ojos de Mona.

Apoyo bien los pies en el suelo. El sendero del jardin estaba resbaladizo, volvio a notar la papilla de babosas pegandose a sus zapatos. Luego se quedo esperando.

Los reflejos de los destellos azules del puente ya no se veian. Dentro de cinco minutos llegarian los coches patrulla. Si podia aguantar un momento, tal vez pudiera salvar la vida de los ninos.

Alzo la vista hacia las ramas de los arboles que colgaban sobre el sendero. Si pudiera alcanzarlas y colgarse de ellas, penso, mientras retrocedia otro paso.

Entonces el hombre se abalanzo con la hoja del cuchillo dirigida al pecho de Carl y la rabia pintada en el rostro.

Fue un pie menudo, un cuarenta a lo sumo, el que lo derribo.

La corta pierna de Assad hizo cabrillas sobre la masa de babosas y acerto en el tobillo del atacante. Aunque no cayo, luego resbalo, descalzo, en la sustancia escurridiza. Se oyo un chasquido al chocar su mejilla contra las baldosas, y Carl avanzo a tientas y le pateo el vientre hasta que solto el cuchillo.

Carl lo asio, levanto al hombre con dificultad y lo miro directo a los ojos mientras apretaba el cuchillo contra su yugular. A sus espaldas, Assad quiso incorporarse sobre un costado, pero empezo a vomitar y volvio a caer. Una sarta de juramentos en arabe salio de su boca junto con algo de bilis. No sonaba muy piadoso. Asi que tampoco estaba tan malherido.

– Puedes apretar -afirmo el hombre-. De todas formas, no quiero volver a verte la jeta.

De pronto se echo hacia delante en un movimiento suicida, pero Carl se dio cuenta y retiro el cuchillo hacia si tanto que la cuchillada fue superficial.

– Ya decia yo -dijo el tipo con desden mientras la sangre manaba de su cuello mojado por la lluvia-. No vas a hacerlo. No te atreves.

Pero se equivocaba. Si volvia a hacer un ataque asi, Carl no iba a retirar el cuchillo. La mirada nebulosa de Assad seria su testigo de que el hombre era culpable de su propia muerte. Que lo intentara. Un problema menos para el sistema judicial.

En aquel momento cesaron los golpes en la caseta.

Carl miro mas alla de los hombros del tipo y vio que la puerta se abria como impulsada por un resorte.

Luego el cabron ocupo todo su campo visual.

– No me has contado como me encontrasteis. Tendre que esperar al juicio para saberlo -se resigno-. ?Que has dicho que me caeria? Quince anos. Sobrevivire.

Echo la cabeza atras y se puso a reir. Puede que en cualquier momento se arrojara contra el cuchillo. En ese caso, alla el.

Carl apreto los dedos en torno al mango, consciente de que iba a ser repugnante.

Entonces se oyo un ruido, como cuando se casca un huevo. Un ruido breve que hizo que el hombre cayera de rodillas y se volcara hacia un lado en silencio. Carl miro a Samuel, que estaba ante el con el martillo en la mano y el rostro surcado por el llanto. Habia roto la cerradura desde dentro con el martillo. ?Como diablos se habia hecho con el?

Carl bajo la vista. Despues solto el cuchillo y se agacho sobre el hombre que yacia en el suelo, temblando. Todavia respiraba, pero no iba a durar mucho.

Habia sido testigo de una ejecucion. Un asesinato premeditado. Porque el hombre estaba reducido. El chico tenia que haberlo visto.

– Tira el martillo, Samuel -ordeno, y miro a Assad.

– Ha sido en defensa propia. ?De acuerdo, Assad?

Assad echo la cabeza hacia atras y saco hacia delante el labio inferior.

Su respuesta llego a sacudidas, mientras vomitaba.

– Bueno, siempre estamos de acuerdo, Carl. ?Verdad?

Carl se inclino sobre el hombre que yacia en las baldosas resbaladizas, con los ojos desmesuradamente abiertos y la boca tambien abierta.

– Vete al infierno -dijo el hombre entre dientes.

– Tu si que vas a ir al infierno -replico Carl.

Entonces oyeron los refuerzos acercandose por el bosque.

– Si reconoces lo que has hecho, la muerte sera mas benigna -susurro Carl-. ?A cuantos has matado?

El hombre pestaneo.

– A muchos.

– ?A cuantos?

– A muchos.

Entonces fue como si su cuerpo se rindiera: la cabeza basculo a un lado y se pudo ver la terrible herida de la nuca. Eso y tambien la alargada cicatriz rojiza de la parte trasera de la oreja.

Se oyo un burbujeo procedente de su boca.

– ?Donde esta Benjamin? -se apresuro a preguntar Carl.

Los parpados del hombre se fueron cerrando.

– Esta con Eva.

– ?Quien es Eva?

El hombre volvio a guinar los ojos entreabiertos, esta vez con mayor lentitud.

– Mi fea hermana.

– Tienes que darme un nombre. Necesito un apellido. ?Como te llamas de verdad?

– ?Que como me llamo?

Entonces sonrio y dijo sus ultimas palabras.

– Me llamo Chaplin.

Epilogo

Carl estaba cansado. Hacia cinco minutos que habia dejado caer una carpeta sobre el monton de la esquina.

Resuelto, terminado y fuera del sistema.

Desde que Assad derribara al serbio en el sotano habia pasado mucha agua bajo aquel puente. Los hombres de Marcus Jacobsen se hicieron cargo de los tres nuevos casos de incendio, pero el viejo caso de 1995 en Rodovre se lo quedo el Departamento Q. La guerra de bandas tenia demasiado ocupados a los del segundo piso.

Encarcelaron a gente tanto en Serbia como en Dinamarca, y solo faltaban un par de confesiones. Como si fueran a conseguirlas, decia siempre Carl. Los serbios que habian detenido preferian pudrirse quince anos en una carcel danesa que enemistarse con quienes habian organizado todo.

El resto dependia del fiscal.

Se desperezo y estuvo pensando en echar unos minutos de siesta a la luz de la pantalla plana en la que el canal de noticias no paraba de soltar disparates acerca de un ministro que no era capaz de montarse en una bici sin caerse y romperse varios huesos.

Entonces sono el telefono. Punetero invento.

– Tenemos visita aqui arriba, Carl -informo Marcus por el auricular-. ?Podeis subir un momento? ?Los tres?

Llevaba lloviendo diez dias sin parar, y era julio. El sol debia de estar hibernando. ?Por que diablos tenian que subir hasta el segundo piso? Alli arriba estaba casi tan oscuro como en el sotano.

Al subir las escaleras no dijo palabra a Rose ni a Assad. Putas vacaciones. Jesper se pasaba todo el dia en casa, y su novia tambien. Morten se habia ido de vacaciones en bici con un tal Preben, y no tenia prisa por volver. Mientras tanto, habian contratado a una enfermera para Hardy, y Vigga estaba dando la vuelta a la India con un hombre que ocultaba metro y medio de pelo bajo el turbante.

Y alli estaba el, mientras Mona y su familia se ponian morenos en Grecia. Si al menos Rose y Assad hubieran

Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату