedo. No porque dudara de que el hombre ante el estuviera lo bastante loco para matarlo sin contemplaciones, sino porque todo parecia muy pacifico. Las nubes, que se deslizaban por el cielo ocultando la luna, el suave chapoteo del agua y las fragancias. Incluso el ronroneante generador a su espalda tenia un efecto tranquilizador, cosa bastante asombrosa.
A lo mejor era por el golpe de antes, cuyo efecto perduraba. Al menos, sentia unas terribles palpitaciones en la cabeza que ahogaban el dolor de hombro y brazo.
El chico volvio a golpear la puerta que tenia detras. Esta vez con mas fuerza aun que antes.
Miro al hombre, que acababa de sacar el cuchillo del cinturon.
– Quieres saber como te hemos encontrado, ?verdad? -le pregunto mientras notaba que las manos atadas por detras no estaban tan insensibles como antes. Levanto la vista hacia la llovizna. Era la humedad la que habia aflojado el cordel. Asi que se trataba de dar largas.
La mirada del hombre era dura como la piedra, pero por un instante sus labios reaccionaron con un leve movimiento.
Si, tenia razon. Si habia algo que aquel cabron deseaba conocer, era justo el como.
– Habia un chico que se llamaba Poul. Poul Holt, ?lo recuerdas? -pregunto, sumergiendo las cuerdas en el charco que se habia formado bajo el. Despues continuo, mientras sus manos seguian trabajando-. Era un chico algo especial.
Entonces Carl callo e hizo un gesto afirmativo con la cabeza. No tenia ninguna prisa con el relato. Aguantara o no aguantara el cordel, cuanto mas se alargara, mas tiempo vivirian. Sonrio para si. Era un metodo de interrogatorio al reves. Que ironico.
– ?Que pasa con ese Poul? -pregunto el hombre que tenia enfrente.
Carl rio. Los golpes del interior de la caseta eran mas espaciados ahora, pero parecian mas precisos.
– Hace mucho de eso, ?verdad? ?Lo recuerdas? La chica de ahi dentro ni habia nacido. Claro que a lo mejor nunca piensas en tus victimas. No, por supuesto que no. Claro que no.
En aquel momento, la expresion facial del hombre se transformo de tal modo que produjo escalofrios a Carl.
El hombre se puso en pie de un salto y apreto el cuchillo contra el cuello de Assad.
– Responde rapido y claro, si no vas a oirlo gargajear en su propia sangre, ?entendido?
Carl asintio en silencio y tiro con violencia de las ligaduras. No habia duda de que hablaba en serio.
El tipo se volvio hacia la caseta.
– Samuel, como sigas martilleando, vas a sufrir antes de morir. ?Creeme! -grito.
Por un segundo cesaron los golpes. Se oia a la nina llorar dentro. Luego, los golpes reanudaron.
– Poul echo al agua un mensaje en una botella. Deberias haber elegido otro lugar para encerrar a la gente, no una casa colgando sobre el agua -advirtio Carl.
El hombre arrugo el entrecejo. ?Un mensaje en una botella?
Las ligaduras se habian aflojado. Una de las vueltas estaba suelta.
– La pescaron en Escocia hace varios anos, y al final ha terminado sobre mi mesa -continuo mientras retorcia las munecas.
– Que mala suerte -comento el hombre, pero seguia sin creerselo.
Era evidente que pensaba. ?Que dano podia hacerle un mensaje en una botella? Ninguno de los ninos encerrados en la caseta a lo largo del tiempo sabia donde estaban encerrados. ?Que podia cambiar un mensaje en una botella?
Carl advirtio un pequeno tiron en la pierna de Assad.
Sigue tumbado, Assad. Sigue durmiendo. De todas formas, no puedes hacer nada, se dijo. Lo unico que podia ayudarlos era que consiguiera aflojar las ligaduras lo bastante para liberarse. Y ni siquiera asi el resultado era seguro. Ni mucho menos. El tipo que tenia delante era fuerte y sin escrupulos, y llevaba en la mano un cuchillo largo y repulsivo. El golpe de la nuca seguro que habia embotado sus reflejos. No habia muchas esperanzas, no. Si hubiera llamado a los companeros de Roskilde, habrian llegado por el sur y quiza hubiera habido una posibilidad. Pero los de Frederikssund, que era a quienes habia llamado, no podrian llegar sin que los viera, en eso tenia razon el cabron. Tan pronto como los coches de refuerzo pasaran por el puente los veria. No podian tardar mas de dos minutos en aparecer, y entonces todo acabaria, lo sabia. Las ligaduras seguian estando demasiado prietas.
– Largate, Claus Larsen, si es que puedo llamarte asi. Todavia puedes huir -continuo Carl, mientras los golpes contra la puerta de la caseta de botes arreciaban.
– Tienes razon, no me llamo Claus Larsen -reconocio, y siguio en pie junto al cuerpo inerte de Assad-. No teneis ni idea de como me llamo. Creo que tu y tu colega habeis venido solos. ?Por que habria de largarme? ?Por que crees que os tengo miedo?
– Te llames como te llames, largate. Aun estas a tiempo. Huye y cambia de vida. Te buscaremos, pero tal vez puedas transformarte mientras tanto, ?verdad?
Otro de los nudos se aflojo.
Miro al hombre a los ojos y vio reflejos de luces azules en su ropa. Los coches de refuerzo estaban cruzando el fiordo. Aquello era el fin.
Carl enderezo la espalda y recogio las piernas cuando el hombre alzo la cabeza y miro a la luz azul, que hacia que todo el paisaje vibrara. Luego levanto el cuchillo sobre el cuerpo indefenso de Assad. En ese mismo instante, Carl se echo hacia delante y dio un cabezazo contra la pierna del tipo. Este cayo, todavia con el cuchillo en la mano, se la llevo a la cadera y miro a Carl con una expresion que le hizo pensar en un fin inminente.
Entonces los nudos se soltaron.
Carl se sacudio las ligaduras de encima y abrio los brazos. Dos brazos contra el cuchillo del tipo. ?De que iban a valerle? Noto lo aturdido que estaba. Por mucho que quisiera, no podia escapar. Por mucho que lo atrajera la llave inglesa del suelo del cobertizo, no podia coordinar bien sus movimientos. Era como si cuanto lo rodeaba se contrajera y expandiera a la vez.
Dio un par de pasos vacilantes hacia atras mientras el hombre se ponia en pie apuntandolo con el cuchillo. Empezo a sentir el bombeo del corazon y las palpitaciones en las sienes. Por un instante, vio ante si los bonitos